Crazy Rich Asians: despilfarro económico y una historia de amor

Crazy Rich Asians
Crazy Rich Asians
Sergio Beeche Antezana
Sergio Beeche Antezana

 

 

 

Este es un caso curioso. Cuando el fenómeno alrededor de un producto de la Cultura Pop es más grande o desproporcionado en el exterior, le confiere cierto nivel de calidad interna que no siempre va a tener. El caso de la representación y distinción de las minorías es el plato principal estos días, y más allá de una cuestión de discriminación, ahora pasa al lado de las culturas ignoradas. De ahí, sale la relevancia e impacto que llegó a tener en Estados Unidos esta alabada comedia romántica, chapada casi a la antigua para complacer a las audiencias y, curiosamente, a los críticos por igual.

Crazy Rich Asians
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Verán, Crazy Rich Asians es la mirada ligera y enamorada de sí misma de los lujos extremos y de un par de costumbres orientales. Basada en la novela (trilogía) de Kevin Kwan, este es el filme más reciente de Jon M. Chu, director de filmografía curiosa (no siempre atinada), alguien que no pareciera muy apto para dirigir, en esencia, una comedia romántica así (una que casi pudo haber sido musical). Pero, curiosamente, la dirección es el aspecto con más cariño que se le nota a este filme. El cuidado y dedicación que Chu aporta a la historia es parte de ese atractivo que se genera más allá de la pantalla.

Crazy Rich Asians
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Y es que el desarrollo narrativo de Crazy Rich Asians no es muy complicado. Su sencilla premisa va de un chico que conoce a una chica y la lleva a conocer a su familia en Singapur. Es familia, en cierta manera, conservadora, y —por si no lo adivinaron del título— absurdamente adinerada. Resulta un poco de contradicción dentro de los planteamientos del argumento, cuando se intentan conservar tradiciones milenarias pero con la comodidad de más dinero del que ustedes y yo podríamos imaginarnos. De todas maneras, el balance de eso, junto con la historia romántica, consigue ser adecuado, despreocupado y de efecto entretenido.

Crazy Rich Asians
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Y ahí está el toque especial: esta es la primera película de Hollywood con todo su elenco de descendencia asiática. Un paso importante cuando existe el intento de visibilizar —no necesariamente adrede— toda una cultura oriental que existe de manera predominante en muchos países del continente americano. Aunque podría existir cierta confusión con el asunto. No se trata de un rescate de la cultura y costumbres venidas directamente de China o Japón o Corea; es, más bien, una versión con actores de rasgos orientales de la comedia romántica occidental a la cual estamos acostumbrados, pero con sus puntos y giros narrativos bien colocados (venidos, asumo, de la fuente literaria original).

Crazy Rich Asians
Crazy Rich Asians

Es el agregado social que se le atribuye al filme lo que hace pensar que es una maravilla en su narrativa interna. Eso sí, no se le puede negar la popularidad que todavía mantiene en terreno norteamericano (no sé datos u opiniones en aguas latinas). Sin embargo, no puedo evitar pensar que, sin tanta cobertura mediática o atención de la prensa, Crazy Rich Asians solo habría quedado como una más del montón. Es película adecuada, más agradable que desagradable, con personalidad definida y sin muchos alardeos innecesarios (fuera del aspecto millonario, claro). Incluso, podría ser parte de las películas que más se disfruta repetir varias veces cuando aparecen en televisión mientras se cambian los canales.

Crazy Rich Asians
Crazy Rich Asians

¿Notaron cómo terminé hablando más del fenómeno que resultó ser esta peli que de la peli misma? Resulta fascinante en ese aspecto. Pero puedo resumirla en lo formal.

Crazy Rich Asians es de buena fotografía, dirección con cariño, excelente música, actuaciones regulares (excepto la excelente Michelle Yeoh), con un ritmo que a ratos se cae y con exceso de personajes de los cuales a todos se les quiere dar un momento para brillar. Lo más interesante es la parte de profundidad de las costumbres y el arco narrativo de un par de personajes una vez que se llega a los últimos veinte minutos del metraje. Destacan la sutileza de ciertas escenas y el desenlace inusual que lleva al —usual— final feliz. De haber conseguido eso mucho antes, mi impresión final habría sido más entusiasta. Aún así, no deja de ser filme para pasar un buen rato, disfrutar y asombrarse por el despilfarro económico del cual ciertas familias pueden gozar.

Calificación: 7

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