La inesperada calidad de American Vandal

Sergio Beeche Antezana
Sergio Beeche Antezana

 

 

Si habláramos solo de la manera en que están construidas las series, no todas pasarían la prueba de los atajos y clichés que toman para que la trama pueda avanzar. Por lo general, los giros narrativos aparecen para que exista un conflicto que más tarde pueda ser solucionado. Las conclusiones de una historia permiten que el espectador tenga la sensación de cierre y continúe con la siguiente serie. Es una comodidad que muchas personas necesitan cuando consumen Cultura Pop. Pero las series no siempre estarán diseñadas para terminar. Parte de su magia es esa continuidad implícita que tendrán los personajes cuando ya no los veamos más.

Entra American Vandal y se permite diseñar su historia —a la perfección— alrededor de ese concepto: una pregunta clave que desata el resto de la serie y que debería ser respondida al término de sus ocho episodios. ¿Quién dibujó los penes y por qué? Si quedan intrigados o solamente confundidos, tengan paciencia y permítanme explicarles.

American Vandal
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El 15 de marzo del 2016, en la tarde, alguien decide ir al parqueo de su colegio y pintar, con spray rojo, veintisiete dibujos de penes en cada uno de los carros de los profesores. Naturalmente, el parqueo contaba con cámara de seguridad para saber quién era el culpable, pero la grabación de ese lapso de tiempo (entre las 2 y las 2:30p.m.), cuando la persona dibuja los 27 penes, desaparece.

American Vandal
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En la superficie, la premisa es difícil de creer; un poco muy alocada para tomársela en serio. Como reacción natural, es un programa que se puede evitar fácilmente y sin pensarlo mucho al buscar qué ver en Netflix. No puede haber mucha seriedad con esa descripción; entonces, puede tratarse de una comedia. ¿Y qué tiene de interesante? Entre otras razones, y porque hay que verla para creerlo. La curiosidad puede atrapar a alguien y tomarlo completamente desprevenido por la genialidad que es American Vandal.

American Vandal
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Tomada con total seriedad por parte de sus personajes, la estructura prestada de Making a Murderer se hace evidente en American Vandal. Claro, es una sátira de este tipo de programas: una manera de burlarse de los elementos que tanto atraen a televidentes para saber cómo se desarrollan ciertos crímenes de la realidad. La organización de las ideas está ahí, junto a imágenes que se deben tomar prestadas de Internet o a partir de entrevistas luego de que ocurre el vandalismo.

American Vandal
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Si pusieron atención hasta este punto, créanme, se pone mejor. Una vez que el crimen está claro, que se revelan las consecuencias y que surge la duda de quién lo hizo realmente, la trama, a través del trabajo investigativo de Peter y Sam, solo se deja ir. Con estructura documental dentro de la serie misma, los detalles para concretizar al culpable y la escena del crimen surgen de la manera más astuta y con una naturalidad del todo inesperada. Son detalles absolutamente ridículos, salidos de conjeturas propias de una realidad colegial, pero terminan siendo tan irresistibles que solo terminan siendo asombrosos por lo ingeniosos que resultan.

American Vandal
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La construcción de los hechos tiene ayuda cibernética y de redes sociales, con seguridad de la tecnología que rodea a los jóvenes que todo lo quieren publicar. Pero no hay advertencia para lo minucioso de las imágenes que asemejan fiestas y filmaciones furtivas. Es con un montaje excepcional que todo funciona para llevarnos, junto a los documentalistas, por las teorías y hechos reales que van encontrando en el camino. Termina siendo inevitable que uno, como espectador, deje que la ideas surjan entre cada hipótesis; pero la serie va un paso adelante: se encarga de responder y de observar cualquier detalle que pueda haberse escapado en el camino. Brillante.

American Vandal

Y la cuestión es que, con la superficialidad del tema, ¿qué relevancia puede tener que se descubra la verdad sobre quién dibujó los veintisiete penes? Es en su segunda mitad (porque parece que está diseñada para ver cuatro episodios primero y cuatro después; si no son todos de una sola vez) que American Vandal descubre que tiene, como eje temático, las ideas de la justicia, de las relaciones entre estudiantes, de los ambientes en los que crecen las nuevas generaciones, de los juegos de poder, de cómo se desarrollan las relaciones de amistad, entre muchos otros más. ¡No es tan vacía ni hueca como su premisa nos hizo creer al principio!

American Vandal
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La naturalidad de la serie permite que el ojo juvenil se enfrente a ser juzgado por su “portada” y por las conocidas decisiones inmaduras de esa edad. Los diálogos son simples, propios de estudiantes de secundaria, pero con un toque de malicia y cuidado para no perder el hilo de una historia que se quiere contar. Más aún: el clímax de esa historia, junto al cambio de personalidad de todos los involucrados, cambia el panorama, le da vuelta a la moneda y decide dejar el viaje narrativo como moraleja sin dar una clara respuesta a la pregunta inicial que tanto ayudó a construir su trama en primer lugar. De nuevo: brillante.

Así, American Vandal consigue darle una conclusión a su historia, sin necesariamente haber terminado de contarla. Su ingenio y dedicación por sacar la tarea de hacer una parodia y darle sentido a las diferentes capas temáticas permiten que los hechos ridículos y de mera ficción tengan su apropiado subtexto. La relevancia de los penes en los autos de los profesores da paso a que las capas del relato se vayan revelando y amplíen la visión de la serie a mucho más que su sinopsis. Al final, quedo contento y realmente asombrado de ver cómo puede cautivar esta ingeniosa manera de desarrollar un relato y la perspicacia con la que culmina la historia, que no se deja hundir por su disparatado primer encuentro.

 

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