Como su protagonista, Eddie the Eagle vuela… no tan alto

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Por Sergio Beeche Antezana

 

Por su título en español, Volando Alto, se puede llegar a creer que Eddie the Eagle es una historia de superación y triunfo espléndidos, y que la catarsis a la hora de que el personaje principal dé su salto final con sus esquíes será el principio de una carrera de éxitos y de la aparición de esos famosos textos que acostumbran informar, antes de los créditos, el desenlace actual de la historia de las películas que son “basadas —o inspiradas— en hechos reales”.

 

Pero no. Eddie Edwards, la persona de la cual trata esta película, logró calificar para las olimpiadas de invierno una sola vez, y es la que aquí queda representada; donde, de principio a fin, acuerpa a su personaje principal y terminan con la misma personalidad, dando un resultado final simpático y encantador, pero con sus pequeños e inevitables deslices.
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Me explico. La actitud que tuvo Edwards cuando pudo ser parte de las olimpiadas de invierno en el salto profesional de esquí fue envidiable, más aún al lograr sus saltos en competencia. Su determinación y optimismo lo llevaron a celebrar la mínima victoria y a contagiar a todo el público que lo vio. Así es como transcurre Eddie the Eagle al seguir, ahora, a este personaje que llega a contagiar su sencilla y agradable, pero decidida, personalidad. Es por eso que puede ser fácil para la audiencia adentrarse en ese mundo nevado y salir con una sonrisa que le pone a uno el peculiar Eddie del filme. No había mucha ciencia en un guion así simple, solo aportarle alma y corazón, que el director consigue sin ningún problema.

Los puntos altos están en la excelente actuación de Taron Egerton como Eddie, que va conociendo a su personaje y le da la profundidad necesaria para no llegar a sobreactuar los ademanes de la persona real; y en la música ochentera, no solo por su buena elección de canciones sino en composición, que a través del filme se escucha y le dan la atmósfera apropiada a una historia de ya varios años, pero con el tono y ritmo apropiado para envolver la personalidad optimista de Eddie.

Con todo, está ahí Hugh Jackman, quien termina por parecer con pereza de su propia manera de actuar.

Eddie The Eagle

Sus debilidades están en la intención de ir muy alto pero caer en sus pobres personajes secundarios que aparecen y desaparecen sin mayor peso propio o siquiera para avanzar la trama. Se salvan los papás de Eddie, que, desde casa, aportan la emoción y orgullo de su hijo que ven en la pantalla del televisor. Luego, con un par de alargamientos innecesarios, el filme maneja una excelente fotografía, aprovechando los brillantes reflejos de la nieve, y un pulido montaje que la acompaña, para mantener un buen ritmo y escenas agradables entre el testarudo entrenador y su insistente aprendiz.

Eddie the Eagle termina con su arraigada personalidad como personaje y como filme: agradable, distraído, terco, un poco perdido, pero muy bien intencionado y con su trabajo pulido por el esfuerzo de lograr las mejores imágenes que una historia simple como esta puede aportar. No quedará como la última maravilla de superación personal con texto al final de la película, pero queda como una recomendación para pasarla y sentirse bien y quedar como el mismo Eddie: sin pena ni gloria, puro disfrute.

Calificación: 7

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