Con excelente ejecución, American Crime es cruda y realista, pero envolvente

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Por Sergio Beeche Antezana

 

 

Estamos en la época de las series en antología, donde cada temporada cuenta una historia nueva que tendrá su cierre y no volveremos a ver a sus personajes. En varios casos, los actores vuelven a aparecer, pero encarnando nuevos papeles, generalmente muy diferentes de la vez anterior. American Horror Story (FX) es la culpable de esto. Con su éxito, cada vez llegan más antologías que resultan extremadamente populares, al no ser de larga duración o con conocimiento previo. Eso sí, con resultados diferentes: con la mencionada creación de Ryan Murphy, los planteamientos de “historia de horror” resultan más risibles con cada entrega que sale al aire; True Detective (HBO) cautivó con su primera entrega, mientras que cayó en la desgracia con su terrible segunda temporada; no así con Fargo (FX), que sorprendió en la primera y aún más en la segunda, hasta podría decirse que superó a su antecesora. Estas antologías han sido conversadas y popularizadas por el desapego que existe al poseer todas cierre definido.

Pero, por alguna razón, poca atención ha tenido la serie de ABC con el mismo formato, American Crime, creada por John Ridley, que estrenó hace poco su segunda temporada. Siguiendo historias sobre temas delicados o de minorías, American Crime es una de las agradables sorpresas que aparecen de repente y vale la pena darles seguimiento por su interesante calidad.

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Verán. Mientras que la primera temporada se centró en un caso de asesinato y las consecuencias para las familias involucradas —tema bastante conocido—, esta segunda se centra en la acusación de una violación hacia un chico de colegio y las repercusiones que se presentan ante los profesores y las familias que están ligadas a la institución privada. Ese incómodo y poco tratado tema que la serie claramente pone en evidencia: “Los muchachos no hacen eso a otros muchachos”.

American Crime insiste en eso y desarrolla sus personajes a través de la trama que sabemos que irá a cierto punto de explosión, pero no sabemos cómo o con cuáles consecuencias. Es lo interesante de verlo desde los puntos de vista de la directora del colegio (la genial Felicity Huffman), la madre de la víctima (excelente Lili Taylor), el entrenador del equipo de básquetbol de donde sale el agresor (Timothy Hutton), una madre sobreprotectora de mucho poder económico (la imparable Regina King), la misma —supuesta— víctima (muy buen trabajo de Connor Jessup) y el asustado y confundido —supuesto— agresor (Joey Pollari).

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Esa rápida descripción del montón de nombres, viene de las posiciones incómodas de cada personaje afectado por la acusación inicial, donde la premisa viene a ser solo el comienzo de las interminables ramificaciones de lo que es un tema así, algo que la gran mayoría de las personas decide y/o prefiere ignorar. La serie desentierra el asunto y le da el necesario toque humano de todas las versiones que salen a la luz conforme avanzan los episodios (diez apenas).

Y para darle el mayor elogio, hay que rescatar y darle mención especial a la dirección que le dio John Ridley en el primer episodio y mejorado grandemente por Clement Virgo en el segundo (¡excelente!). Llevando las emociones y los espacios de manera claustrofóbica, con incómodos primerísimos planos sin cortes de los rostros de los personajes, como si no hubiera escapatoria de las decisiones que se toman y los difíciles silencios parecen no irse a corte a la siguiente escena; es una insistencia inteligente para evidenciar las emociones presentes de desesperación cada vez que se habla del asunto.

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Con todo, American Crime es, de nuevo, una agradable sorpresa que, por más que sus conceptos sean serios, reales y manejados con delicadeza, resulta novedosa e hipnótica por su composición visual, excelentes actuaciones e historia envolvente. No se la pierdan.

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