Glass

Sergio Beeche Antezana
Sergio Beeche Antezana

 

 

And yet, we exist.

 

Es curioso cuando las películas pretenden desafiar las expectativas de los espectadores y quieran ser más pensadas y analizadas a la hora de verlas. De esas que no muestran todo con facilidad o que su análisis posteriores puede tomar muchas formas. Por lo general, son los críticos los que más alaban y recomiendan esas producciones, historias a veces tildadas de lentas o aburridas. Con el estreno de Glass, sucede algo curioso: la línea de texto y de subtexto no es tan difícil de seguir, pero resulta película bizarra —a ratos, impenetrable— por venir de la visión audaz y específica de su director.

Glass
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Si los reportes son correctos y M. Night Shyamalan financió él mismo sus últimas dos películas, y que este fuera el resultado con un presupuesto relativamente pequeños (al menos, para los estándares de Hollywood), el respeto que tengo por Glass es aún mayor. Esta historia, al igual que sus antecesoras (las excelentes Split y Unbreakable, que mejoran con el tiempo), sabe que sus fortalezas están en la inmensidad del pequeño mundo que su autor llegó a crear. Luego de construir una trilogía de manera inesperada, Shyalaman decide terminar más grande que antes, pero siempre en una escala curiosamente limitada, no menos impactante.

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Entre tantas expectativas con las que venía esta curiosa tercera parte, más se podían contar las posibles aristas que esperaba ver cada persona. Fuera la continuación de la historia de David Dunn o la de Kevin Wendell Crumb, la desilusión estaba destinada a suceder si no se la ve con ojos de su propia concretización de un mundo imaginado. Claro, el núcleo de la historia en Glass no sería lo mismo sin lo sucedido antes, pero en cuestión de entendimiento, la cosa puede ir un poco más allá y lograr quedarse en de los minutos de metraje.

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Y es que la meditada manera en que Shyalaman cuenta su historia original pasa más por las ideas y cierta deconstrucción de lo que se pensaría de este tipo de género. El principio de que alguien pueda destacar entre los demás y cómo eso no está permitido (casi castigado) en la sociedad, no importa el motivo por lo cual suceda. Entra la mirada subjetiva de un personaje, la cual se convierte en una imagen estilizada, pero con sugestivo significado. Es sorprendente la construcción de los encuadres para esta película. El ojo de su director es claro, creativo y casi presuntuoso, para crear una atmósfera única e irresistible. La mezcla de personalidades y diferentes historias que se unen resultan en una composición visual que cualquier película de superhéroes debería envidiar.

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A su vez, están presentes siempre los temas de la unidad y la individualidad; la confianza y desconfianza en las instituciones y las personas que las conforman. Con cierto aire de ironía, el filme consigue rendirle homenaje a las estructuras de una historia de origen, pero lo hace con los villanos y aquello que los moldea como tales. Shyamalan no deja que Glass se le salga de las manos; todo es controlado. Es por eso que tal vez se repite un poco en los temas y secuencias dentro del edificio en el cual filma gran parte de la historia (y pienso, también, en repeticiones y exposición que sobra cuando las personalidades de Kevin van surgiendo). Eso sí, las actuaciones cumplen y se desempeñan con cálculo y personalidad; ahí, destaca, claramente, el genial James McAvoy.

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Entonces, Glass cuenta con una puntual banda sonora, que nunca es más ni menos, solo acompaña la excentricidad de las imágenes con sonidos casi ambientales que consiguen destacar, pero siempre en función de su historia. Entre airosa fotografía y acertada edición culminan los detalles formales que consiguen la inmersión total de una historia peculiar, sin pies ni cabeza, pero con más sentido que cualquier otra de las que solo se rigen por fórmulas predeterminadas. La mejor sorpresa viene al final, cuando el plan inicial da un giro y los cabos sueltos se unen para llegar a un clímax más convencional, pero no menos emocionante (hay que estudiar la manera en que está compuesta la batalla).

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Y, sin revelarles mucho, hay que darle crédito a ese final, el cual tiene merecida su atinada ambigüedad por el simple hecho de no saber cuándo ni cómo surgirán los verdaderos superhéroes de este mundo. El final de unos es el comienzo de otros; pero el triunfo de una causa depende de las amistades inesperadas y los esfuerzos por descubrir qué secretos se ocultan en el mundo. De nuevo, el individual que es ayudado por lo grupal y el grupo que no puede ser el mismo sin la unión de sus partes. Entre guiños, locuras, convencionalismos y riesgos a la hora de contar esta historia, Glass deja buen sabor recién terminada, en la sala oscura; y solo con una segunda vez, creo yo, se pueden apreciar mejor los detalles que la hacen tan fascinante.

Calificación: 8

 

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