Cuando se hace televisión, el oficio de idearla, prepararla y producirla, no siempre se piensa en términos emotivos hacia los personajes que habitarán la serie. Claro, cada historia debe tener un núcleo emocional posible que sostenga los giros y lleve a buen ritmo el tiempo que se pasa con las personas ficticias. Sin embargo, hay ideas que crecen de cierta manera y no dejan nada escondido cuando se trata de darle el mejor tratamiento al relato que se está contando. Y más aún, cuando ese relato resulta ser una parte indiscutible de la vida específica y nada especial que solo intenta sobrevivir en su pequeño y frágil mundo. Fleabag es eso y mucho más. Pongámoslo de manera simple: esta es televisión imperdible, irrepetible, trascendente.
Cuando ella misma describe a su personaje, Phoebe Waller-Bridge no necesita decir mucho más de lo que ya muestra dentro de la serie. Su segunda temporada es tan, pero tan excelente que no hace falta explicarla porque cada segundo habla por sí mismo. Con una sencillez impresionante, el desarrollo de esta serie percibe el mundo con un optimismo diferente, un cuidado narrativo que pocas veces se llegará a ver en televisión. Venida de la imaginación y claras emociones de su creadora, Fleabag se permite existir sin buscar hacer competencia ni exagerar sus momentos importantes. Sabe que toda escena es importante y que tiene algo que decir.
Fleabag es, entonces, una recolección de eventos que demuestran un amor incondicional hacia los personajes por parte de su creadora y de los actores que los interpretan. Es una observación furtiva a una vida frágil y espontánea, de la cual su protagonista nos permite ser parte (mediante el mejor rompimiento de la cuarta pared que jamás será usado). Definida por las personas que la rodean y las dinámicas que tienen, lo furtivo se vuelve empatía; y la empatía se transforma en amor. Porque solo eso se puede sentir cuando se la ve, cuando cada personaje abre un poco su corazón durante el tiempo que comparte en pantalla.
Presentada como una comedia —porque tiene partes hilarantes y de profundo humor llevado a la perfección—, esta puede ser serie que represente su historia como una triste tragedia de las imposibilidades de la vida. Esta puede ser la carrera de un crecimiento de personalidad que quiere florecer ante sus seres queridos, pero la vida no permite que suceda. ¿Sería posible: que el mismo planteamiento de la serie esté en contra de su protagonista? Resulta en las maneras que cada persona esconde sus emociones por temor a que se descubra una debilidad inherente en cada quien.
Por otro lado, la comedia es el refugio de esos miedos. El terror a equivocarse o a tomar la decisión incorrecta en los momentos clave de la vida. De ahí, cuando parece que se ha dado el paso correcto, alguien llega y remueve todo aquello que parecía estar cómodamente establecido. Es cuando una personalidad impenetrable comienza a abrirse ante la persona que está dispuesta a amarla verdaderamente. No es un giro narrativo sorprendente o muy arriesgado, es solo la observación del cariño y la suavidad que puede surgir de una relación humana. ¿Pero cómo lidiar con las imposibilidades de la mejor persona que se pudo haber conocido en la vida? Eso lo plantea la serie, sin elegir un bando, y deja que la audiencia solo sea testigo, sin poder intervenir en el irremediable desenlace.
¿Cómo logramos darnos cuenta de esto solo viendo la serie? Porque Fleabag quiere que la acompañemos en su aventura. Porque ella sabe que la curiosidad también es parte natural de todos. Conforme crece, es un poco más selectiva; podemos ver, pero no entrometernos. Los momentos de confusión son tan poderosos como los de ironía y tremenda incomodidad. Ningún detalle se le escapa, y nosotros somos cómplices en sus pequeñas aventuras, en sus pequeñas equivocaciones; le damos ánimo, la acompañamos y apoyamos en las buenas y en las malas.
Hasta que se da cuenta de que ya no quiere compartir. Quiere estar sola. Decide apartarse de nosotros, la audiencia, nos deja con el corazón destrozado, y ella se dirige a la nueva aventura que le depare su vida. Esta vez, lo hará sin nosotros; pero lo hace porque es una nueva etapa de su vida y porque hay partes que ya no vale la pena contarlas como anécdotas. Ella es una mujer que ha madurado, que cambió, pero que sigue siendo la misma. Sabe que su propia compañía es suficiente. Su viaje con nosotros se queda como la increíble historia que se convirtió en la magistral serie ante nuestros ojos. Ella es un corazón que se abre cuidadosamente durante el tiempo que la vimos crecer. Si eso no es una lección de vida hecha televisión, no sé qué lo sea.
1 Comment