The Witch — A New-England Folktale

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Por Sergio Beeche Antezana

 

Una de las frases que más se escucha para mencionar los temas que se ven en las películas es “todo está contado; lo que importa es el tratamiento”, expresión que tiene cierta verdad. Y entonces, ¿cómo se siguen haciendo tantas películas en el mundo? Son muchísimas las historias que tenemos cada año (y muchísimas ideas que quieren ser hechas, también), pero pocas logran dejar huella o causar un efecto importante en la mayoría de la población que consume cultura pop a través del cine. Una historia puede cautivar por más que la hayamos visto muchas veces, el secreto está en lo detalles propios que harán que lo logre.

Es entonces que llega The Witch (La Bruja), película promocionada básicamente como una historia de terror del siglo 17, época en la que se creía que existían las mujeres que practicaban la brujería y, por eso, debían ser eliminadas en la hoguera. Pero aquí tenemos un poco más de eso, mientras seguimos a una familia puritana, formada en ese contexto, que es desterrada del pueblo y deben vivir en las afueras de un bosque en Nueva Inglaterra. No contaré más.

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En The Witch (y su genial subtítulo), la historia es simple, y no lo es; la técnica es simple, y no lo es. El director primerizo, Robert Eggers, toma una primicia inicial y le agrega profundidad con cada escena que pasa del metraje, como si tuviera años de experiencia (de aplaudirle). Son pocos los detalles explícitos que se nos muestran de lo que ha sucedido o lo que va a suceder. Aquí, la guía es para el espectador, que debe conocer a la familia, saber sus dinámicas y adentrarse al mundo en el que viven a través de una pausada, pero constante narración que no tarda en mostrar los giros que llevarán el ritmo preciso de la película. Con la acertada visión de Eggers, la simpleza se vuelve complejidad, pero desde válidos cuestionamientos humanos y no con simples sustos pasajeros ya conocidos del género.

Es, entonces, un balance perfecto entre personajes e historia. Mientras desarrolla a cada individuo de la familia, los giros y sucesos del filme se desenvuelven de manera orgánica, espeluznante e inesperada (una secuencia con el hijo, Caleb, es especialmente excelente). El intrigante juego del guion, con diálogos propios de la época, se ve reforzado por las excelentes actuaciones que hacen creíble el contexto y las dinámicas familiares. Ni qué hablar de los movimientos de cámara hipnotizantes, puros de su escalofriante relato. Incluso, el diseño de producción contribuye a que la inmersión a ese mundo sea completa, junto con los vestuarios, música y cuidadosa fotografía, que hace balance entre el oscuro y el claro, siempre en un tétrico tono gris. Al final, la oscuridad misma es la que habla.

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Así, este relato folclórico maneja su texto con maestría y cuidado. Eso sí, con un subtexto amplísimo que abarca, entre muchos otros, la fe, la duda, la confianza, la culpa, el amor de madre, los miedos sociales, el desarrollo del adolescente, los temores al crecer, las relaciones humanas, el deshonor, la traición y, ¿por qué no?, los misterios oscuros de la vida. Todo en el ámbito del hogar; lo que pasa cuando algo externo llega y rompe la seguridad interna familiar, sin saber que podría venir desde adentro.

La mayoría de opiniones que llegué a escuchar antes de escribir esta reseña fueron negativas: que no asustaba nada y que hasta era aburrida. Recordemos que el terror ahora es mucho más que eso. Si no se maneja una buena historia primero, lo que se tendrá de películas así son un par de sustos vacíos por buena colocación de música e imágenes, muchas veces de mero efecto especial. Dejemos que los conflictos que exponen ciertas historias sean los que lleven a sentar la base de un buen susto o twist eventualmente sobrenatural que, en este caso particular, puede que ni siquiera lo fuera. Eso es lo que hace a The Witch — A New-England Folktale tan buena, además de su aspecto formal: las características internas (de personajes y contenido) serán las que lleven a una reacción de miedo más efectiva que cualquier efecto o sonido.

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Películas así deberían reforzar el gusto de aquellos que disfrutan del -buen- terror y hacer una limitada introducción a aquellos que, comprensiblemente (y porque la mayoría son malos), no les agradan los filmes de espanto. Al menos yo, al ver esta dentro de su imaginario propio, quedé perturbado.

Calificación: 9

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