Shameless, la mejor serie que nadie ve

Todas las temporadas surgen series y propuestas televisivas que han sido pensadas para generar algún tipo de adicción en el espectador; ya sea con una historia envolvente o con la participación de un elenco que sobresale por su calidad actoral.  Aun con el objetivo claro y cumpliendo, en apariencia, con todos los requisitos para generar tal atención, no todas las series lo logran.

Algunos intentos se quedarán en el camino, en una o dos temporadas iniciales, antes de que sus personajes decaigan y se vuelvan predecibles, antes de que se cometan errores garrafales en el guión y las historias dejen de ser creíbles e interesantes, o incluso, antes que sus propios actores decidan abandonar el proyecto.

Por fortuna, existen excepciones.

Fuckin’ Gallaghers

Basada en la serie homónima británica, la versión estadounidense de Shameless es más que otra oferta de la cadena Showtime, que ya tiene en su haber series fabulosas y dignas del cariño de una generación entera de televidentes como Homeland, Weeds y Masters of Sex; se trata de un show altamente adictivo cuyo planteamiento simplemente no envejece a pesar de existir desde el 2011.  Resulta curioso que al igual que sus series hermanas (y quizá, excluyendo a Homeland) Shameless pase inadvertida en premiaciones (aunque no en nominaciones) y no figure en la lista de series del espectador común, pues existen diversas razones que la convierten en la mejor serie que nadie ve.

Para empezar, es absolutamente no apta para menores de edad o para personas sensibles. La serie toca temas controversiales de manera audaz y realista; sexo, consumo de drogas, adicciones e incluso circunstancias moralmente inadecuadas. Shameless es como una montaña rusa de situaciones donde no existe tal cosa como “los malos y los buenos” porque, finalmente, si se analiza con detenimiento, todos sus personajes distan mucho del arquetipo de “buena persona”, haciendo honor al nombre “sin vergüenza”

El eje de Shameless es la familia Gallagher, una verdadera cuna de la disfuncionalidad. Los Gallagher viven en Canaryville, Chicago; una zona industrial y problemática, frecuentemente reconocida en la realidad por ser hostil y algo peligrosa. Frank Gallagher (brillantemente interpretado por el veterano William H. Macy) es el padre de familia soltero que dedica sus días a emborracharse y consumir un sin fin de drogas mientras sus hijos han tenido que aprender a sobrevivir en un ambiente tan adverso como su vecindario, con amenazas reales y con los retos esperables que enfrentan niños, adolescentes y adultos que han tenido que asumir responsabilidades antes de tiempo.

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Con la ausencia de un modelo paterno funcional, Fiona Gallagher (la preciosa Emmy Rossum) como hija mayor adopta el papel de la mamá en la familia, cuidando de todos como si fueran sus propios hijos, no sin sufrir las consecuencias que conlleva renunciar a sus objetivos de vida con tal de ser representante legal de sus hermanos menores. A lo largo de las 6 temporadas que lleva la serie, Fiona ha tenido diferentes intereses románticos, siendo su relación con Jimmy/Steve/Jack Lishman (Justin Chatwin) la más larga hasta el momento.

El resto del núcleo está conformado por Lip Gallagher (Jeremy Allen White), un muchacho brillante con logros académicos importantes pero que, como buen Gallagher, no cesa de involucrarse en situaciones complicadas. Ian Gallagher (Cameron Monaghan), el tercer hijo de la familia que recibe apoyo y comprensión cuando les comunica su homosexualidad y además inicia el romance gay más intenso y memorable que he podido ver en televisión con Mickey Milkovich (Noel Fisher) su vecino redneck, criminal y agresivo.

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Los menores de la familia son Debbie Gallagher (Emma Kenney) quien pasa de ser una niña dulce y necesitada de amor a una adolescente rebelde y desafiante. Carl Gallagher (Ethan Cutkoksky) un adolescente con tendencias psicópatas que se ve atraído hacia la vida en delincuencia.  Vale la pena mencionar al más pequeño de la familia, Liam Gallagher, a quien todos cuidan con esmero por tratarse de un niño pequeño, aunque no por eso sale bien librado de los errores cometidos por sus hermanos mayores y el mismo Frank.

Pero por más problemáticos e irreverentes, los Gallaghers tienen aliados en el vecindario. Entre ellos podemos mencionar a sus vecinos y mejores amigos, Veronica Fisher (Shanola Hampton) y Kevin Ball (Steve Howey), y la adorable Sheila Jackson (fabulosamente interpretada por la maravillosa Joan Cusack) quien se enamora de Frank mientras a él solo le interesa utilizarla.

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La evolución de los personajes en Shameless es muy interesante. Durante la primera temporada es común ver a Frank tirado en el suelo, completamente inconsciente y borracho, mientras alrededor de él están sus hijos siguiendo con sus vidas, una apuesta arriesgada por parte de los productores, tomando en cuenta que el peso pesado de la serie es William H. Macy. Esto, me parece, fortaleció los roles de sus personajes, pues nos permitió verlos crecer y sentir simpatía por cada uno de ellos en separado.

A pesar de contar con una trama lineal que sigue fielmente, las historias paralelas que rodean a sus personajes son lo suficientemente ricas en contenido como para mantener al público interesado y no han perdido la esencia que los caracteriza, por ejemplo, Frank continúa siendo el desagradable hombre chistoso y sin escrúpulos que conocimos en el episodio número uno, y aunque sus hijos sí han madurado de diversas maneras, en el fondo mantienen una fuerte sensibilidad y determinación.

Shameless, además, tiene una de las mejores intros y la ha mantenido por seis temporadas.

Con un tono cómico y dramático, Shameless es una serie imperdible y extraordinaria. Podría decirse que su principal recompensa es contar con una base de fans incondicionales que sufre, ríe y se emociona con cada inicio y final de temporada. Muy orgullosamente, soy parte de ese grupo de personas que adoptó a los Gallagher como su familia disfuncional favorita de la televisión.

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