Manchester By The Sea: humanidad y circunstancia

Sergio Beeche Antezana
Sergio Beeche Antezana

 

 

No son pocas las veces que se retrata en cine la pérdida de un ser querido. De hecho, a veces funciona como giro narrativo para captar la atención del espectador o ahondar en la profundidad de los demás personajes que veremos reaccionar ante un suceso así. Se vuelve delicado, por no decir que a veces puede llegar a ser manipulador. Pero no dejan de ser momentos clave cuando una historia lo incorpora en su narración. Esta vez, Manchester By The Sea utiliza un acontecimiento así para apenas dar comienzo a su relato.

Luego de la muerte de su hermano, Lee Chandler debe lidiar con todos los pormenores que implican ser el único pariente cercano de su sobrino, Patrick. Él estará encargado de velar por el muchacho de dieciséis años y, por las diferentes circunstancias que vivió en su pasado, no quiere hacerlo. Estos detalles de su premisa son, en realidad, casi todo el filme que plantea y construye Kenneth Lonergan, desde su propio guion. A través de una narración concreta, pulida y sin un solo desliz, lo verdaderamente importante aquí son los momentos, reacciones y decisiones que tienen los personajes a la hora de enfrentar cierta noticia y cómo las acciones y sucesos del pasado moldean cada incidente del presente.

Manchester by The Sea
Manchester by The Sea

Por eso, Manchester By The Sea es cine con alma. Un alma quebrantada y adolorida, pero que se ve en la necesidad de continuar observando la vida de estos personajes que vemos en pantalla. Con un ritmo y montaje cuidadosos y una colocación precisa de cada escena, este es file que —al menos en mi caso—, nunca queremos que se acabe. Porque incluso, por más que sea y exhiba una atmósfera de tristeza y hasta de depresión, Manchester By The Sea muestra retazos en los que uno no puede evitar reír de las cosas patéticas de la vida. Esas de las cuales no es posible escapar en su momento. Los patetismos vienen a ser una parte jocosa para la película, aportando momentos de curioso estilo narrativo con los detalles irónicos de la vida: graciosos cuando no se es parte de ellos. Es la vida misma: una constante tragicomedia.

Es cuando deslumbra la increíble, increíble actuación de Casey Affleck, quien demuestra una habilidad para transmitir tantísimo sin necesidad de expresar demasiado. Su personaje es cerrado y reservado, pero permite que el espectador se adentre en su caparazón de emociones. Affleck encierra su actuación en capas de profunda tristeza y permite que la barrera entre los personajes sea permeable con la audiencia que lo ve y puede entender por qué toma ciertas decisiones. A su lado, Lucas Hedges, como el sobrino desinteresado, adolescente y sin mucha idea de lo que le sucede, brilla con su propia luz y hace un incómodo dúo con su tío. Entre los dos, aportan una dinámica inesperada y sensible como las dos almas que se cruzan y deben convivir entre el dolor y la incertidumbre.

Manchester by The Sea
Manchester by The Sea

Por ahí, Michelle Williams se hace notar con apenas unas cuantas escenas y alza la increíble historia de su personaje, que no necesita decir mucho para comprenderla. Ella también crea una barrera en la que habita en este personaje, más allá de las meras palabras. El filme la comprende y le cede el espacio para conseguir el peso emocional necesario y dejar ese enorme impacto durante su crucial escena.

Entonces, en Manchester By The Sea, ningún diálogo queda desperdiciado. Como las actuaciones deben ser las que transmitan más en los momentos de silencio, el guion concede momentos de inteligencia y afinidad con cada frase que se dice. Ahí, Lonergan se aprovecha para hacer casi lírica su narración con imágenes y música. La colocación y mezcla de estos dos aspectos construye y le da vida propia al pueblo que protagoniza y es testigo de esta particular historia que se relata. Manchester está junto al mar, pero el gigante azul parece lejano y distante, sin mucho campo para que diluya y se lleve el sufrimiento de los personajes. El encuadre es colocado casi siempre hacia tierra firme, con el mar como observador constante de la humanidad en crisis. Es paradoja poética.

Manchester by The Sea
Manchester by The Sea

Al igual que la composición más compleja, Manchester By The Sea no es cine fácil de ver, observar o analizar. Por otro lado, su sutil composición hace que parezcamos apenas visitantes de esta familia y su circunstancia del momento. Es como si la película pudiera seguir mostrando los vistazos que tenemos de ellos, sin cansar un solo segundo. Un reflejo de la vida misma, por más dramática que sea, preparada para seguir su camino, estemos listos para acompañarla o no. Real, nunca exagerada ni sobredimensionada en emociones, este filme es la dosis perfecta de cine hecho con el corazón —y con buen sentido de lo técnico— para asombrar con su sencillez, pulcritud y sinceridad.

Calificación: 10

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