Hace un tiempo tuve un viaje por mi memoria musical, al revisar mi disco externo para llenar de música mi iPhone, ya que había decidido agregar no solo la música que escucho ahora, sino mis canciones favoritas de todos los tiempos, y fue entonces donde también decidí escribir sobre este viaje y el significado que la música ha tenido en mi vide desde que tengo memoria.
Durante mi niñez y preadolescencia, como muchos de ustedes – menos los más jóvenes, tuve un Walkman, luego tuve varios diskmans (¿diskmen?) y más adelante tuve en mis manos lo que yo alguna vez pensé que iba a ser el avance tecnológico del siglo y destiné todos mis ahorros de ese entonces para comprar un fantabuloso Minidisk de Sony: la tecnología más efímera e inútil para escuchar música en la historia moderna.
Poco tiempo después, aparecieron los reproductores de mp3 y fue entonces que me enamoré del iPod, ese sí iba a ser el invento que marcaría una revolución en la manera en que consumimos música, especialmente aquellos que no podemos vivir sin ella. Y entonces, tuve un par de iPods.
El primero, de 80 GB, lo mantuve conmigo durante gran parte de mi época universitaria, en él llevaba mucha de mi música: entre discos descargados de blogs, Napster o Soulseek (¡cómo te extraño, Soulseek!), hasta decenas y decenas de discos que manualmente pasé a mi dispositivo más amado. Y fui feliz, por unos tres años, hasta que un día en una parada de bus, un viernes a las 12 mediodía unos ladrones adolescentes me sacaron un arma apuntando a mi estómago. Como no los dejé llevarse mi bolso (soy un peligro para mí misma en estas situaciones), uno de ellos logró meter la mano en él y lo único, lo ÚNICO, que logró sacar fue mi iPod. Salieron corriendo y yo detrás de ellos, pidiendo que por favor los atraparan. Estos infelices se acababan de llevar 80GB de música (vida) que no tenía respaldada. Merecen la peor de las condenas. No dejé de correr hasta que un señor mayor me agarró, y me dijo: “¡Muchacha, no ve que le están disparando!” La adrenalina del momento y la ira que sentía me dejaron ciega y sorda. Recuerdo muy bien que lo último que logré escuchar fue el “Middle Of Nowhere” de Hot Hot Heat, un grupo indie rock canadiense. Pasaron muchos meses para que me atreviera a volver a escucharlos sin recordar tristemente ese viernes. Algunos al leer esto pensarán que exagero, otros que tal vez comparten ese sentimiento desgarrador y adictivo por el consumo de música, comprenderán perfectamente, y quizá me agreguen a last.fm (http://www.lastfm.es/user/DrHell), no me juzguen por el nickname, ¡tengo 109152 scrobblings!
Un tiempo después, mandé a pedir mi segundo iPod. En ese tiempo ya trabajaba en una agencia, y podrán imaginar lo triste que era un día de trabajo sin música (por dicha compartía compañeros con gustos similares muy compatibles como Richie Carballo, Ale Ibarra y Lucía Carpio). El caso es, que después de todo este preámbulo, mi segundo iPod -esta vez de 160 GB, murió hace unos 6 meses (después de unos 5 años de vida) y desde entonces uso Spotify (otra invención que revolucionó mi vida y la de muchos otros melómanos), pero fue entonces que me dispuse a revisar entre todo aquello que sí había respaldado, y fue esa noche en que de mí brotaron miles de sentimientos diferentes y recuerdos de todas las épocas de mi vida, que pienso ir compartiendo en varias entregas de este post: Un viaje por el soundtrack de mi vida.
1987-1995: De Luis Aguilé a Lucerito
No hay mucho que decir sobre esta época, no hay un juicio muy experto sobre la calidad de música que uno escucha cuando es tan niño, sin embargo, tengo el criterio de que todo lo que vivimos y lo que nos rodea de niños, nos construye como adultos y no creo que en temas de música exista diferencia. Empecé escuchando al muy talentoso Luis Aguilé, tengo que admitir que al día de hoy puedo escuchar sus canciones (como en este momento) y las disfruto. Y sé que muchos otros también. Recuerdo una noche que hice de dj en un bar local, y en la madrugada (cuando la gente no se quería ir del bar y ya había que cerrar) puse Luis Aguilé, y para mi sorpresa el efecto fue el contrario: la gente lo cantaba emocionada, recordaban las letras. Realmente Luis Aguilé le abrió el mundo de la música a mi generación con “hits” como “El reino del bom bom”, “El ratón vaquero” y “Es una lata el trabajar”.
Recuerdo otras canciones que tuvieron importancia en los primeros años de mi vida, entre ellas “Sopa de Caracol”, para lo cual mi mamá nos hizo a mi hermana y a mí vestidos especiales para bailarlo. Más adelante me atraparía Gloria Trevi con su rebelde “Yo quiero andar el pelo suelto”
Y luego llegaron todas las canciones de Nubeluz, en especial “Papi deja de fumar”, la cual le cantaba a mis papás en aquellas épocas que les daba por enviciarse con la nicotina: nada bueno para los niños, y mucho menos para los alérgicos como yo. Una lástima que una de las chicas de Nubeluz se haya muerto «limpiando una pistola» y el programa muriera tiempo después.
Mis papás nunca fueron muy melómanos, cosa que a veces le envidio a muchos amigos que pudieron iniciarse con grandes artistas y bandas como Led Zeppelin, David Bowie o Pink Floyd. De mi parte, mi papá escuchaba algo de rock en español. Todavía recuerdo cuando encontré un casette de Modelo Para Armar, un grupo costarricense genial de los ochentas, liderado por Mario Maisonnave y Bernal Villegas
De parte de mi mamá, lo que se escuchaba era PLANCHA. ¡Y cómo odiaba esa música! Recuerdo que en las tardes íbamos a recoger a mi papá del trabajo en carro, justo a tiempo para escuchar “La hora de los novios” en Radio Musical. Mi mamá, como buena italiana, amaba a Umberto Tozzi, Ricci e Poveri, Sandro Giacobbe y también algunos como Guillermo Dávila y su “Barco a la deriva”. Al día de hoy, aprecio algunos de estos artistas de música plancha, como Tozzi, pero algunos otros simplemente me acongojan terriblemente, aunque debo admitir que me sé prácticamente todas las letras: Los niños son esponjas.
Y casi olvido una parte importante de mi vida: Amaba a Lucero. Sí, a Lucerito. Tenía un casette que se llamaba “Siempre Contigo” (1995) y era tan pero tan fan que recortaba todas las revistas de mi mamá donde salía ella: Lucero niña, Lucero adolescente, Lucero en todas sus etapas. Por alguna razón, Lucero era mi “role model” y entonces tenía esos recortes pegados como collage en una hoja bond tamaño carta. Una vez fui donde mis padrinos, y dejé perdida la hoja. Lloré mucho. Y supongo que mis padrinos se asustaron un poco. “Palabras» era mi canción favorita del cassette. Años después la entendí y por fin tomó sentido para mí. Pura sabiduría Lucerito.
1996-1998: La escuela del POP.
Entrando a tiempos de escuela recuerdo muy bien tener mis primeros encuentros con mucha música que cambiaría mi vida para siempre, y algunos otros encuentros desafortunados con los boybands.
El primer disco que tuve en la vida fue a mis 8 años (sí, un disco, aunque en ese tiempo lo común eran los cassettes). Recuerdo ese día. Íbamos en el carro y mi papá me dio mi “Pies Descalzos” de Shakira. La colombiana llegó a ser mi nuevo y más fuerte “role model”, eso sí, Shakira la de esa época: La greñuda pelinegra, guitarrista, rockera que influyó tremendamente en mi vida como mujer guitarrista. En ese tiempo yo juraba que cantaba igual a Shakira, muy posiblemente no cantaba ni cerca, pero hoy en día todavía puedo imitarla alguito – pueden invitarme a un karaoke si necesitan pruebas. A los 8 años padecía muchísimo de las amígdalas y por eso tenía una voz mucho más ronca, recuerdo súper bien el berrinche que hice cuando mis papás querían que me operara. Recuerdo llorar porque si me quitaban las amígdalas “ya no iba a cantar igual que Shakira”. Y así fue. Pero la seguí amando, e imitando por al menos un par de años.
Luego, empezaría mi contacto con los boybands, empezando por nada más y nada menos que Salserín. Amaba a René y veía la novela “Entre tú y yo”, también tuve el disco y fui al concierto (mi primer concierto) a verlos dar “la vueltita”, con binoculares, porque estaba sumamente lejos.
Luego siguieron por un breve tiempo algunas chicas cantantes como Fey e Irán Castillo, ¡de esta última me gané el disco en la Revista Tambor! Pero Fey y sus medias lunas sí fueron importantes para mí, especialmente el disco “Tierna la noche”. Empezamos a entrar al tema de las coreografías escolares. ¡Qué belleza!
Mi acercamiento al pop se empezó a agringar para prácticamente no volver atrás. Yo era Team Backstreet Boys, fiel enamorada de Nick (en un inicio) y luego de Kevin. Mi consumo masivo de revistas preadolescentosas empezó. Ahorré muchísimo para comprarme el “Backstreet’s Back”. Luego el “Millenium” y hasta ahí llegué. Recuerdo que odiaba a muerte a los N’Sync, en especial a Justin Timberlake (quien todavía me desagrada en la actualidad).
Nunca escuché mucho Britney (aunque me sabía la coreografía de Baby One More Time), ni Christina Aguilera. Lamento decepcionarlos.
Otro boy band, que no sabía que era un boy band, debido a que Taylor Hanson era sumamente ambiguo respecto a su género, era Hanson. Recuerdo comentarlo claramente con mis amigos de la escuela: ¡Yo juraba que Taylor era una mujer! Y muchos de mis compañeros inclusive admitieron muchos años después que Taylor les parecía “guapa”. pero bueno, Hanson fue tan solo un One Hit Wonder, eso sí, bien impactante para nuestra generación.
Simultáneamente en esos tiempos algo mágico pasaba en mi vida: MTV (sí, MTV alguna vez fue increíble).
En mi casa entraban como 2 canales de cable, uno de ellos MTV. Allí conocí desde series que amaría, como Aeon Flux, Daria y Beavis and Butthead, pero más importante, tuve contacto con bandas y artistas que en aquel tiempo amé (y para los niños de mi edad no eran comunes -uy sí, muy hipster) y hoy recuerdo con especial cariño. Uno de ellos, para empezar con el pop: Savage Garden.
Amaba a Darren (y obviamente en ese tiempo cómo iba a saber que era gay). Si bien canciones como “I Want You” y “To The Moon and Back” del disco “Savage Garden” (1997) me hicieron conocerlos, una canción como “The Animal Song” del “Affirmation” (1999) todavía me enamora e inspira en la actualidad.
Por otro lado, en MTV escuchaba a mis cortos 9 años grupos como Blind Melon con su épico video de “No Rain” (1993) y creo que a partir de ellos empecé a definir mucho más mi gusto por la música actual.
Por supuesto por ahí de esa época no podía faltarme Nirvana y su “Nevermind”, que a pesar de haber salido en el 91 llegó a manos de una niña de 8 años en el 98, 4 años después de la muerte de Kurt Cobain. Hasta el día de hoy, como muchos de ustedes – si no la mayoría- atesoro el MTV Unplugged como uno de mis discos favoritos de toda la vida.
1999 – 2000: Gracias MTV
Para ese tiempo yo ya tenía mis 10 u 11 años y Ruth Infarinato presentaba algunos de los mejores grupos de la época (Siéntanse viejos: ¡Ruth tiene ahora 44 años!).
Desde Counting Crows, The Cranberries, Oasis, 4 Non Blondes, Red Hot Chili Peppers, TLC, The Cardigans, Alanis Morissette y Sixpence None The Richer sonaban fuerte en MTV. (¿Qué pasó con TLC? Tenían tanto futuro)
Entramos al puro final de los 90’s oficialmente. Y la música cada vez se ponía mejor. Estos grupos todavía guardan un lugar especial en mi corazón y en mi iPhone.
Luego, apareció No Doubt en mi panorama musical con “Don’t Speak”, esta canción marcaría mi siguiente fase: El inicio del colegio, que reservaré para mi siguiente post adolescente.
Cuando tenía 10 – 11 años les puse atención por primera vez a Los Fabulosos Cadillacs, me enamoré a primera «oída» de “Vasos Vacíos” (1993) para luego comprarme el cassette de “Fabulosos Calavera” (1997), en mi opinión el mejor de los discos de la banda y de mi vida: Un disco bastante oscuro, con un poco de Jazz y muchísimo trabajo musical. Muy diferente al ska que caracterizaba a los argentinos. Podría hacer un solo post para hablar de la gran influencia que tuvo LFC en mi vida, incluyendo mi crush con Vicentico. Para ese tiempo, la música en español volvió a mi vida, principalmente con ese disco. Soda Stereo nunca me gustó mucho, tampoco Héroes del Silencio (para nada, los odiaba), pero por ahí andaba Fobia, La Gusana Ciega, Todos Tus Muertos y Andrés Calamaro.
Para ese tiempo me di cuenta de que mi crush de la escuela (para mí el mae más guapo del mundo en ese tiempo), también escuchaba LFC. Y ahí empezó otra historia que seguirá en el siguiente post, posiblemente, si me atrevo.
Año 2000: Empezó mi era del New Metal, era que se prolongaría por mucho tiempo en el colegio (junto a otros géneros musicales). Para ese año, a mis 12 años, en mi último grado de escuela y junto a una de mis mejores amigas de la vida: Ericka Delgado (que espero que lea este post) descubrí una atracción extremadamente fuerte por las guitarras Ibanez y las Adidas (nunca por los “dreads”). Descubrí KoRn, liderado por Jonathan Davis y Limp Bizkit, liderado por el douche de Fred Durst. Grupos que luego me llevarían a conocer, por ejemplo, a Slipknot y a Deftones, unos de mis grupos favoritos de todos los tiempos, pero de eso hablaré en el próximo post.
Por ahora, quiero hablar, primero, de una de los videos que puso un antes y un después de la música por MTV, el famoso video de la bala: Freak On A Leash (1998) del disco “Follow The Leader”.
¡Qué maravilla! un video que además empezaba con un corto animado, como el épico «Do The Evolution» (1998) de Pearl Jam. En aquel tiempo nos parecía un gran video, y hoy que lo vuelvo a ver, me sigue pareciendo excelente. Por otro lado: la letra. Qué mejor momento para escuchar KoRn que los terribles años de la preadolescencia. Luego siguió el “Issues” (1999) y de ahí no pasé. Rebeldía mezclada con un poco de “nadie me entiende”. Mi papá y mi mamá tuvieron tanta paciencia conmigo, que espero que alguna vez cuando sea madre, no se me devuelva (Karma is a bitch, claro que va a pasar, pero con tal de que mis hijos no escuchen “roots” *toca madera*).
Luego siguió Limp Bizkit, que fue mi grupo favorito por todo ese año. Y cualquiera pensaría que voy a ser tan obvia como para poner “The Nookie” (dedicada a Christina Aguilera) o “Break Stuff” como canciones favoritas (aunque debo admitir que cada cierto tiempo a veces solo quiero escuchar esa canción), mucho menos “Rollin’” , donde -para mí – murió la banda. Realmente lo que amé fue el disco “Significant Other”, y algunas canciones que me parecían increíbles como “Re-arranged” o “N2gether Now” feat. Method Man. Oro puro.
El tiempo más invivible de toda mi vida había empezado. Y realmente, el tiempo más difícil de mi vida. Para nadie es un secreto desconocido la depresión adolescente, de la cual sufrí muchísimo a finales de mis 12 y prácticamente hasta finales de los 16. No hay que subestimar el poder de la música, y aunque mucha gente ignorante cree que “el estridente rock” era una pésima influencia para los adolescentes -como para llegar al punto de culpar a Marilyn Manson de la masacre de Columbine, por ejemplo-, yo pienso completamente lo contrario. Siento que para mí, la música siempre fue algo que me acompañó en cada etapa de mi vida. Así como alguna gente recuerda épocas de su vida por libros o hasta por olores, cada momento de mi vida ha sido acompañado por una canción, y específicamente para mi pre-adolescencia agradezco (sin exagerar) por siempre a muchos de estos grupos “estridentes” ya que me ayudaron a encontrar mi verdadera identidad, a conocerme y a expresarme sanamente. Pero de esto hablaré más a fondo en la segunda parte del post. Por ahora los dejo con el brillante Brian Warner, y su respuesta al desastre de Columbine. Por cierto, aplausos eternos para el “Mechanical Animals” (1998).