Hablando de manera honesta, nunca pensé que llegaría a escribir un artículo de Better Call Saul, y véanme aquí. No lo pensé porque no me parecía un spin-off necesario ni del calibre que hacía falta. Sin embargo, Vince Gilligan me está haciendo reflexionar al respecto, pues algo está haciendo click esta temporada, la cual claramente, es la mejor de las tres hasta el momento. No sé si sea que Slippin’ Jimmy sea un personaje por el cual se debe de sentir compasión y empatía (al contrario de Walter White con sus acciones cuestionables y Skyler White con su comportamiento insufrible), pero eso es algo que ayuda muchísimo. Me di cuenta que las escenas lentas ahora capturan mi atención al 100%, y eso es solo porque puedo apreciar la impecable cinematografía de la serie y me importa el destino de los personajes, más que nunca antes.
A veces es duro recordar que BCS es una precuela, por el simple hecho de que ya sabemos adónde va a terminar Jimmy aka Saul Goodman. Algo que desconocemos es qué va a suceder con Kim Wexler y el por qué ya no están juntos en los años de Breaking Bad. La verdad es que me encantan sus interacciones, gracias a que Bob Odenkirk y Rhea Seehorn tienen una química innegable en pantalla. La historia que tienen ambos no es en vano, ya que ella ha llegado a la vida de Jimmy para brindarle apoyo y esperanza cuando más lo necesitaba. Aunque no lograran trabajar juntos en una nueva firma, comparten los gastos de la renta y servicios, además de hacerse compañía. En esta temporada, ella decide tomar cartas en el asunto y se auto proclama como la abogada de Jimmy, para defenderlo en contra de Chuck (Michael McKean). Lo que me lleva a otro punto importante.
Al fin llega la culminación de la rivalidad entre los hermanos McGill, durante el episodio 5, un episodio compacto al mejor nivel de 12 Angry Men. Todos conocemos el hashtag #fuckChuck pues se volvió el personaje más odiado de la saga, inclusive más que Skyler. El episodio se centraliza durante el juicio en contra de Jimmy, por haber confesado a un crimen mientras Chuck lo grababa (el gran cliffhanger al final de la temporada 2). Fue el cierre de un arco narrativo que se fue cociendo de manera muy lenta por dos temporadas y media, pero si no hubiera sido así, no resultaría tan efectivo. Chuck constantemente afirma que no odia a su hermano, pero siempre tuvimos nuestras sospechas, ya que toda esta persecución tuvo que haber tenido un motivo más personal y no la simple explicación que él brinda: las leyes son las que mueven al mundo y Jimmy no se puede salir con la suya. Ambos saldaron cuentas, diciéndose todo sin pelos en la lengua, pero uno de ellos terminó horriblemente humillado en frente del comité. No me extrañaría que este fuera el punto de quiebre en su relación y el motivo del por qué no aparecerá años después en BB.
Esta temporada es distinta, ya que es como si existieran dos series en una. Por un lado, la historia de Jimmy y Kim, y por otro, a Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks) y sus primeros encuentros con el personaje de Gus Fring (Giancarlo Esposito). ¡Sí, ese Gustavo! Ya hizo su aparición en la serie como miembro regular del reparto y eso no hizo más que agregarle puntos a su favor. Más y más personajes de BB están haciendo cameos especiales y nunca fue más importante el haberla visto con anterioridad, para emocionarse con cada vínculo existente entre ambas. En BB conocimos a la secretaria de Saul, Francesca y a su guardaespaldas, Huell Babineaux. Ambos ya hicieron presencia en BCS, además de los miembros del Cartel de Juárez: Don Eladio, Juan Bolsa, y Héctor Salamanca. Esto quiere decir que cada vez, estamos más cerca de una transición completa de Jimmy McGill a Saul Goodman, algo que hemos estado esperando con ansias. No sé si atreverme a decir que Better Call Saul está al nivel de Breaking Bad, porque aún no es un producto terminado, pero se nota que han aprendido de sus errores. Enganche total con esta temporada y todavía faltan 5.