A la hora de pensar las películas, ¿qué debería considerarse para que se sientan relevantes o interesantes? ¿Debería solo la importancia de su contenido ser parte de lo que la hace buena? Cuando se cuenta algo, nunca está de más encontrar esos detalles escondidos del contenido que despiertan el interés en una historia, sea para quien la elabora como para quien la observa. Pero eso depende del manejo adecuado de sus partes más formales (esas que no todos deben observar). De ahí, el cuidado de los mejores relatos son los que se conservan a través del tiempo y que se sostienen por sí solos. Cuando se les encuentra el contexto y posición en el tiempo, el enriquecimiento es mayor; sin embargo, no necesitaron de eso para resaltar como buenas películas.
Por eso, cuando leo que la nueva película de Quentin Tarantino, Once Upon a Time in Hollywood, es un homenaje al cine y a la televisión del año en que está ambientada (1969), no puedo dejar de preguntarme, ¿con cuál propósito? A través de todo su —francamente, excesivo— metraje no logré encontrar un asentamiento del porqué de su supuesta admiración a… algo. ¿A qué? Al salir de la sala, no me quedó duda: esta es película que no sabe lo que quiere contar ni cómo quiere contarlo. Cada vez que inicia el planteamiento de una línea argumental la olvida para pasar a la siguiente. Así, con cada nueva escena que transcurre, ninguna tiene un norte ni un sur; todo sucede porque sí y, al final, solo queda mostrar cualquier versión violenta (“a lo Tarantino”) de un clímax que ni siquiera se siente merecido con todo lo que sucedió anteriormente. Resulta filme que no tiene ningún pilar conceptual fuera de la excusa del repetitivo homenaje que todos intentar rescatar (lo cual no es suficiente para sostener una película).
Once Upon a Time in Hollywood es película sin alma, sin cuidado emocional y con muchísimo desorden narrativo. Esta es una no-historia que sucede solo por suceder y avanza por avanzar la inexistente trama que quiere plantearse. Se siente, a ratos, como una emoción infantil de Tarantino por incluir el montón de referencias (inútiles a su supuesta trama) de distintos filmes de la época y ensalzar una época dorada con interrupciones y cortes de ritmo en un relato que, de por sí, no tenía mucho rescate una vez pasada su primera hora. Peor aún: la idea de jugar con la realidad histórica de una manera que quiera leerse como “reivindicación”, pero que lo haga a costa de una gratuita escena violenta que sí se le acepta, y hasta se le aplaude, es torcer demasiado el cuchillo.
En el cine —más allá de los intertextos—, los guiños y las referencias al pasado que puedan llamar la atención son solo parte del disfrute personal o de las lecturas políticas que se puedan hacer de su contenido. Aquí, cada referencia es un atraso a los posibles eventos y profundizaciones que podían ser parte de un terrible, terrible, terrible guion puesto en imágenes. El buen diseño de producción y las aceptables actuaciones no salvan al filme de la terquedad de Tarantino por llenar esta película con un montón de escenas sin razón ni mucho sentido que pretenden evocar nostalgia por una época específica del cine.
Cuanto más Tarantino se muerde su cola en las cuestiones del pasado e intenta traerlo a colación para su presente, no se da cuenta de que el presente ya es digno de ser visto desde nuevas perspectivas y digno de aferrarse a los cambios y observaciones actuales de la Cultura Pop. Pretende defenderse con una escena entre dos personajes en un auto (escena absolutamente despreciable) y con la idea de rendir homenaje a una mujer olvidada por sus logros y recordada solo por una tragedia, cuando podía haberla hecho la verdadera protagonista, sin endiosar a los hombres que pueden contra “los malos” (meras caricaturas, también) en cierta posición de poder. Son líneas temáticas peligrosas de cruzar.
Al final, sin un solo personaje desarrollado con solvencia, Once Upon a Time in Hollywood da vueltas en su propia confusión y divaga en secuencias inútiles y tiempos muertos que hacen interminables sus casi tres horas de duración. La intención de intentar “de-construir” una industria a través del filtro de un “cuento de hadas” queda en meros planteamientos interesantes. Faltó ejecución entre tanto cuidado por detalles formales (¡que asombran!) y no se terminó de cuajar una historia que fuera verdaderamente nostálgica o revolucionaria o, siquiera, sobre la relación fraternal entre sus dos protagonistas. Aún no encuentro una línea conceptual que Tarantino quisiera plasmar entre tanta idea mezclada y hasta desaprovechada.
Calificación: 3