Por Sergio Beeche Antezana
¿Qué se puede esperar de una secuela que se sabe el principio, el medio y el final antes de siquiera aparecer el título? Entretenimiento fácil, nada más.
El intento de contar alguna historia en una película de dinosaurios que se salen de sus encierros es olvidado porque es una simple excusa para ver a gente ser comida o sentir un poco de adrenalina si tienes un hocico inmenso a diez centímetros de distancia. Sabemos cuáles personajes morirán, cuáles vivirán y que el control del parque se perderá en algún momento. Eso sí, los celulares nunca dejan de funcionar (¡y en Costa Rica!).
Jurassic World no pretende ser más que esa fórmula conocida y palomitera que entretendrá a millones, y está bien, la película cumple con eso y entretiene; pero se siente más predecible y hueca que cualquiera de sus predecesoras. Los personajes están apenas para mover la trama y rellenar un argumento exprimido hasta de la manera más sosa posible. Tanto así, que el sentido de riesgo nunca llega a elevarse o a sorprender. El supuesto dinosaurio creado genéticamente, anunciado como el más grande de todos, no es tan inmenso como parece y resulta más grandioso el que sale del agua, que solo hace su aparición un par de veces.
«The key to a happy life is to accept you are never in control» – Masrani (Jurassic World)
Entonces, Jurassic World recurre a la nostalgia de Jurassic Park, al mostrar lugares conocidos y encuadres que hacen homenaje a escenas icónicas de la primera entrega, como si no fuera posible sostenerse por sí sola, y mostrándolas de la manera menos creíble posible. Ahí también entra en juego la música de Michael Giacchino, quien no podía dejar de lado la famosa melodía original de John Williams; por suerte, Giacchino compone nuevos temas que acompañan bien al nuevo filme.
La película pudo haber mostrado temas de la codicia humana, problemas familiares y de los excesos que buscan las masas, pero nada va más allá de la simple mención con una línea de diálogo, rápidamente olvidado. Ni qué decir de la baja calidad de los efectos especiales, ¡los dinosaurios se ven aún más falsos hoy que en 1993! Incluso, esos aspectos tan geniales de tensión con la cabra y el vaso con agua de la original parecen obras maestras a la par de las pobre construcción de escenas de suspenso en esta.
Si hablamos de actuaciones, solo Bryce Dallas Howard hace lo que puede con un personaje femenino tan pobremente construido. Los sobrinos de ella son dos muchachitos unidimensionales que no generan ni un ápice de empatía y Chris Pratt solo sabe abrir mucho sus ojos. Una lástima porque la dirección de Colin Trevorrow es buena y atinada en el montaje.
El hecho de revivir una franquicia tan popular se entiende desde el lado económico (porque sabemos que la película llenará las salas), pero hacerlo con la poca creatividad que muestra es simplemente trampa y decepción de algo que pudo haber sido mucho mejor. Termina poniendo en alto a las anteriores.
En el cine, si no encuentran campo, no ha problema: vean, mucho mejor en todo sentido, Mad Max: Fury Road.
