Orange is the New Black: la cuarta temporada, la mejor temporada

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Orange Is The New Black recién estrenó la cuarta temporada y es, a todas luces, su mejor temporada hasta el momento.  No solamente somos testigos del desenlace de algunos incidentes que venían gestándose desde episodios anteriores, también el regreso de personajes conocidos a los cuales les perdimos la pista hace algún tiempo y el irremediable adiós de otros que se ganaron el corazón de los fans.

Jenji L. Kohan nos tiene acostumbrados a los embates emocionales de las reclusas en Litchfield donde, queramos o no, irremediablemente las sentimos tan cercanas al punto de llorar o reír con ellas. Esto es parte de la magia de Orange Is The New Black, y en lo que posiblemente radica su éxito: nos permite envolvernos en historias ajenas pero cotidianas de personas ficticias que bien podrían ser conocidas nuestras, o incluso, nosotros mismos.

Pero, ¿por qué digo que esta podría ser su mejor temporada? Te comparto razones específicas y claras. Durante los primeros episodios, la serie transcurre como en temporadas anteriores, nada muy distinto a lo que ya hemos visto. Sin embargo, hacia el final, da un giro realmente oscuro en su historia, y lo mejor de todo es que logra sorprendernos. Pero no te preocupés, este post está libre de spoilers.

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La cárcel dejó de ser un lugar seguro

Si en algún momento George Mendez aka Pornstache nos pareció el tipo más desagradable y corrupto, al lado de los nuevos vigilantes es muchísimo menos douchebag y más comprensivo. Llegué a extrañarlo, de corazón, y estoy segura que las reclusas también. Recordemos que al final de la tercera temporada, Joe Caputo se quedó sin opciones reales para mantener la prisión y tuvo que recurrir a ayudas más corporativas que humanas. Durante esta cuarta temporada, los recortes de gastos se traducen en contratación de funcionarios que no se encuentran capacitados para trabajar en un centro penitenciario, también en el abarrotamiento de la población, con la entrada de nuevas reclusas que superan por mucho en número a los encargados de mantener las cosas en orden. Con todos esos ingredientes, solo se podría esperar caos y desorden: los nuevos vigilantes no escatiman en abusar de su poder con tal de que las reclusas hagan lo que se les pide; algunos incluso disfrutarán herirlas en el proceso de demostrar quién manda ahí.

Los bandos permanecen fuertes

Al menos en apariencia. Negras y Latinas continúan ejerciendo su hegemonía de forma paralela, aunque puedo asegurar que esta temporada es mucho más hispana que las anteriores. Se revelan historias interesantes de algunas de ellas, donde como ya es costumbre, logramos visualizar el camino que las llevó a terminar en la cárcel. Mención especial merece Blanca, un personaje que anteriormente no hacía nada más que balbucear en español, muchas veces sin un sentido real. Durante la cuarta temporada ella exitosamente logra llamar la atención con inteligencia y sagacidad.  Pero, regresemos a los bandos. Con la entrada de nuevas reclusas, se empieza a gestar un movimiento ideológico peligroso que trastoca temas difíciles como racismo y opresión. Por primera vez, vemos semblanzas similares a cualquier película o programa ambientado en una cárcel, con pandillas integradas por personas dispuestas a hacer lo que sea con tal de defender su supuesta superioridad.

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La familia es la familia

Red sigue siendo la matriarca dentro de esta comunidad forzada. Ella permanece fuerte como una roca, dispuesta a consolar a sus hijas postizas o, si es necesario, defenderlas con uñas y dientes. Es verdaderamente un alivio que entre tanto movimiento y eventos bruscos el personaje brillantemente interpretado por Kate Mulgrew continúe ahí, casi que esperando darnos un abrazo. Piper, Alex, Tastee, Dayanara, Morello… las protagonistas más conocidas y queridas por sus fans se convierten en un apoyo para el espectador, y esto dice mucho de cómo la historia llega a tornarse un poco pesada. Simplemente hay problemas demasiado grandes, incluso para nosotros como audiencia.  Vale la pena apuntar que una de las nuevas cautivas, famosa por ser una figura pública: Judy King; no es precisamente el personaje ameno y simpático que las reclusas conocieron por televisión y que este es tan solo un ejemplo de cómo las alianzas se deforman o modifican según la necesidad del momento: sobrevivir.

La tristeza como modus operandi

No se podría esperar únicamente humor y buenos ratos en una serie ambientada en prisión. Algunas historias en esta cuarta temporada son sumamente desgarradoras. Desde el conocido flash back donde nos enteramos de la vida personal de una reclusa hasta el momento real donde se comete una injusticia que dejará a otra marcada para siempre; la tristeza y la impotencia es suficiente para hacernos llorar en varias ocasiones. Como si se tratara de una provocación, el show se encarga de darnos una cachetada de brutal realidad: la normalización del abuso y el maltrato. Con desenlaces catastróficos, casi queda claro que, en retrospectiva, las reclusas disfrutaron en temporadas anteriores la calma antes de la tormenta.

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Al final de la temporada, la situación escala niveles insospechados de acción, cual tren descarrilado que parece chocará a toda velocidad contra un muro. Solo nos queda esperar qué traerá la 5ta temporada (recordemos que Orange Is The New Black ha sido renovada hasta por una 7ma temporada) Sin duda tenemos mucho qué ver todavía, con todo y el sentimiento de asombro por circunstancias que quizá no estábamos listos para presenciar.

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