Ver mejorar a un cineasta que ya de por sí es uno de los más representativos de los últimos años, siempre es importante, pero Isle of Dogs muestra la calidad y detalle al que ha llegado Wes Anderson como guionista y como director.
Solo necesitan saber que esta historia sucede en un futuro distópico en Japón donde, por un virus que se esparció por los perros de toda la ciudad de Megasaki, se decide desterrarlos de la ciudad para que vivan por su propia cuenta en una isla que anteriormente estuvo destinada a ser un basurero.
Al ser su novena película, ya nos ha demostrado una y otra vez sus capacidades para hacer cine, pero en Isle of Dogs presenciamos una mejora exponencial en su entendimiento e interpretación de la técnica del Stop Motion.
En esta, su segunda película animada siguiendo este método (Fantastic Mr. Fox es la primera), uno puede notar que ha intentado pulir su estilo en este tipo de animación con el fin de lograr aspectos más ambiciosos.
Sets más grandes, miniaturas más detalladas, trabajo más meticuloso con personajes a contraluz o cambios de iluminación que sinceramente no había visto antes en una película de este estilo. Otras secuencias me dejaron boquiabierto, por la atención al detalle presente en cada movimiento (cuando vean la escena del sushi, van a entender de lo que hablo).
El hecho de elegir una cultura tan rica como es la japonesa, sin duda es un nuevo paso para Anderson. Hace su investigación y entrega un trabajo que recuerda en algunos momentos la mejor época del cine de Akira Kurosawa.
El elenco, como de costumbre, es increíble. Con ya colaboradores recurrentes de Anderson como Bill Murray, Edward Norton, Jeff Goldblum o Frances McDormand, al igual que con nuevas adiciones como Bryan Cranston, Scarlett Johansson, Greta Gerwig hasta incluso alguien tan inesperado como Yoko Ono por nombrar algunos.
Cada uno tiene su razón de estar ahí y la cumple de la mejor forma.
La música, nuevamente compuesta por el talentoso Alexandre Desplat muestra, al igual que el director, otra faceta, una no apreciada anteriormente donde se nota una clara inspiración en la música oriental. Y es que la ejecuta con gran facilidad, como si se dedicara a producir música en este género desde hace años.
Además, es importante hablar del tono de la película que, a pesar de ser una animación con perros que hablan, no la llamaría necesariamente una película familiar. Tampoco es que llega a los territorios de “película animada para adultos” como Anomalisa o Team America por ejemplo, pero tampoco es una película apta para todo público.
La violencia que presenta, aunque escasa, puede ser sorpresiva por tratarse de una película animada, también por el hecho de que son perros los protagonistas en dichas escenas.
Al igual, los temas que son tocados en Isle of Dogs, llegaron a ser más profundos de lo que esperaba y no tengo queja alguna de eso. El abandono, el miedo a lo desconocido, la conspiración. Argumentos que simplemente no esperaba encontrar en ella, aún contando con que iba a ser una película de Wes Anderson.
Anderson lo hizo una vez más con Isle of Dogs, con su estilo característico, una nueva cultura aprovechada al máximo y el balance perfecto entre drama y comedia; algo que muy pocos pueden lograr de la manera en que él lo hace.
Calificación: 9
