Las historias no siempre son necesarias de contar. El impacto que puede tener un fenómeno de la Cultura Pop puede variar de lo superficial a una denuncia de aspectos de la sociedad. Estos ejemplos, y las representaciones directas de la realidad hacia la ficción, a veces toman un papel más protagónico ante los ojos de la audiencia. Pero hay historias que no siempre son fáciles de atestiguar, mucho menos de comentar. Sucede con series de antología que llegan a destacar por su validez temática y manera de presentar los sucesos en narraciones que atrapan al espectador hacia su singular atmósfera. Este es el caso de la segunda temporada de American Crime Story, The Assassination of Gianni Versace (que, por motivos de agilidad, le llamaremos aquí solo Versace).
Lo curioso es que el título y la premisa inicial solo resultaron ser el enganche de una historia mucho más interesante de lo que podría haberse anticipado. Mientras que el enfoque del asesinato del título inicia en el primer episodio, el resto de Versace se centra en el estudio de un solo personaje, sus alrededores y las acciones que toma con respecto a su mundo. La mirada a la psicología de Andrew Cunanan (a quien no caracterizaré mucho porque aún conserva su mucha especulación y misterio) se ve estilizada y colocada en nueve episodios más fáciles de comentar y de recomendar que de ver. Porque la intensidad y profundidad de las distintas capas temáticas que surgen de los pasos de este personaje van más allá del simple planteamiento de la serie.
Ahí, lo más interesante es la estructura que muestra el desarrollo de la historia. La manera en que Tom Rob Smith estructura los nueve guiones (basándose en el libro de Maureen Orth) de Versace (porque él escribió todos los episodios) parece estar tomando de la idea que tuvo Memento en el manejo de las ideas y secuencias como memorias (solo que aquí no resulta un mero truco, sino un recurso narrativo mejor ejecutado y justificado). Por cada acción macabra que surge de Versace, lo siguiente es la historia más compleja que hay detrás de eso. Más que un retroceso, se trata de una colocación de secuencias que funcionan como recuerdo de las experiencias de Cunanan que pudieron haberlo llevado a cometer sus terribles actos (hay libertad creativa por el desconocimiento sobre casi todo lo que sucedió con él y cómo pensaba). La atmósfera, el ritmo y la coloración permiten que la oscuridad interna del protagonista parezca fluida y agraciada.
Al abarcar un poco más, los recursos narrativos abren paso a la exploración de temas más allá del estudio de la personalidad de un asesino. Las ideas de identidad, de confianza, de pérdida, de negación, de traición y de (in)seguridad ante el mundo desgarrador son conceptos que quedan develados de la manera más devastadora posible. Eso sí, la sensibilidad hacia las víctimas está presente en el sello del autor (Rob Smith) con la delimitación de cada conflicto tan bien lograda que la serie no hace juzgamientos internos, solo se dedica a observar.
En Versace, las ideas internas del protagonista son borrosas y contradictorias, apenas visibles en su mirada misteriosa y manipuladora. Por suerte, con los personajes secundarios se consigue profundizar mejor el resto de los conceptos con cada circunstancia que les aqueja una vez que Andrew entra y rompe con sus vidas (directa o indirectamente). Es de admirar la construcción yuxtapuesta de arcos narrativos y el viaje interno de esos personajes.
Entonces, ese juego contradictorio central lo lleva, con extraordinaria convicción, Darren Criss (traído por Ryan Murphy desde Glee). Las emociones que consigue el actor al transmitir el ocultamiento de sus verdaderas motivaciones dejan un fuerte sinsabor que solo es posible por su increíble actuación. Con un magnetismo inigualable, Criss logra perturbar sin hacer mucho esfuerzo, a pesar de que el papel de un inexplicable y repentino asesino en serie no podía resultar fácil de representar. Como mención especial, le acompaña, durante varios episodios, Cody Fern, actor de gentil sutileza que logra una actuación absolutamente devastadora como David, una de las víctimas de Andrew. (También sobresalen Judith Light y Finn Wittrock)
Curiosamente, la subtrama principal —y título de la serie— no llega a mucho más de los mínimos sucesos que representa Versace sobre el diseñador mismo, su pareja y su hermana (la extravagante Donatella). Ellos quedan un poco rezagados, pero no logran ser la parte más interesante de la serie. Estableciendo ciertos paralelismos (a veces, forzados) que se identifican con el viaje del personaje principal, la historia del nombre titular no deja de estar un poco de sobra y para darle el nombre de enganche a la temporada.
De esta manera, son las historias que giran alrededor de Andrew Cunanan que revitalizan la cruda realidad que representa la serie. Funciona como planteamiento del dolor de la población que debe luchar y esconderse por el juzgamiento hacia su diversidad sexual (un estudio exhaustivo de la homofobia en Estados Unidos después de la epidemia de SIDA), pero también como la observación de ese mismo fenómeno, agravado por las circunstancias extremas que llevan a las horrendas acciones de este oscuro personaje (el asesinato de una persona famosa).
The Assassination of Gianni Versace, a diferencia de su predecesora, encuentra necesidad en ser contada, por su actualidad —sin el espectáculo mediático— y por la cuidadosa empatía hacia sus personajes (en especial, los secundarios). Entonces, por más dolorosa y devastadora que llega a ser cuando se la ve, es lo que la hace más importante y de enorme peso dramático entre tanta otra oferta más superficial.
