Consideren, por un momento, las historias que deben saltar en el tiempo y contar más de una época en tan solo dos horas. Es un ejercicio narrativo interesante y muy conocido, se llama: elipsis. Para hacerle justicia al impacto dramático de personajes y sostener un arco narrativo con el paso del tiempo, nunca debe perderse cierta línea de sentido y evolución posible. Con ayuda de un montaje limpio es que se le puede dar cohesión a un relato que viaja en el tiempo y que puede ser comprendido con tal estructuración. Es una de las virtudes de la súper anticipada Bohemian Rhapsody.
He aquí la historia de Freddie Mercury, figura icónica de la industria musical y reconocida prácticamente todo el mundo occidental. Vocalista principal de la banda Queen, la cual, al parecer, reúne más éxitos a través de los años de los que uno puede recordar. Y es por ahí que transcurre la historia de Bohemian Rhapsody: el recorrido creativo de estos cuatro integrantes que decidieron seguir sus instintos y nadar contra corriente ante las exigencias tajantes de la industria. Solo con ver el filme puede uno darse cuenta del excelente catálogo que esta banda llegó a coleccionar. Y lo mejor es que ninguna está de sobra durante el metraje de la película.
A diferencia de otros filmes, que solo usan la excusa de intercalar canciones para llevar la idea del estrellato entre sus escenas, aquí, cada canción juega el papel de transición y avance de una trama. Como refuerzo para las imágenes, casi todas están bien fusionadas para ayudar a contar la trama principal. Es como si cada época se beneficiara por una tonada y una etapa de desarrollo profesional y creativo. El uso de tantas melodías conocidas va de la mano de la historia narrada; permiten que los estados de ánimo sean profundizados y las secuencias dentro del estudio tengan su propia chispa. Ahí, la historia parte de un centro (Freddie) y se permite evolucionar el resto de los personajes con actuaciones adecuadas y peinados tan característicos como las canciones mismas.
Entra Rami Malek (¿Mr. Robot, alguien?) y consigue brillar inmensamente como actor, sin quitarle el estrellato a su personaje, como persona particular que fue. Los expresivos ojos de Malek se adentran en las contradicciones de la persona que interpreta; nunca pierde fuerza en momentos más tranquilos y respira energía y vigor durante las merecidas escenas de conciertos. Va más allá de su curiosa dentadura. Así, la que parece una historia conocida toma matices más complejos y dramáticos, a pesar de la superficialidad con la que a ratos son tratados desde el guion. Eso, junto con ciertos atajos rápidos para ir de un punto a otro, son los pequeños deslices que tiene este filme, de por sí, bien dirigido.
Las comparaciones con la realidad de una figura tan conocida resultan poco válidas ante el desarrollo bien estructurado de Bohemian Rhapsody. Los giros narrativos están colocados adecuadamente; las emociones, bien llevadas y en armonía con la idea de un in crescendo. Aunque no tan arriesgada como una de las canciones que representa, esta es película bien intencionada y con los puntos altos en el recuerdo de que los riesgos creativos que se toman en la vida no vienen de una idea futura de éxito, sino de la expresión genuina de los sentimientos y emociones que se tienen en el momento y cómo son, en este caso, traducidas en inolvidables notas musicales.
Entonces, desde su atinado manejo de la elipsis, entre vestuario, canciones y descubrimientos de época, Bohemian Rhapsody termina su recorrido histórico con excelente clímax musical. La intensidad de una escena final que no llega a concluir completamente los conceptos del filme, pero que conjuga bien los sentimientos de cualquier fanático empedernido y de quienes podrían, al ver la película por primera vez, no conocer el trabajo o historia de esta (sin duda alguna) excelente banda de rock. Si por alguna loca razón no conocieran alguna de las canciones, de seguro irán a buscar las originales apenas salgan de la sala. Tararear está permitido.
Calificación: 7