Barry es el as bajo la manga de HBO. Bill Hader no es exactamente reconocido por sus roles dramáticos y con eso en mente, tomen sus opiniones preconcebidas acerca de él y tírenlas por la ventana. Con Barry nos ha demostrado lo versátil que es, y no solo como actor. El éxito que obtuvo la serie y sus subsecuentes nominaciones en los premios Emmy, Globos de Oro y demás, es gracias a escritores que sí se preocupan por un producto bien acabado. No como otra serie que decepcionó a más de uno y que, por cierto, también acabó en la misma noche.
Si todavía les quedó ese mal sabor de boca por el final de Game of Thrones, es necesario que sepan que eso tan solo fue un [gran] traspié. Esto quedará atrás: HBO tiene un gran futuro por delante y así como nos dejó a Barry y aquel espléndido final de Veep, este año viene cargado de muchas sorpresas para el canal. Esta y Killing Eve de BBC America, de la cual también hablaré en esta nota, no atravesaron el famoso sophomore slump, del que son víctimas varias series en su segundo año al aire [a manera de ejemplo, pensemos en The Handmaid’s Tale, para la sorpresa de muchos, o inclusive Westworld].
Algo sobresaliente en esta segunda temporada fue el crecimiento de prácticamente todos los personajes principales. Es uno de los mejores elencos en la televisión actualmente y cada uno brilla por distintas razones. Además, ese contraste entre las clases de actuación y los bajos mundos del crimen organizado da cabida a escenarios y situaciones inimaginables. Barry Berkman sufre de PTSD, causado por su paso en Afganistán y por si fuera poco, es atormentado por lo que sucedió al final de la temporada debut. Por otro lado se encuentra Sally (Sarah Goldberg), cuyo arco en esta ocasión pasa de ser devastador a esperanzador en cuestión de 8 episodios. Amigos y amigas, ese es el poder de un buen guion.
Por fin logramos entender el porqué de su neurosis. Su propio trauma, como víctima de violencia doméstica, es lo que propulsa su carrera como actriz y de lo malo, salió algo aún mejor: el poder abrirse y contar lo que realmente le sucedió, logrando desahogarse. Dejó plasmado en el escenario lo que nunca le pudo expresar a su transgresor (en este caso, su ex). Es pura catarsis. Una realidad laboral que favorece la mirada masculina es el detonante de su perpetuo resentimiento e indignación. La gota que derramó el vaso fue cuando a Barry le dan un papel sin siquiera tener que hacer una audición. El soliloquio en el episodio 7 (The Audition) de esta actriz frustrada, me dejó boquiabierto.
Claro está que eso no fue todo lo que me dejó perplejo. El quinto episodio, ronny/lily, es una obra maestra, no solo porque me encantan las tramas de “atracos fallidos”*, sino también por el humor negro y avasallante que le supieron inyectar, todo bajo la dirección y el libreto de Hader y Alec Berg. Si lo vieron y se preguntan quién es la niña feroz, los invito a leer esta nota de Vulture.
*Este episodio me hizo recordar a las cintas de los hermanos Coen o el episodio Pine Barrens de Los Soprano, donde Christopher Moltisanti y Paulie Gualtieri quedan atrapados en la nieve luego de atacar a un miembro de la mafia rusa.
A este punto ni siquiera he mencionado la genialidad de los one-liners del carismático Noho Hank (Anthony Carrigan), la relación mentor-aprendiz entre Barry y Gene Cousineau (Henry Winkler), un personaje que carga consigo una inmensa tristeza y desolación, y qué decir de la siniestra evolución de Monroe Fuches (Stephen Root). No se puede olvidar que regresó Hiro Murai a dirigir un par de episodios (espero que lo conozcan por sus colaboraciones con Donald Glover: Atlanta, el video de Childish Gambino, This is America, y más recientemente, el largometraje Guava Island). Todos trajeron su A game consigo y yo no puedo estar más complacido con el resultado final, incluyendo el arriesgado y espectacular final de temporada. Barry podría convertirse en la próxima Breaking Bad. No estoy exagerando. Para mí está a la altura. Piénsenlo. No se habló mucho de ellas durante sus inicios y así como con Hader y su pasado en comedia, el rol más popular de Bryan Cranston fue el de Hal en Malcolm in the Middle antes de llegar a transformarse en Heisenberg.
Cambiando de tema (aunque no tanto, porque seguimos hablando de asesinos), Killing Eve fue otra de las series revelación del 2018. Sandra Oh volvió a la televisión como investigadora de la Inteligencia Británica, y si quedaron inquietos por saber qué ocurrió después de aquel cliffhanger, les tengo buenas noticias: la serie remonta literalmente 30 segundos después de lo sucedido durante ese final. Nuestras dudas son despejadas de inmediato. Ya concluida, puedo decir que esta fue la temporada de Villanelle. Jodie Comer se lució cada vez que la vimos en pantalla, no solo porque es la villana más encantadora que hay y mata de risa a cualquiera con su acento, sino porque no conoce lo que es una brújula moral. Además de eso, se nota que la pasó muy bien con ese closet lleno de vestimentas alocadas, y varias pelucas como complemento.
Así como ella es capaz de apagar sus emociones (no siente miedo, ni culpa, ni remordimiento), llega un punto en el que quiere emular esa clase de sentimientos para poder conectar con Eve como una persona ordinaria sin actuar como una chiquilla malcriada que no obtuvo lo que quiso (es muy buena haciendo berrinches). Por otro lado, se exploró la oscuridad de Eve, y podemos intuir que es una persona igual de dañada. Lo que pasa es que simplemente decidió canalizarlo de otra manera. Eve cada vez se fue hundiendo más, cuestionando sus principios a lo largo de toda la temporada. Carolyn no tuvo mucho que hacer, pero Fiona Shaw es también uno de sus puntos fuertes. La serie inicialmente fue concebida por Phoebe Waller-Bridge, pero tuvo que dedicarse tiempo completo a Fleabag, y así, luego Emerald Fennell asumió el mando. Para la tercera, ya confirmada, la nueva showrunner será Suzanne Heathcote.
Otro a punto a favor es que tuvieron muchas más escenas juntas y mientras que la primera temporada fue un thriller de espías, esta vez optó por indagar más en la psique de los personajes. Aunque ese constante juego del gato y el ratón es sumamente divertido, tiene que evitar el estancamiento, ya que se pueden quedar dando círculos de por vida. Algo que he notado es como la audiencia quiere romantizar la relación entre Eve y V, y aunque su química en innegable, deben recordar que estamos lidiando con una psicópata. Imaginen cómo sería si V fuese un hombre. En fin, no sé si hay que capitalizar en eso. Todavía queda mucha tela que cortar. El último episodio nos dejó pensando en que quizá el título de la serie es un juego de palabras. ¿Será que “Killing” se refiere a un verbo o un adjetivo? ¿Por qué no ambas? El grado de obsesión que siente la una por la otra es como el de Hannibal Lecter y Will Graham.
En algún momento durante la época de premiaciones, Comer fue relegada a un segundo plano, pero por dicha este año ya eso se corrigió y hasta ganó un BAFTA. Estoy seguro de que será el primero de muchos. Estén pendientes. Si las series de asesinos poco convencionales son de su agrado, ya saben qué ver y si además quieren más de Jodie Comer les sugiero My Mad Fat Diary, Doctor Foster y Thirteen. Todas magistrales.
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