Vida: amor queer, gentrificación e identidad latina en Los Ángeles

Manfred Vargas
Manfred Vargas

 

 

 

Cuando en el lejano 2013 escribí una reseña para este mismo sitio sobre el remake estadounidense de The Bridge, resalté como uno de sus aspectos más refrescantes la gran cantidad de personajes latinos que tenía en su elenco y su interés por explorar la tensa relación entre la latinidad y la cultura blanca dominante. En ese mismo texto aproveché para criticar la reticencia de los estudios televisivos a la hora de desarrollar series cuyos personajes principales no fueran hombres blancos heterosexuales. Han pasado casi cinco años desde la publicación de ese artículo y, aún cuando la industria de la televisión se ha convertido en una de las más inclusivas en términos de representación de minorías, la situación de las series de y sobre latinos -la principal minoría en Estados Unidos, con casi un 20% de la población- sigue siendo bastante pobre.

No obstante, hay razones para ser optimistas. Además de series más establecidas como Jane The Virgin y One Day At A Time, recientemente se han empezado a producir varios programas con elencos mayoritariamente latinos, entre los que destaca Vida. Estrenada en mayo pasado a través del canal Starz, estos seis episodios que conforman la primera temporada de la serie siguen a dos hermanas de ascendencia mexicana, Emma (Mishel Prada) y Lyn Hernández (Melissa Barrera), quienes se ven obligadas a volver repentinamente al barrio de Los Ángeles en el que crecieron luego de la muerte de su madre Vidalia (conocida como Vida). Las hermanas, que estaban distanciadas tanto entre ellas como con su madre, tienen que decidir qué hacer con el decaído edificio y la cantina que son propiedad de la familia y lidiar con Eddy (Ser Anzoátegui), la supuesta roommate de Vida que, como pronto nos damos cuenta, en realidad era su esposa.

Vida
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Antes de que piensen que algún ejecutivo sexagenario y regordete de pronto se volvió woke y decidió aprobar una serie sobre mujeres latinas, es importante señalar que la responsable por empujar Vida es Marta Fernández, una ejecutiva de Starz que reclutó a Tanya Saracho y le dio completa libertad para desarrollar la serie. Saracho es una dramaturga de origen mexicano que ya antes había escrito para series como Girls y Looking y que ahora debuta como co-creadora y showrunner. Aprovechando esa libertad que le fue brindada, Saracho conformó un equipo de guionistas netamente latino (mayoritariamente femenino y LGBT) que le permitió desarrollar y retratar de primera mano muchas de las temáticas e historias que la serie plasma en la pantalla.

La premisa inicial de la serie en sí no es particularmente original. Incontables series, películas y novelas han utilizado como punto de partida ese regreso inesperado del hijo pródigo (o hijas pródigas, en este caso) al terruño luego de algún tipo de tragedia. Lo valorable de Vida es cómo utiliza esta trama recurrente para retratar con gracia y sutileza un contexto y una perspectiva que rara vez se observa en televisión. Para empezar, la serie es notable porque no se enfoca en latinos migrantes; la representación de latinos en medios estadounidenses muchas veces se resume a su condición de migrantes lo que, de cierta manera, ignora la experiencia de latinos de segunda (o tercera o cuarta) generación. Desde un punto de vista puramente “etnográfico”, Vida es una documentación de Boyle Heights, el barrio (población: 95% latina) en donde transcurre toda la serie, con sus tradiciones mestizas, su cultura callejera y sus espacios de sociabilidad. También es una mirada a las tensiones sobre renovación urbana, gentrificación y apropiación cultural a las que se enfrenta el barrio, tensiones que en buena parte son representadas por Emma y Lyn, quienes luego de vivir tantos años lejos del barrio son vistas como “whitinas” o “Tía Toms” por vecinas como Marisol (Chelsea Rendón), una joven y efusiva activista anti-gentrificación.

Vida
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Y, como se puede vislumbrar en la breve sinopsis de arriba, la sexualidad también juega un papel importante. Debido a que llevaban años alejadas, ni Emma ni Lyn sabían que su madre era lesbiana y, mucho menos, que estaba casada. Parte de ese alejamiento, en el caso de Emma, tiene que ver con la fuerte reprimenda que recibió por parte de Vida cuando, siendo una adolescente, empezó a mostrar atracción por las mujeres. Como posible resultado de esta represión temprana, Emma ha adoptado una personalidad fría y alejada de todo tipo de contacto emocional cercano, y la forma en que procesa la aparente hipocresía de su difunta madre es uno de los puntos altos de la temporada.

Vida
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En lo que refiere al tratamiento visual, la mayoría de los episodios fueron dirigidos por cineastas de origen latino: Alonso Ruizpalacios, el director mexicano de Güeros, se encargó del primer episodio y los siguientes fueron comandados por directoras como como Rose Troche, Catalina Aguilar Mastretta y So Yong Kim. Con ese pedigree, es de esperarse que el look de la serie sea más cercano al cine indie y, aunque no tiene el estilo tan sofisticado y hasta lírico de otras series urbanas californianas como Insecure y Looking, sí es particularmente expresiva en su uso de la iluminación. La música y la decoración son elementos esenciales para mostrar ciertos aspectos de la cultura latina y del subtexto de la trama por medio de graffitis o letras de canciones (en español). Hablando del lenguaje, la mayoría de personajes hablan un Spanglish bastante dinámico y complejo, el cual es presentado sin subtítulos, una de las tantas decisiones de Saracho que buscan afirmar la idea de que ésta es una serie concebida por latinos y desde una visión latina, no un safari para gente blanca.

Vida
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Sin embargo, no todo es positivo en Vida. El personaje de Lyn se ve envuelto en un triángulo amoroso con su ex-novio del barrio y la prometida de éste que se torna repetitivo y cansino. Asimismo, el personaje de Marisol, si bien técnicamente es uno de los principales, parece existir en un programa aparte y rara vez se entrecruza con Emma y Lyn. En términos generales, esta primera temporada tiene la falencia de que se siente apenas como una introducción a los personajes y su contexto, como una especie de prólogo a una historia que verdaderamente se desarrollará próximamente. Pero en lo que a prólogos se refiere, éste es sobresaliente y muy prometedor, por lo que quedamos con gran expectativa de lo que suceda con las hermanas Hernández y el cambiante barrio de Boyle Heights el próximo año, cuando se estrene la segunda temporada de esta encomiable serie.

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