The Americans, una última vez

Sergio Beeche Antezana
Sergio Beeche Antezana

 

 

 

Desconocidos son los caminos que tendrá una serie de televisión. Mientras que un desliz en ratings o contenido puede significar una cancelación inesperada o temprana, el entusiasmo que el público le puede tener a un programa lo puede llevar más lejos de lo que se puede esperar. Entonces, resulta muy extraño —casi imposible— que una serie pueda concluir con las intenciones propias de los guionistas de terminarla. Cuando eso sucede, quienes amamos y pensamos las series con tanto entusiasmo, no podemos más que maravillarnos ante el logro de ver “cerrar” (¿o no?) debidamente esa historia.

The Americans, a través de los años, fue alabada como una de las mejores series de la televisión contemporánea (me incluyo en el entusiasmo). Ahora, una vez que su final sucedió y el panorama general de su sola existencia, junto con las variables que la complementaban, puede verse completo, no queda más remedio que ponerla en la cúpula de las realmente mejores. Ni siquiera con sus altibajos la bajaría de su merecido lugar. Y es que después de caer en un poco de lentitud durante su penúltima temporada (la quinta), el ritmo debía acelerar su paso al llegar los diez episodios de la última y darnos, para sorpresa de muchos, no una explosión, sino una reflexión.

The Americans
The Americans

Más allá de los finales o la necesidad del espectador de recibir respuestas a las preguntas que una serie plantea, The Americans consigue, sin traicionar un estilo ni las características que le daban personalidad, reevaluarse como historia. Durante su última temporada, la serie se permitió seguir cierta línea de nuevas posibilidades (siempre acorde el curso de los hechos históricos), pero agotando las que podían tomarse como claras de una trama en su recta final. Y sin embargo, nunca perdió su verdadero motivo y núcleo principal: el vistazo íntimo a un matrimonio arreglado que debió aprender a convivir y a relacionarse en un país foráneo, mientras la lealtad permanecía siempre con otra patria.

The Americans
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Queda claro: no hay ni un ápice de simplicidad en esta serie. Sus caminos siempre fueron de enorme peso dramático, narrativo y relevante. Siempre que se pensaba que tomaría cierta ruta, los creadores —con su cuidadosa atención por los detalles— llevaban la historia por donde debía transcurrir (sin intentar dejar al espectador contento o desilusionado). Su forma de avanzar era la correcta. El estilo callado, constante y cauteloso hacía que quedara desapercibida por muchas personas. Pero entre tanta bulla y programa pomposo o extravagante, listo para llamar la atención, The Americans se dedicaba a demostrar lo suyo, sin pedir demasiada atención, solo marchando y relatando la mejor versión que pudiera contar de su historia.

The Americans
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Y tampoco es que no tuviera sus giros y sorpresas; incluso, el ritmo podía variar y drenar un poco al espectador al verla. La idea siempre estuvo en balancear la familia que quería ser tradicional, mientras los padres eran espías de la KGB durante la Guerra Fría. Vaya normalidad. Por suerte, eso no le quitó la intención de siempre enfocarse en las relaciones y dinámicas de los personajes principales como plano constante, fuera lo primero o lo segundo en cada episodio. Fue en su último episodio que convergieron las confrontaciones finales, las duras decisiones y los sacrificios que eran inevitables para todos los involucrados. ¡Qué diálogos, qué actuaciones, qué complejidades visuales y narrativas! No hubo guion que no fuera interesante, encuadre que no representara algo más.

***

Al final, una serie no termina. Mientras que la conclusión es inevitable a la hora de finalizar un episodio o una temporada (también abierta para continuar), cuando llega para un programa de televisión como un todo, al tener cierta expectativa de cómo cerrará la cantidad de historias que tenía pendientes y que al final no responda más que con la posibilidad de continuar esas historias, es ahí que podemos comprender la verdadera magia de las series de televisión.

The Americans
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No hay por qué dar algo por terminado cuando la vida sigue su camino. Sin tiempo definido y sin detenerse siempre donde uno quisiera, lo más que se puede hacer es concluir lo que se propuso originalmente y dejar que el resto sea parte de lo desconocido. Cuando eso le sucedió a The Americans con su episodio final, la alegría de saber que ese era el final que la serie merecía no podía ser más genuina de mi parte. Bien hecho.

The Americans
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Durante su escena final, mientras Philip y Elizabeth (ahora con sus nombres rusos de vuelta) contemplan el regreso a su ciudad natal, queda claro que los nuevos cambios no serán parte de lo que veremos desenvolverse en pantalla. Es un lugar completamente desconocido, y, por lo tanto, así es como debe quedarse para uno como espectador. Porque por más que se nos mostró (con increíble destreza) el retrato de esta familia y el curioso desarrollo que llegó a tener, la privacidad de los personajes más allá de ese punto resultó ser significativo para la serie misma.

The Americans
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Así, las cualidades de un final pueden manifestarse de muchas maneras; aquí, para dejar que una vida imaginaria siga su camino, es más satisfactorio saber que puede comenzar de nuevo sin que sepamos cómo sucede, sin recurrir a soluciones convencionales de una narrativa. El devastador impacto de quedar en incertidumbre queda grabado, por más que sea callado, constante y cauteloso.

Hasta siempre, The Americans.

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