Si Friends es una lovemark, lo demás… ¡no importa!

Colaboración por Gabriela Brenes.

Un aniversario presenta una preciada oportunidad para recordar, pero también para embarcarse en el lioso ejercicio de “desnaturalizar” lo obvio, lo propio. Tantos años queriendo una serie y alguien te pregunta: “Friends, ¿cuál es esa?” Ninguna definición resulta suficiente. ¿Por dónde empezar? ¿Ross y Rachel y el concepto de langostas? ¿El apartamento de paredes moradas, que “no es de ellos, pero sí”? ¿Central Perk (y el fracaso del capitalismo, el taylorismo y la optimización de los tiempos)?

Lo cierto es que para muchos, Friends ya es una suerte de lovemark. Es, como indica Kevin Rogers (Saatchi & Saatchi), “el futuro más allá de una marca”: esa serie que atesoramos aún 20 años después y que, por más que nos repitan que no habrá un episodio de reunión, aquí seguimos esperando. (N. de A.: Si es formal y puramente una lovemark o no, eso quedará para otra ocasión)

Sin duda sufrió la erosión de un exceso de re-runs sostenido por años, pero ni bien escuchamos el do sostenido de la guitarra, ya hay un click, ya se dio una predisposición positiva.

 

Friends nos preparó el paladar

En la televisión, como en la vida, los ciclos se renuevan. Terminó Friends y aparecieron series como Sex and the City y How I met your Mother (HIMYM). ¿Similares? Definitivamente. ¿Iguales? Jamás. En Friends, de todos los valores diferenciales que podríamos resaltar, quizá el más decisivo es, a su vez, el más pedestre: la ubicuidad. Presenta situaciones arquetípicas de gente promedio, sus molestias terrenales—un trabajo soso, problemas de apartamento, jefes insoportables, las presiones de una vida urbana—y una familia disfuncional. De ahí que los conflictos terminen siempre en ese núcleo de contención: los amigos.

Esa ubicuidad permitió dotar la serie de un tono más cálido, llenándola de texturas (el bigote de Richard), imágenes (Tag, el asistente), aromas (el apartamento del Ugly Naked Guy), sabores (el sándwich de pavo del día después, todo cocinado por Mónica), melodías (Smelly Cat).

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Incluso frente a series contemporáneas como Seinfeld, que también marcaron esta generación, el tono de Friends es distinto. Mientras Jerry Seinfeld contaba su historia bajo la premisa “tómalo o déjalo”, Friends se posiciona con mucha mayor cercanía. Sentimos intimidad con la serie, hay empatía con los personajes—sabemos que Mónica es la tía que siempre tiene chicles—y experiencias memorables, fortalecidas racional y emocionalmente.

Estas conexiones, esa calidez es la que permite que hoy, aún cuando los beneficios de nuevas temporadas hace tiempo que se desvanecieron, todavía recordemos con gusto cada momento.

Las lovemarks inspiran una lealtad que trasciende la razón. Generan respeto, incluso cierta liturgia y sentido de inviolabilidad. Quienes crecimos con Friends y ahora vemos HIMYM, apreciamos las bondades de ambas, pero seríamos incapaces de sustituir una por la otra. El alcance de HIMYM descansa en gran parte sobre la masa crítica de los fans de Friends.

 

 

 “Perks” y datos inútiles que no supero

Chandler. El sarcasmo de Chandler, sus bailes, todo el personaje. Por el momento, no podría visualizar a ningún otro actor interpretando a Chandler. Más en esencia que en nombre—un tanto diferente que el caso de Jennifer Anniston—Mathew Perry se nutrió de Chandler y viceversa.

1. Oh my God…no hay que aclarar más.

 

2. El mordisco de Phoebe (y la nalga de su víctima).

 

3. Que a Chandler le chuparan el cuello en el metro/subte.

 

4. Y un descubrimiento personal: en el legendario episodio de “We were on a break!” (T3, Ep. 16), Ross toma una Red Stripe, cerveza típica jamaiquina.

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Ellos crecieron, nosotros…

En entrevista con The Guardian, Martha Kauffman confirmó que la serie no iba a tener episodio de reunión, ya que “siempre supimos que el show debía terminar cuando los personajes tuvieran sus propias familias, porque ahí es cuando ya no es momento de que tus amigos sean tu familia. Todo cambia de nuevo”.

¿Será una campana para nosotros?

 

Por ahora, intentaremos visitar el Central Perk en Nueva York, con Gunther, los pantalones de cuero de Ross y café gratis hasta el 18 de octubre.

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