Las personas viven sus propias historias. Más allá de ver algo representado o alejado de nuestra realidad, la vida misma es un viaje que todos debemos enfrentar y experimentar, con los retos y beneficios que eso representa. Entonces, a veces, los sucesos pasan sin que nos demos cuenta; entre tanto ajetreo, los momentos se vuelven fugaces. Pero si se observan y disfrutan, esos instantes pueden ser ideales para encontrar la felicidad entre el ajetreo del exterior. Eso sí, siempre y cuando sean parte de la intimidad del núcleo en el que se encuentren los seres amados. Esa es la actitud cuidadosa y acertada de Loving.
Jeff Nichols escribe y dirige este retrato de un simple matrimonio: común en los ojos de la actualidad, pero aberrante y prohibido en la época que existió. Robert y Mildred Loving, luego de que se descubriera que se habían casado, fueron sentenciados a no vivir en el estado de Virginia durante veinticinco años o serían arrestados. Él era blanco; ella, negra.
La simple premisa de la película resulta incómoda y hasta desalentadora (diferente de la otra historia de naturaleza similar de este año). No hay necesidad de explicar mucho más para evidenciar las cerradas ideas de lo que se pensaba como correcto e incorrecto, o peor: prohibido.
Por tanto, la manera de abordar la historia de Loving es a través del amor y sensibilidad de la pareja que consiguió, de hecho, que se invalidaran las leyes en contra del matrimonio interracial en Estados Unidos.
Con eso, la fragilidad y convicción que consigue Nichols en su filme es transmitida con el poder silencioso de las actuaciones de Ruth Negga y Joel Edgerton (¡formidables!). Con poquísimo diálogo, las emociones humanas son puras y complejas. El respeto mutuo del matrimonio Loving es encarnado a la perfección por estos dos actores que desaparecen profundamente en sus papeles. La historia fluye a través de ambos. El hermetismo se conjuga con actitudes melancólicas y taciturnas que, de todas maneras, logran expresar muchísima emocionalidad.
Así, la fuerza dramática que consigue que sea tan buen filme le queda a las imágenes, música y montaje. Los aspectos formales nunca traicionan el estilo y fluidez narrativa, como si se tomara la personalidad de sus protagonistas y ese fuera el filme mismo: de ritmo pausado pero constante. Ni durante la subtrama de la corte del segundo y tercer acto se deja de poner atención al lado que le interesa al director: la intimidad familiar.
Entonces, ¿por qué mostrar en este momento, y de esta manera, esta historia específica? Pues, porque de las ansias de felicidad con las personas a las que se ama no se escapa nadie, sea pareja, amigo o familiar. Porque las adversidades e injusticias de la vida se ven pequeñas ante los momentos de alegría únicos que sobrepasan lo negativo. Y porque no importa lo que suceda en el exterior —por más revolucionario que sea—, lo que cuenta es la pureza del cariño que prevalece con los que se comparte hasta el final.
Así sobrevivió el matrimonio Loving: apoyándose y protegiéndose durante sus años de vida juntos. Reservados y retraídos, pero en constante perseverancia por conseguir la felicidad que se merecían y podían concederse entre sí. Loving, el filme, se adentra en esa vida y nos permite compartir y sentir con Richard y Mildred durante esas especiales dos horas. Pero, por suerte, les deja y respeta la intimidad y privacidad oportunas y apropiadas que elevan la calidad narrativa de la película. Por la historia real que es y porque pasa silenciosa como cine magistral, no se la pierdan por nada del mundo.
Calificación: 10