Aladdín y preguntas sobre el cine

Sergio Beeche Antezana
Sergio Beeche Antezana

 

 

 

Sigue siendo decisión intrigante que Disney quiera rehacer todos sus éxitos animados en forma de nuevas versiones copia carbón con personas de carne y hueso. Entre mucha queja, he llegado a aceptar esa realidad porque muchas ya fueron estrenadas y hay más por venir, entonces, queda disfrutar lo que ya existe y dejar que pase si no es de mucho agrado. Entonces, con tanta posibilidad, y por razones que no termino de comprender en mí mismo, Aladdin (del 2019) es uno de los remakes que más me entusiasmaba ver re-imaginado. Pero, por más que sea película que cumple su cometido, vive a la sombra de la nostalgia que produce su antecesora —la versión de 1992— lo cual lleva a inevitables comparaciones.

Aladdin
Aladdin

De las películas populares de la compañía, esta es de las pocas que no se centra solo en una princesa. Por más que Jasmín sea la co-protagonista, la historia de Aladdín, un “vago” callejero, parte de un lugar interesante: el querer ser príncipe para poder estar con la chica. Todo esto es tomado de la película original, pero el tratamiento de Aladdín y su evolución como personaje en esta nueva versión resulta más interesante de lo esperado. Es la ventaja de encontrarle nuevos matices a filmes animados de una sola línea narrativa; se trata de profundizar los subtextos posibles en los personajes que se quieren desarrollar. Algo que esta nueva película consigue y balancea casi muy bien.

Aladdin
Aladdin

En el Aladdin de ahora, hay una expansión de la historia de Jasmín que tiene las mejores intenciones, pero no termina de cuajar como trama secundaria. Por suerte, Naomi Scott es la que más se salva en el departamento de actuación y le da el peso necesario para que el viaje emocional de Jasmín tenga sentido entre lo que quiere para ella misma y en quedarse con el muchacho que ama. (Spoiler, supongo: encuentro muy acertado que, al final, sea ella la que decide ir tras Aladdín porque está segura de lo que quiere, luego de que él decide alejarse por el bien común.)

Aladdin
Aladdin

En general, hay cierta distracción narrativa que se empeña demasiado en retomar el conflicto original y la resolución clásica. Es durante esos momentos que el filme pierde enfoque y parece que no se comprende a sí mismo. En especial, por buscar siempre al villano externo en Jafar, en lugar de hacerlo un conflicto más político/interpersonal. La poca atención a los detalles del antagonista es el ejemplo perfecto para esos regresos a la historia que podían haber sido eliminados completamente. Jafar representa una parte tan desligada de una historia que, con solo deshacerse de ese personaje, pudo haberse concentrado más en cuestiones un poco a menor escala (pienso en la relación con Jasmín y su padre, que represente la idea de leyes demasiado rígidas; y hasta de Aladdín con Jasmín, como el engaño que se tienden uno al otro).

Aladdin
Aladdin

Con todo, el espectáculo visual está a la orden del día. Dirigida por Guy Ritchie, director reconocido por su manera específica de manejar la acción en cámara, le aporta un tono más ágil y “bollywoodesco” a la producción e introduce un mundo en el cual es fácil perderse en su encanto. Sin embargo, no sabe incorporar muy bien el avance de la trama con los números musicales (traídos de la original, por tanto, irresistibles de repetir); pero sí construye dos números de baile, propios del cine de Bollywood, que calzan a la perfección en atmósfera y como parte de la nueva visión del mundo de Aladino. Una aproximación curiosa a una cultura que no siempre se la ve a través de ojos más amables.

Aladdin
Aladdin

Y, pues, el Genio de Will Smith sostiene el humor y la chispa energética propia de la película. Como jamás le llegaría a los talones a Robin Williams (que hasta la versión en español es excelente), Smith se acerca con su propio estilo y termina siendo un punto alto. Lo mejor es la intrépida química que tiene con Mena Massoud, porque verdaderamente tienen ese aire de amistad que se construye a lo largo del filme.

***

Como reflexión aparte, pensaba: muchas veces, no funciona; pero otras, es agradable ver una historia —que parecía intocable, como ha sido el caso con todas estas nuevas versiones Disney— desenvolverse con una nueva visión. Cautiva y entretiene, pero no de la manera en que uno esperaría. Más bien, resulta película que, dentro del contexto actual cinematográfico, representa una época no de decadencia, sino de las maneras tramposas en que el cine de hoy se sostiene. Mientras menos personas vayan a ver historias originales a las salas, más público generarán las que son queridas, conocidas o siquiera reconocidas del pasado como algo que vale la pena ver solo por curiosidad. Disney sabe apelar a la nostalgia y a la emotividad, pero lo hace sin tomar riesgo alguno. Y aún así, le compramos sus mercancías.

Aladdin
Aladdin

Al ver la película, mis preguntas iban más hacia la necesidad de filmar solo versiones “seguras” de las historias. ¿Por qué siempre tomar el camino “fácil” a la hora de rehacer estas películas? ¿Resulta tan importante que se dé un consenso del público y que las producciones sean amigables con toda la familia? La respuesta más acertada sería “sí”: el cautivar a toda la familia es lo que garantiza la mayor cantidad de taquilla. Sin embargo, ¿tan terrible sería cambiar algunos de los aspectos clave de estas historias que tanto quieren volverse a producir? ¿No estamos en un momento de mayor transparencia gracias a las representaciones diversas y más comprometidas en pantalla? ¿Cómo hacerle entender a la compañía que las decisiones creativas con un poco más de riesgo pueden dar buen resultado económico?

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Entre tanto, Aladdin, la película, termina en un lugar más cómodo que Aladdín, el personaje. Mientras que él aprende su lección y toma la decisión de mayor madurez y desinterés personal, la peli solo deja que la comodidad de la industria sea la que todavía conserve el reinado del cine. Sin pensar o comparar mucho con la versión original (sin duda, superior), esta nueva interpretación se sostiene por su fluidez visual y el encanto particular de los personajes que habitan la historia, con algunos nuevos matices que no terminan de profundizarse. Queda como sana distracción y pregunta al aire sobre qué consumimos como espectadores para que nos sigan recetando estas reiteraciones encantadoras, un tanto pasajeras.

Calificación: 7

 

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