Scary Stories to Tell in the Dark

Sergio Beeche Antezana
Sergio Beeche Antezana

 

 

Las historias de terror no son fáciles de hacer bien. Por más que sea uno de los géneros más producidos (por su bajo costo y asegurada popularidad ante un público específico), en general, es uno de los que menor calidad logra conseguir. La fórmula es conocida y no se le exige mucho a las maneras en que los planteamientos sobrenaturales sobrellevan las narrativas (de ahí que Mindhunter sea tan buen ejemplo de un terror muy diferente, pero súper acertado). En todo caso, hay cineastas con una visión más amorosa hacia esas figuras deformes o escabrosas, la cuales habitan los universos que evocan miedos humanos ante lo oscuro o desconocido. Ahí entra Guillermo del Toro, quien siempre acoge a los monstruos de mejores maneras que muchos de los que trabajan en el género.

Esta vez, como estrategia de mercadeo, la producción de un proyecto lleva a reconocer Scary Stories to Tell in the Dark como si fuera del director mexicano, cuando la visión directorial —muy efectiva— viene del noruego André Øvredal. Sin embargo, el estilo y modelaje de los “monstruos” en este filme tienen el sello Del Toro en casi todos los detalles que se pueden observar. Se trata de historias individuales, dirigidas a jóvenes, que aparecieron por primera vez en forma de cuentos en los años ochenta. Escritos por Alvin Schwartz, estas “Historias de miedo para contar en la oscuridad” tienen el componente de aventura fantástica terrorífica individual, siempre con un final sin mucha esperanza.

Scary Stories to Tell in the Dark
Scary Stories to Tell in the Dark

Esta vez, para la película, Del Toro y su equipo rescatan unas cuantas y deciden unirlas en forma de una película con aspectos episódicos. La historia general contiene las historias específicas que muestran a cada uno de los personajes del elenco como protagonistas de su propio cuento. Siempre con un único hilo conductor que las une, las pequeñas aventuras, luego de encontrarse con una fuerza sobrenatural que desaparece a las personas, van un poco más allá del intento superficial de asustar. Es más el enfrentamiento a los peores miedos de los personajes como parte del gusto por mostrar, en dosis mesuradas, los bichos o monstruos bien diseñados y aprovechados.

Scary Stories to Tell in the Dark
Scary Stories to Tell in the Dark

Como todo, solo se puede ir hasta cierto punto cuando se trata de construir un filme que pretende asustar de una u otra manera. Entonces, Scary Stories to Tell in the Dark sufre de agotamiento al final de su metraje con aspectos predecibles y poco eficaces para concluir su aventura general. Como parte de la adaptación, funcionan mejor las historias individuales, por su eficacia narrativa y de tiempo, siempre dejando una gota de suspenso al finalizar cada una. La suerte es que la estructura que sostiene los cuentos sí está bien pensada y cuidada para unirlos (en especial, durante el primer acto), sobre todo, temática y conceptualmente.

Scary Stories to Tell in the Dark
Scary Stories to Tell in the Dark

En ciertos momentos, saltan alegorías de la guerra, por su ambientación a finales de los años sesenta; las relaciones enfermizas entre padres e hijos, como causa de los traumas principales en las personas; e, incluso, sutiles miedos relacionados con la xenofobia y aquel temor sin remedio o escape ante las injusticias de la autoridad. Resultan, entonces, interesantes variaciones de aquello que eleva los elementos del terror en pequeños encuentros con lo sobrenatural. Podría plantearse hasta el olvido de las personas desaparecidas por causas realmente inexplicables, y darle cierta relevancia al aspecto sobrenatural, siempre presente en la conformación del género.

Scary Stories to Tell in the Dark
Scary Stories to Tell in the Dark

Con todo, Scary Stories to Tell in the Dark lleva buen paso de narración gracias a su acertado ritmo y astuta manera de mantener la historia con cierto misterio, por más que se sepa que habrá algún terrorífico resultado. Le sumamos buena música y fotografía limpia, para no dejar pasar ningún detalle de la ingeniosa coloración de cada secuencia (Harold y “la habitación roja” son escenas particularmente efectivas). Así, queda el interesante sabor de haber visto una película de terror más decente que el promedio y sobresale ante la acertada manera en que todavía pueden adaptarse los trabajos literarios en el característico lenguaje cinematográfico. Nada mal.

Calificación: 7

 

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