Inferno

Sergio Beeche Antezana
Sergio Beeche Antezana

 

 

Si no la pensamos mucho, Inferno es una película pasable, entretenida y olvidable una vez que se sale de la sala. Sus intenciones son meramente comerciales, sin decir mucho o ir más allá de la fuente literaria de la cual que se basa. Su narración es convencional e inofensiva si, por alguna razón, se quiere hablar de una obra que quiera resaltar de las demás o, incluso, comparándola con sus antecesoras.

Lo cierto es que Inferno está al mismo nivel de las películas anteriores con el mismo protagonista: ni más arriba ni más abajo. Es el regreso correcto para poner en peligro —otra vez— al profesor de simbología Robert Langdon (el siempre carismático Tom Hanks), en una especie de tercera entrega de esta agradable saga. Esta vez, acompañado de una entusiasta muchacha obsesionada con el trabajo de Dante (Felicity Jones llena de energía y vitalidad; excelente) quien le acompaña en los escapes y carreras mientras descifran el enigma de la aventura, ahora con enigmas y planes de una conspiración mundial.

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Inferno

Este tipo de cine fue muy bien recibido cuando se hacía con más frecuencia hace unos años. Era un fácil escape para la audiencia hacia aventuras imaginadas en escenarios reales y reconocidos para darle un toque más de verosimilitud a su historia. Las mismas Código Da Vinci y Ángeles y Demonios, la agradable trilogía de Ocean’s Eleven, las locuras mágicas de Now You See Me y la súper entretenida National Treasure son ejemplos de un cine que quedó atrás para darle espacio a los superhéroes, historias con demasiada continuidad y a filmes de acción huecos y sin gusto alguno. Lo curioso es que Ron Howard ahora filma y narra con imágenes de un thriller o de película de acción que favorecen las secuencias de tensión con escapes, persecuciones o momentos en los que “peligre” la vida de los protagonistas. Un estilo muy a lo Jason Bourne, que se deja ver, pero ese tiene más razones para seguir una fórmula acelerada de acción. Estilo que no es necesariamente algo malo para Inferno, pero sí termina siendo una distracción de los diálogos rebuscados y de sobreexposición que hicieron las anteriores tan divertidas dentro de su exageración.

Pero Inferno tampoco se desvía mucho de su narrativa principal. La trama y el problema inicial son planteados con fluidez y continúa haciendo y deshaciendo nudos hasta sorprender con un interesante giro narrativo y concluir, durante la secuencia final, en la conocida salvación del mundo. Todo esto mientras se explican las razones de la conspiración con un montón de alusiones artísticas y lugares históricos reales que el autor (Dan Brown) entrelaza tan ingeniosamente y el guionista (David Koepp) adapta acertadamente.

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Inferno

Resulta, entonces, un elogio a la inteligencia de los antepasados artísticos y creativos y al legado que dejan para permitir rescatar su belleza y conocimientos con una aventura entretenida y fácil de ver. Eso sí, con buen planteamiento de su historia, de dónde viene y hacia dónde la seguimos como espectadores, y con una cantidad aceptable de secuencias que inyecten el toque de emoción que a la mayoría del público le gusta sentir desde la butaca, sin perder las complejidades propias de la saga.

Así, Inferno existe para rescatar los filmes de aventuras sin mucha magia pero con acertado ingenio. Con argumentos casi ridículos que avanzan las ocurrencias de una u otra historia, pero que funcionan porque se entienden dentro de la lógica propia e individual con las que son creadas. Nada más que el gusto de hace unos años se pierde un poco con esta entrega al utilizar las técnicas propias de la acción de hoy en día.

Queda la pregunta: ¿Por qué ya no hay este tipo de películas que no necesitan conocimiento previo o que sean parte de sagas que necesitan una continuidad de antes y después? ¿Será que el público —y los estudios— prefieren invertir en producciones inmensas antes que cuidar y mejorar filmes así, no tan costosos?

Por eso es que Inferno pasa, esta vez, como recomendación de cine del cual se sale de la sala sin preocupaciones y con el gusto de haber gozado y disfrutado el simple rato.

Calificación: 7

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