El pasado 4 de marzo, después de un año de fúnebre silencio, House of Cards volvió a las pantallas de nuestros distintos dispositivos. Una vez más, Netflix nos dio de un solo golpe la cuarta temporada de la fabulosa serie protagonizada por Kevin Spacey y Robin Wright. Como siempre, fui víctima de la televisión todo un fin de semana (como muchísima gente en el mundo) y después del primer episodio no pude parar.
A pesar de que muchos criticaron negativamente la tercera temporada de la serie, para mí fue de lo más refrescante y necesaria para prepararnos para la cuarta: Frank Underwood, quien parecía tener el control absoluto sobre todo y todos – sin importar los medios y sacrificios, había perdido su fuerza y estaba de caída al abismo, perdiendo la alianza de su vida y además siendo superado a nivel de reputación por su compañera de vida y esposa, Claire. La marca tan profunda que Underwood quería dejar con su legado jugaba en contra del Presidente que jamás fue electo. Poético.
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Esta temporada, mucho más movida y rápida que la tercera, me atrapó por completo, ya que me hizo recordar la tensión que siento cada vez que juego ajedrez (ojo, que apenas soy aprendiz): el cálculo de cada movimiento, estrategias de ataque en segundos, evadir alfiles y huir del enemigo, defender piezas importantes. Todo es parte de la serie y del juego de House of Cards.
Más allá del matrimonio, una estrategia
Como bien lo plasmó Tom Yates en uno de sus hermosos y perfectos discursos, la estrategia de los dos demócratas más influyentes de la política estadounidense es mostrar su fuerza como aliados, más allá de ser marido y mujer. Desde un principio, el papel de Primera Dama le daba desventaja política a Claire, desde luego. Pero, internamente, la Primera Dama fue convenciendo uno por uno de los miembros del gabinete de sus dotes políticos y de relaciones públicas, lo cual le dio el favoritismo de la Casa Blanca, una ventaja más por encima de su marido. Declarar la unión de los Underwood más allá del matrimonio representa que, a diferencia de su contendiente Conway, la pareja va más allá de la fotografía de la familia feliz: Es una relación pública, más que privada y la gente lo empieza a entender, sutilmente, como los discursos de Yates.
El alfil
Desde el principio sabíamos que Tom Yates sería una pieza peligrosa e interesante. Uno de los pocos personajes que sin renunciar a su propia integridad y personalidad ha logrado entrar a lo más profundo de la familia Underwood, rascar la densa superficie de la relación y entrar en su círculo más íntimo. El alfil se ha convertido en el fiel defensor del Rey y la Reina, convirtiéndose además en el compañero elemental de esta última. Con sus palabras, Yates ha logrado dividir el tablero y convencer a cada vez más peones de defender el reinado de los Underwood.
Conway: el oponente primerizo
Si bien Conway es un oponente que da la talla: interesante, inteligente, calculador y muy racional, tiene una debilidad; no ha jugado el juego de los Underwood por tantísimo tiempo como ellos lo han hecho, y mucho menos con tal entrega y compromiso. Conway es la portada de la revista que todos quieren leer. Pero hay que tener cuidado, que movimiento con movimiento, el peón -si nos descuidamos- puede llegar al tope del tablero y ganar muchísima ventaja sobre su oponente.
Perdiendo la torre y los peones
En el juego como en la política, a veces hay que perder piezas. El problema es cuando perdemos aquellas piezas con las que estamos más cómodos. En el caso de Frank, dos pérdidas lo derrumban por dentro, la pérdida de las dos de las cuatro piezas en las que más ha tenido confianza: Edward Meechum: su torre protectora por excelencia, y Freddy Hayes: el que se creyó caballo de batalla y terminó dándose cuenta de que era tratado peor que un peón dejado en el borde. A uno lo mata su lealtad en el enroque, defendiéndolo a capa y espada de Lucas Goodwin, y el otro se vuelca al equipo contrario, dándose cuenta de que quien creyó que era su amigo, ha dejado de serlo de manera definitiva. Ahora a Frank solo le queda una torre, Doug Stamper, de quien no podemos estar tan seguros.
Por otro lado, Remy Danton, quien fue secretario de prensa y jefe de personal de Underwood por muchos años, y Jackie Sharp, congresista y sucesora de Frank, deciden dejar de esconder su romance y atentar contra Underwood y sus atroces acciones, ayudando a Hammerschmidt en su artículo en contra del Presidente. Parece que Underwood nunca entendió el valor estratégico de sus peones, y esto lo podrá llevar al Jaque Mate.
El desarrollo del juego
La movilidad de las piezas al principio del juego es un factor decisivo en ajedrez, y para Frank y Claire Underwood esto está bastante claro. La movida interna que se realiza tan calculadamente durante toda la temporada es una muestra maravillosa de estrategia. La salida desesperada del muy inútil Vicepresidente Donald Blythe y la postulación estratégica de la Secretaria de Estado Catherine Durant, le dan paso a los Underwood de extender su poderío sacrificando a algunas de sus piezas más importantes y montando un espectáculo político sin precedentes.
La pieza más ágil de House of Cards: La despiadada Reina
Hablando de mujeres empoderadas e inteligentes, se podría decir que Claire Underwood es la Reina perfecta. Una villana a quien todos amamos, una egocéntrica por excelencia, la mejor relacionista pública y una hija terrible. Pero, bueno, su madre tampoco era un pan de dios. En esta temporada de House of Cards pudimos apreciar de primera mano el talón de Aquiles o la «kryptonita» de Claire: Su madre, que al final – a pesar de sus múltiples amenazas – se convierte en una pieza más del tablero para los Underwood, habiendo sido una excelente excusa para sus problemas maritales y al final, con su muerte, la carta bajo la manga de Claire, que le ayudó a nublar la vista del pueblo y a ganar votos. Yo habría votado por ella: La negociación con Petrov, los consejos al Vicepresidente. La Reina es más valiosa, ingeniosa y se mueve mejor que el mismo Rey.
El Jaque frustrado
El «timing» puede ser el elemento más tensional en esta cuarta temporada de House of Cards. Las decisiones se toman en segundos. El juego cambia en cada episodio. Se ganan y se pierden piezas. Y cuando pensamos que todo estaba perdido para Claire, la Reina es defendida, con la muerte de su madre. Y cuando todo parece estallar para Frank, con el artículo que desenmascaría sus terribles crímenes, el Rey evade el inminente el ataque de la Prensa ¿Cómo? Sembrando un distractor mayor, el más grande bluff y el más sangriento «gambit»: La guerra.
Los movimientos están contados para Frank Underwood en House of Cards y por más que evada a sus oponentes, en especial la prensa, no hay mucho que hacer. Sus piezas están en su contra, y la única alianza que podrá mantener vivo su legado es la Reina.