45 Years (45 años) es posiblemente una de las películas que ha pasado más desapercibida en esta temporada de Oscar; después de todo ha sido poco anunciada, a pesar de la recepción tan positiva que le ha dado la crítica y sus múltiples nominaciones y premios, especialmente en Europa. Al final, se trata de una película sencilla, con un storyline bastante simple, pocos personajes y pocas locaciones, nada de qué alarmarse.

Sin embargo, hay algo mágico, intrigante y ridículamente familiar en el trailer de la película dirigida por el director británico Andrew Haigh, que me movió a verla y que ahora la convirtió en una de mis películas favoritas de los Oscar.

¿De qué trata 45 years?

Después de 5 años de haber cancelado su cuarentavo aniversario de bodas, debido a un problema de salud que afectaba a su marido Geoff (Tom Courtenay), Kate Mercer (Charlotte Rampling) decide planear la fiesta de aniversario conmemorando no 40, sino 45 años del matrimonio.

Una semana antes del evento, Geoff recibe una carta desde Suiza, en donde se le comunica que el cuerpo de su exnovia, que murió en los  60s mientras realizaban una expedición, fue encontrado. En un principio, este hecho pareciera no tener importancia pero conforme transcurre la semana, el espacio y la tensión entre la pareja aumenta cada vez más, los celos crecen y las inseguridades se manifiestan. Un matrimonio de 45 años llevado a la ruina. Un matrimonio que a pesar de haber podido haberse basado alguna vez en amor, ahora parece haber sido basado más bien en mentiras.

El inquietante y omnipresente silencio en 45 Years

Durante toda la película se puede palpar una intensa atmósfera de pasividad y silencio: en sus locaciones, en sus interacciones como pareja, en cada escena. El silencio construye una mayor y mayor tensión para desencadenar en algún momento el caos interno de los personajes.

Los Mercer viven en Norfolk, un pueblo situado al Este de Inglaterra donde aparentemente nada pasa. Viven en una casa rodeada de árboles y neblina, alejados de la ruidosa y acelerada ciudad. Más o menos el lugar con el que uno sueña retirarse algún día.  Sin embargo, el silencio no solo invade Norfolk, sino también el hogar de este par de adultos mayores que hasta aquel momento parecían ser una pareja como cualquier otra de cualquier edad. Geoff es inclusive un poco inmaduro, apático y descuidado, mientras Kate es la mujer madura, desprendida y amorosa que cuida de su esposo. Sin embargo, después de la llegada de la carta, el silencio empieza a reinar en su hogar. Geoff comienza a moverse escurridizamente por el ático, buscando fotografías o recuerdos de su joven exnovia, ¡inclusive va a una agencia de viajes a preguntar por tiquetes a Suiza! Mientras tanto, Kate rebusca en el pasado de su esposo y se lleva varias desagradables sorpresas que le hacen dudar de su marido y vivir una semana de perros.

La mentira en la omisión y la tortura de la incertidumbre

Si bien Geoff nunca le escondió a Kate la existencia de su exnovia en su pasado, hay muchas cosas que dejó por fuera o, más bien, omitió. Por lo tanto, su esposa va armando las piezas en el rompecabezas y conforme pasan los días va construyendo la verdad sobre Geoff y Katya, y lo que pudo haber sido de la joven pareja si su relación no hubiese sido interrumpida por la tragedia de su muerte. Kate va guardando celos y sentimientos de inseguridad sobre su relación, que definitivamente se van reflejando y creciendo conforme avanza la película. ¿Qué tal si ese matrimonio que construyó con amor durante 45 años no fue amor completamente sino un sustituto de la nostalgia del que sí lo fue? ¿Qué tal si todas las decisiones tomadas por Geoff en su matrimonio son consecuencia de sus recuerdos? ¿Qué se siente haber sido la posible segunda opción? ¿Por qué la pareja no tiene fotografías? ¿Por qué Geoff es tan distante? ¿Por qué?

En una acumulación de envidia, ira y celos, Kate continúa con el planeamiento de su fiesta de aniversario, con la esperanza de que en algún momento las cosas mejorarán… Sin embargo, la paranoia de sentir la presencia de Katya (difunta hace 50 años) en cada esquina de su casa, en cada detalle de su vida y en cada canción que escuchaba, la lleva a desplomarse eventualmente.

Con la magnífica actuación de Charlotte Rampling, nominada al Oscar como mejor actriz este año (y gran merecedora de la estatuilla), y un final maravilloso, lleno de sentimientos encontrados que nos persiguen por semanas, películas como 45 Years resuenan en nuestra mente de manera incesante y no permiten que las borremos de nuestra memoria, porque sencillamente nos llegan al alma, son ciertamente familiares, mueven una parte de nosotros y nos hacen ponernos en los zapatos de los protagonistas y vivir en su piel el conflicto, un conflicto especialmente dramático porque es posible y vive dentro de nosotros, en nuestras relaciones.

Después de todo, los Mercer son un matrimonio como cualquiera, tienen una relación como la que cualquiera de nosotros ha tenido o tendrá ¿qué nos hace inmunes de correr con la misma suerte?