Una vez que llega la entrega de premios más popular de todas, las discusiones y especulaciones han sido tantas que el cansancio y la frustración son más grandes de lo que uno se puede imaginar. Para aquellos que seguimos todo de tan cerca, no queda más que resignarse ante lo que vaya a suceder, casi siempre, de la manera más predecible posible. La poca emoción que representan los premios más importantes de la industria los hace parecer menos de lo que ellos mismos se jactan de ser. Lo que lleva a la pregunta que acecha todos los años, pero que esta vez parece pesar más de lo que debería: ¿Por qué nos importan los Oscar? O, de otra manera: ¿por qué los más populares son los que más interés despiertan entre el público en general?
Durante mucho tiempo, ellos fueron los únicos. Y es por eso que se les considera los más prestigiosos (más allá del importante trabajo de restauración y preservación de la cultura cinematográfica que tienen; parte de la Academia que no todos conocen). Se trata de un asunto de longevidad y exclusividad. Un grupo cerrado —del cual todos quieren formar parte— de personas que se saben con el mejor gusto. Con el tiempo, muchos gremios y demás premiaciones intentan dar a conocer sus voces y votos, pero no consiguen que se hable tanto como de los que entrega la Academia (que cumple 91 años). Hoy, los Oscar parecen ser el gran clímax, el cierre con broche de oro que le “cumple los sueños” a quienes trabajan en la industria y, hay que admitirlo, a los realizadores de producciones más pequeñas y menos conocidas.
Todos las premiaciones que existen ahora están pensadas como precursores hacia esta ceremonia, siempre glamorosa, llena de tensión y de pomposidad. Y sin embargo, la “temporada Oscar” de este año (2018-2019) se ha sentido más desastrosa que nunca. Entre tanta controversia que ha rodeado tanto las películas nominadas como la ceremonia misma, el inicial interés por ver y discutir sobre los Oscar —al menos en mi caso— se diluyó de manera inesperada. Las decisiones que han ido tomando los productores durante varias semanas para intentar acortar la duración de la transmisión cuando salga al aire no son más que especulaciones sobre la idea de lo que le interesa a la audiencia que quiere ver el evento.
Resulta una distinción que nunca se había hecho antes para este “prestigioso” galardón. La intensa necesidad de aumentar los ratings de la ceremonia como un programa en vivo para televisión llegó a un punto casi ridículo de desesperación*. Desde el anuncio sobre la inclusión de una categoría que premiara lo “popular” de las películas (algo dificilísimo y bastante arbitrario de medir), hasta la exclusión de cuatro categorías que fueran a ser entregadas durante comerciales. Son intentos de atraer más a un público que ellos llaman internacional, pero que no necesariamente cuentan. Esta es la cosa: la gente ya no ve televisión. Al menos, cuando se trata de sentarse en el sillón y cambiar canales de manera aleatoria. ¡Muchas personas ya ni siquiera pagan servicio por cable!
*(Si olvidamos eso un poco, las mismas películas no estuvieron exentas de sus propias controversias. Además de que muchos no piensan que un par de títulos no son necesariamente merecedoras de ser parte de las “mejores categorías”, esos mismos títulos resultan problemáticos a raíz de las historias de producción o de sus equipos creativos. Piensen en Green Book y cómo no necesariamente representa la historia verdadera que dice representar; o en Bohemian Rhapsody, que despidió a su director cuando faltaban dos semanas de filmación por sus acusaciones de acoso sexual; o en Vice, que fue destrozada por muchos críticos luego de haber sido nominada en un montón de lugares.)
La teoría puede ser que las controversias y la falta de un anfitrión hará que muchos ojos curiosos quieran saber qué sucederá con la ceremonia este año. Pero, al final, los que nos quedamos todo el rato no estamos preocupados solo por los aspectos populares. De ahí que hubo tanto alboroto con las categorías eliminadas: los productores de este año quieren complacer a los espectadores casuales que no les preocupan muchos los premios mismos (esas categorías que evidencian los trabajos menos conocidos, por ejemplo). Los Oscar, como evento de televisión, debería complacer a quienes vemos toda la transmisión, sin importar la duración o quién aparezca en ella. Estamos más preocupados por acertar las elecciones de nuestra papeleta o por esperar alguna sorpresa que haga más interesante la conversación del día siguiente. Y es que la ilusión por ver esta premiación, en primer lugar, es saber —al fin— quién se llevará el reconocimiento; uno que poquísima gente puede aspirar a tener, pero que no dejamos de sentirnos parte de la emoción cuando se conversa y discute.
Recuerdo el año que ganó Spotlight mejor película. La ceremonia había sido acomodada de la manera en que se trabajan los elementos de una película. Comenzando por el guion, los trajes, escenarios, efectos especiales, música y montaje, la entrega siguió el proceso de trabajo y filmación que no todos podrían estar familiarizados que existía. Fue ahí que me di cuenta por qué me importaba este endogámico y popular premio: de cierta manera, reconoce los esfuerzos técnicos individuales que componen un filme. No son solo los actores, no solo es el director; los departamentos creativos representan el oficio que se distribuye y aporta, con sus propios detalles, a la visión general y específica de una película. Eso es lo que le importa a un amante de las películas, que las analiza o que quisiera ser parte de ellas. Cada persona puede ser experta en su campo y los Oscar siempre diferencian y le muestran al público en general lo que verdaderamente sucede a la hora de trabajar en un filme.
Al final, la importancia no es tanto lo que ellos piensen, sino la conversación que surge entre amigos y conocidos y cómo eso puede unir a diferentes personas de manera inesperada. La idea de ver buen cine viene acompañada de discusiones que emocionan a quienes amamos la temporada, pero que nos gusta encontrar puntos en común o de desacuerdo a la hora de analizar las películas.
Si algo debo agradecerle a los Oscar es justo esa separación y distinción de los apartados técnicos que componen una película (a veces, resultan los premios más interesantes). El reconocer esos viajes que tiene un amante del cine hacia una apreciación más particular de la minuciosa construcción que conlleva este particular trabajo. La magia de saber qué significa una edición de sonido o cómo se logra que el diseño de producción trabaje acorde con la visión del director de fotografía.
De manera increíble, para esto está la ceremonia: pensando en los observadores casuales que no les tan importante todo esto. Para animar a más personas (no solo quienes siguen al dedillo los pasos de la votación) a encontrar la verdadera magia detrás del cine: esa dedicación de un trabajo creativo que muchos hemos pensado en ejercer en algún momento. Con el tiempo, la entrega de las categorías y el intento de condensar el tiempo de la transmisión (que de verdad siempre se hace demasiado larga) encontrará el balance para los nuevos tiempos de la tecnología y falta de interés. Mientras existan las películas, existirán estos fascinantes y frustrantes Oscar.
Observaciones extra (en forma de predicciones)
—Al principio, muchos no querían que sucediera, pero es el año de Glenn Close. Sé que dirán que Olivia Colman lo merece, pero el empuje que tiene la nominada seis veces sin ganar es demasiado como para no darle el gane de una vez por todas. Para Glenn, esta séptima será la vencida.
—Ambas actuaciones de reparto parecen estar definidas en piedra. Regina King y Mahershala Ali son fáciles apuestas para ganar. Lo más seguro es que ese sea el resultado, muy bueno, por cierto. Pero hay cierta sospecha que tengo con Rachel Weisz, que ganaría su segundo Oscar; más aún con Richard E. Grant, porque no estoy seguro que le quieran dar el segundo a Ali tan pronto. ¡Pero qué sé yo! No me hagan caso, vayan a la segura.
—El otro gane fácil es el de Alfonso Cuarón. Su camino hacia Mejor Director está más que asegurado. Lo increíble es que vaya a tener su segundo Oscar como director sin ganar con su respectiva película. (Volveremos con esto).
—Shallow, la canción de A Star is Born, será la ganadora en la categoría. Si la película no tanto, esta sí es buena canción. Lo más increíble es que puede ser el único gane que vaya a tener el filme, que parecía favorito a ganar casi todo al principio de la temporada.// Por otro lado, parece que Nicholas Britell se llevará el premio a mejor composición musical por la poco reconocida If Beale Street Could Talk, pero no se sorprendan si el soundtrack de Black Panther sorprende por sus originales temas para Wakanda.
—Cuando se trata de los cortos, la estrategia es pensar en la disponibilidad o la popularidad que tengan a último momento los títulos conocidos. La que siempre me ha servido a mí es la elección del nombre más interesante del corto (que me ha ayudado —a medias, claro— en años pasados), ¡por eso!, Period. End of Sentence (que está en Netflix, disponibilidad que le ayuda montones) y Marguerite serán los ganadores ahí, por si se atreven a hacer alguna apuesta.
—De ahí, los filmes animados también son fáciles de predecir. Bao, de Pixar, es la elección fácil en la categoría de cortometraje (si Weekends sorprende, me haría muy feliz). Y Spider-Man: Into The Spider-Verse es la clara ganadora y merecedora de largometraje animado (sería una locura si no sucede).
—En sonido, la diferenciación entre diseño y mezcla no siempre es clara, pero muchos dentro de la Academia la entienden y este año puede que no voten a ciegas por la misma película en las dos categorías. Pensemos en una A Quiet Place para diseño (un filme en el que el sonido es importantísimo entre tanto silencio) y Bohemian Rhapsody para mezcla, por el carácter musical de esa película. Aunque First Man sería una sorpresa interesante en la primera y A Star is Born en la segunda.
—En un flash, tres categorías técnicas. Mejor diseño de producción para The Favourite; mejor peinado y maquillaje para Vice; y mejor diseño de vestuario para Black Panther (¿o The Favourite?)
—Este año, Mejor documental parece ser la categoría más firme y bien pensada de todas. A pesar de no haber nominado dos de los documentales más populares del año, el cuidado de estos filmes es claro y bien pensado. Dicho esto, Free Solo se llevará el premio. Es toda una experiencia.
—Cuando se trata de Efectos especiales, habría que pensar si se está votando por mayor cantidad de efectos o por la mayor sutileza que tengan dentro de la película. Muchos piensan que Avengers: Infinity War será la ganadora aquí, pero yo me inclino más por First Man, sutileza en la imagen.
—Edición y Cinematografía, dos de las categorías que serían relegadas a presentar durante comerciales (aspectos técnicos con los cuales una película no existiría, por cierto), parece que estarán fáciles de predecir, pero fáciles de sorprender. Piensen en Vice, para edición, por tener muchos cortes; o en Bohemian Rhapsody, por ser el editor quien salva lo filmado que se consiguió durante el truculento proceso de producción de la película. Del otro lado, Roma tomará cinematografía sin mucho problema.
—No importa cuánto odien o cuánto amen la película misma, es seguro que, con su encanto, su carisma y trabajo de campo durante la temporada, Rami Malek se lleve Mejor Actor, en su primer intento, ni más ni menos.
—Los guiones son parte importante de un filme, pero resultan categorías un tanto alejadas de las principales, siempre con más peso por las elecciones interesantes que se hacen a la hora de nominar (es el único lugar en el que se reconoció la increíble First Reformed). Mi teoría siempre ha sido que el guion debe estar, al menos, nominado para ganar mejor película (y casi siempre es el mismo ganador). Este año, Spike Lee tendrá su premio (junto con tres guionistas más, qué pesado) por escribir BlacKkKlansman y The Favourite será reconocida por sus fugaces y atrevidos diálogos, además de la genial idea de cómo contar su historia particular.
¿Alguna de estas ganará mejor película? ¡No!
— Mejor película. Muchos tienen asegurada Roma, pero nunca ha ganado una película que no esté en inglés, además de tener asegurado el premio a película de habla no inglesa (¡y es de Netflix!). Otros dicen Green Book, pero le pesa la falta de nominación en dirección, aunque muchos la defienden por lo que es, no por lo que haya detrás. Los que piensan Bohemian Rhapsody, no sabemos si habrán leído la controversia detrás de su director, pero es la segunda más popular de las ocho. The Favourite es demasiado rara para los votantes tradicionalistas (es la mejor de las ocho, para mí). Black Panther haría historia; no a todos les agradan los superhéroes. BlacKkKlansman, tal vez, por reconocer a Spike Lee y su trabajo de años. En resumen: ni idea.
