Mary Poppins (1964)

Sergio Beeche Antezana
Sergio Beeche Antezana

 

 

 

No dejo de sentir un sinsabor cuando recuerdo que la autora original del icónico personaje, P. L. Travers, casi llegó a odiar la versión cinematográfica que es el clásico que conocemos hoy. Ella lo tenía claro: Walt Disney solamente haría de su creación un nudo de sensibilidad y cursilería entre canciones y dibujos animados. Después de todo, Disney, la compañía (todavía al día de hoy), parece ser el —falso— inicio de muchas ideas originales, después de ser pasadas por el filtro familiar y, claro, de sensibilidad. Pero había cierta magia en este señor Disney que conseguía hacer un balance más profundo del que llegamos a ver en sus películas. Eso sí, hoy nos toca recordar el que podría ser su logro más importante, y por supuesto, al que le puso más esfuerzo.

Mary Poppins (1964)
Mary Poppins (1964)

Mary Poppins, antes que un personaje, es un ideal. La concepción de niñera excepcional que se extiende a un ideal de figura maternal, la cual va incluso más allá con la posibilidad de ser el albergue de cariño, firmeza, paciencia, fuerza interna y gentileza. Es por eso que Mary Poppins, como personaje de los libros y de la película, resulta un tanto misteriosa. Ella se dice perfecta en prácticamente todo sentido, pero es vanidosa, irónica y suspicaz. Eso sí, nunca deja algo al azar; ella es parte de la solución que no debe recordarse que estuvo ahí. Como resultado, el recuerdo de su película es fugaz, pero más significativo de lo que muchos quisieran creer.

Mary Poppins (1964)
Mary Poppins (1964)

Podría ser por su completa innovación en efectos especiales y prácticos que resultaron en las imágenes mágicas del filme. O podrían ser las inolvidables melodías que los hermanos Sherman idearon; esas que, al día de hoy, serán inigualables en su complejidad, gusto y encaje perfecto con la historia. Hasta pueden ser los riesgos técnicos, narrativos y en términos de coreografía que Disney quiso implementar. Pero en gran parte, me atrevo a decir, viene de la interpretación de Julie Andrews, inigualable en la profundidad que consigue transmitir mientras conserva el aura de misterio seductor del personaje.

Mary Poppins (1964)
Mary Poppins (1964)

Pero la cosa podría ir un poco más allá. Los temas evidentes sobre la familia y la atención a los hijos albergan conceptos más interesantes que hay que leer entre líneas para encontrarlos. Por más que sea un poco cansada, la secuencia de dibujos animados muestra, sin que nos demos cuenta, el agradecimiento de Mary Poppins a Bert y su respeto ante ella como mujer (ojo la letra de Jolly Holiday). Siempre está claro que son individuos; amigos, no más que eso. Dentro de esa misma secuencia, el papel del zorro (irlandés), mientras lo persiguen para cazarlo, es una sugerencia al miedo y poder de una nación sobre otra. Al principio del metraje, también, se muestra a la madre de Jane y Michael, siempre bien preparada y en constante defensa a favor de los votos para las mujeres; sabe su lugar dentro de la casa, pero está lista para luchar por lo que cree. Y no olvidemos el engaño de los banqueros sobre los niños y las ventajas de invertir ciegamente en su institución. ¡Asuntos políticos, económicos, sociales y hasta místicos en un musical!

Mary Poppins (1964)
Mary Poppins (1964)

Todos estos conceptos son llevados con cierta ironía y jugueteo entre bromas y canciones. Eso, para muchos, podría restarle peso a lo que un filme quiere transmitir (o cómo lo transmite). Al contrario: el poder enmarcar los diferentes mensajes y subtextos en una historia para toda la familia —¡y con canciones!— es un audaz logro en sí mismo. Cada momento en Mary Poppins cuenta, no solo para entretener, sino para darnos cuenta de que su cometido de distraernos de la cruda realidad es solo una manera de verla con otros ojos. Entonces, contra todo pronóstico, la que parecía ser una mera película inofensiva, de muchos colores y llena de felicidad resulta ser el ejemplo perfecto de cómo la distracción del momento hace que los problemas puedan ser algo del pasado, o que se puedan sobrellevar de una manera diferente.

Mary Poppins (1964)
Mary Poppins (1964)

Mientras pensamos que afuera están las cosas que nos preocupan o nos asustan, es en ellas que podemos reconocer y agradecer que el momento preciso que vivimos es el que verdaderamente cuenta. Todo es fantástico cuando lo contamos como algo pasado, pero olvidamos que lo malo también fue algo que ya acabó. Así, Mary Poppins nos da su mejor consejo: una cucharada de azúcar hace que la medicina baje con más facilidad. ¿Por qué no disfrutar de una buena melodía y la sonrisa que nos pueda causar? Las dificultades estarán ahí, pero pueden sobrellevarse de una u otra manera. Después de todo, no enfrentaremos nada que no podamos sobrevivir.

Mary Poppins (1964)
Mary Poppins (1964)

El éxito que Mary Poppins tuvo en su momento hace que hoy la recordemos como el clásico que ya es, pero no como la compleja narrativa que todavía puede llegar a ser. Y es ella, con su penetrante mirada, que nos observa mientras descubrimos mejorar como personas, sin perder la imaginación y magia que podía caracterizarnos de pequeños. Cuando solo necesitábamos ese pequeño empujón que luego no recordaremos de dónde salió esa fuerza con la que vivimos cada momento alegre y amargo, callado y bullicioso, preocupante o emocionante. Esas emociones propias de la vida son parte del viaje que rodea el propósito de Mary Poppins cuando llega y cuando se va. Su curiosa figura y misterioso aire de serenidad imperturbable solo es parte de los vientos que se llevan los recuerdos, esos que consiguen regresar de alguna manera. Ella está consciente de su papel y lo toma sin quejar, solo esperando que los vientos cambien el rumbo otra vez.   

La Mary Poppins (de 1964) original se encuentra disponible en Netflix.

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