Durante el segundo episodio de la segunda temporada de Mindhunter, Tench y un oficial buscan hacerle preguntas a una de las víctimas de asalto y asesinato, para establecer mejor el perfil del asesino. Con impecable e increíble ejecución, David Fincher (director de los primeros tres episodios de la temporada) filma la escena desde todos los ángulos posibles sin mostrarnos nunca el rostro del muchacho, Kevin. Eso porque él es el único sobreviviente del ataque, con deformaciones por tres disparos que recibió en la cara, que no quiere ser visto por ellos ni hablando con policías. Es una escena de curiosa tensión e indudable misterio; cada fragmento y cada imagen esconden aquello que la historia no pretende que veamos, y termina siendo más terrorífica de lo que se pensaría. De increíble manera, la atención se va a los sonidos de fondo, a la voz de los personajes y a todo lo que se cuenta a través de los diálogos. La subversión de estilo es brillante: cuando en trabajos audiovisuales se busca “mostrar y no contar”, aquí, Fincher descubre que la mejor manera de mostrar y representar algo es sin hacerlo, solo contarlo; el momento tiene un impacto diferente cuando se le ve.
Entre esa secuencia y muchas más, Mindhunter construye su segunda temporada con la misma confianza con que concluyó la primera y con la ventaja de que, como ya conocemos mejor a los personajes, es tiempo de profundizarlos mejor. Sucede, sobre todo, con Wendy y Tench (Holt McCallany y la fabulosa, fantástica Anna Torv), quienes toman cierto protagonismo luego de que Holden (Jonathan Groff) fuera el foco de atención durante el primer año. En un esfuerzo por expandir las motivaciones y personalidades de esos tres personajes principales (a la sombra de un cuarto personaje, Gregg, quien no está muy contento por quedar tan rezagado, se los aseguro). La serie se detiene en sus vidas personales y en las maneras en que prefieren separar el ámbito privado del profesional. Conviene verles el lado más mundano y “casero” de la curiosa “pesadilla” que deben observar, analizar y razonar cada vez que entrar al trabajo.
La permanencia de personajes más secundarios es clave para entender a los principales. Conforme pasan los episodios, nos damos cuenta de la influencia que tienen (esposas, novias o madres) en la serie como una curiosa observación de comportamientos sociales en distintos ámbitos. Especialmente durante esta temporada, por las motivaciones políticas que surgen para el programa en el que trabajan y en cómo cada uno de los personajes responde a esas nuevas necesidades del oficio. Todo esto deviene en la representación de cada vida individual que se ve ligada a los acontecimientos macabros de aquellas víctimas que pierden la suya y en la ambigüedad de reconocer héroes en estas personas. Nunca lo son.
Durante una discusión entre Holden y Tench, ambos tienen razón en sus argumentos porque cada uno defiende su manera de manejar las cosas. Entonces, la posición del espectador no puede ser más que de empatía para ambos, porque cada uno confía en lo que cree y hace lo que es mejor desde su perspectiva específica. De igual manera, surge la silenciosa frustración de Wendy por que no se le reconozca su potencial dentro del programa: su primera entrevista es de apertura y profundización como persona y personaje, solo para que los demás la vean como mera estrategia de manipulación. Son injusticias que muestra la serie de manera sutil, sin tomar partido, solo lo desenvuelve y deja que el espectador juzgue la situación. Y, sin embargo, Wendy nunca pierde su compostura.
Una vez más, las mejores escenas (y el grueso de los episodios) recaen en las conversaciones con los condenados a prisión por los asesinatos cometidos. Con agudeza en sus diálogos, evidencian el reflejo de las oscuras personalidades en prisión junto con las preguntas y respuestas que permiten desarrollar cada una de las personalidades de los protagonistas. Son preguntas que llevan una carga muy delicada sobre el trabajo que Wendy, Holden y Tench hacen y por qué sienten tanta pasión por continuar el entendimiento esas mentes oscuras y misteriosas.
Lastimosamente, durante la segunda mitad de la temporada, el enfoque se pierde un poco y ese desarrollo tan agudo de meras escenas de conversación se convierte en un mero policial. Claro, un policial impecable en desarrollo y diseño de producción, pero a costa del planteamiento inicial de la temporada de nunca caer en clichés del género. Un par de conclusiones se sienten forzadas, pero con la esperanza de que se retomen con mejor balance en una tercera temporada (aún sin confirmar). Incluso, hay repetición de varios temas sin que exista un norte claro sobre qué se muestra y cómo nada parece tener una conclusión satisfactoria.
Pero termina la temporada y se encuentra la razón de darle vueltas a lo mismo durante tanto tiempo: ese resulta el sentimiento que ha quedado en la realidad de las desapariciones y asesinatos que se comenzaron a investigar en Atlanta. Al día de hoy, la policía no tiene un sospechoso para la cantidad de jóvenes que fueron víctimas. Esa impotencia queda flotando al terminar la temporada de la serie sin poder escapar a continuar la vida en completa duda sobre lo qué sucedió realmente. Un anti-clímax que representa cierta emoción y esperanza al inicio, solo para dar vueltas y vueltas en lo mismo, sin conseguir un final satisfactorio, de justicia y alivio. Mindhunter resultó tener mejor planeación de la que dejó entrever.