Cuando se piensa en series de política, las variaciones que han tenido a través de los años son tantas que podría pensarse en que sea un enfoque ya gastado, sobre-utilizado. Series como Veep o House of Cards muestran perspectivas parecidas pero con sabor diferente, entre el drama y la comedia. O series como Scandal y Designated Survivor que exageran sus narraciones para que los giros y sorpresas estén a la orden del día y no resulten aburridas ante la monotonía de la política. Entra, entonces, la mente hiperactiva de Ryan Murphy y sus secuaces y, con el sabor amargo de sucesos de la actualidad, encuentran una manera fresca de presentar las carreras más de la sed por tener siempre el poder.
Luis: Debo tomar un segundo para respirar y emocionarme por una serie de Ryan Murphy (siempre me ha encantado). Él de verdad que tiene la capacidad de llevarse toda la serie en sus hombros sin ningún problema. Es, además, una manera fácil para Murphy de contratar a sus actrices favoritas recurrentes como Gwyneth Paltrow y Jessica Lange. En esta nueva versión de su mundo tan peculiar, vemos la historia de un joven decidido a ser el político del siglo. Criado con una sola misión en mente desde que era pequeño, esta serie nos muestra cómo se van desarrollando sus planes para llegar al poder mientras trata de ganar las elecciones de su colegio.
Se trata de Payton Hobart, un adolescente con ansiedad y delirios de grandeza que su único propósito en la vida es llegar a ser presidente de los Estados Unidos. Payton, fue un niño adoptado por una familia muy adinerada en donde su mamá adoptiva (Paltrow) le da todo el amor y cariño que nunca les dio a sus hijos naturales, unos gemelos nada brillantes que están acostumbrados a una vida de lujos, excesos y que todo se le sirve en bandeja de plata. En su colegio se inicia la elección para escoger el presidente del cuerpo estudiantil y, desde luego, él lo ve como un trampolín para su agenda de ascenso hacia el poder.
Sergio: Con esa premisa en mente, The Politician se embarca en un viaje curisosísimo de altos bajos, giros y regiros, de sus personajes para mantener el ritmo de la serie. Sin ataduras de nunguna clase, las ocurrencias del mismo equipo creador de Glee (Murphy, Brad Falchuk, Ian Brennan) llevan a que cada trama planteada dentro de la serie sea tan exagerada como la manera en que está presentada. Entre engaños y traiciones, mentiras y verdades, resultan personajes que siempre muestran una máscara ante el mundo. La serie se basa en un concepto general e historias pequeñas alocadas que no terminan de calzar una con la otra. Como siempre, Ryan Murphy es genial es partes, nunca en el conjunto.
Así, al ensamblar The Politician, parecen, más bien, un montón de ideas encajadas en una estética interesante (a lo Wes Anderson) que llama más la atención. Al igual que su secuencia inicial de créditos, la serie es como mostrar un cascarón agradable por fuera que solo está lleno de contradicciones adentro. Lo curioso es que puede interpretarse como intencional, para dar a entender cierta denuncia de las personas involucradas en la política o con ambiciones muy grandes; pero podría verse solo como la acción de plasmar ideas desordenadas dentro de personajes huecos, caricaturezcos, sin mucho más que decir de su propia concepción inicial. Yo, personalmente, le veo un poco de ambas caracterísricas.
Luis: En mi caso, me gusta mucho cómo cuenta su historia. Siempre con un humor un poco irreverente; siempre ácido, muy certero. Esta serie hace mofa de la situación política que se vive actualmente, en la cual hasta un estudiante de colegio es un digno oponente para tener una carrera política de verdad.
Pero debo mencionar la dirección. The Politician tiene una dirección de arte impecable, una estética perfecta y un estilo muy refinado. Cada color, cada toma está muy pensado y muy bien ejecutado. Un ejemplo de esto es la escena en donde Keaton Hobart, interpretado por Bob Baladan, corre al segundo piso de su casa. La cámara pone en el centro la figura de él mientras el resto de la habitación va girando mientras recorre el segundo piso. ¡Puro Wes Anderson!
La interpretación de Ben Platt es de otro mundo. Un hombre blanco con muchísimos privilegios, mientras en su centro tiene un gran delirio de grandeza que lo lleva a hacer todo lo posible para hacerse notar. La serie de verdad es más profunda de lo que se deja ver en un principio, ya que no le importa dar a conocer la cara fea de la manipulación, los problemas mentales y el circo que se genera alrededor. Después del quinto capítulo la serie tiene quiebres e historias descabelladas en donde no hay manera de saber hacia dónde se dirige. Hasta el puro final se van uniendo todos los problemas y tiene una resolución bastante interesante. El final de esta serie se lleva mi voto.
Sergio: Ese quinto episodio (The Voter) se lleva el premio de excelente desvío de la historia principal solo para enriquecerla (o, en todo caso, para dar a entender solo una posición, como panfleto). Pero, en todo caso, termina siendo una mofa a las maneras en que las personas que quieren estar en una posición de poder harían lo que fuera por obtenerla.
Al final, lo más interesante, curiosamente, es la intención genial de mostrar siempre dos lados del actuar de cada personaje. Especialmente en Peyton, quien tiene esa chispa de gentileza, pero que se oculta detrás de una mascara de manipulación que debe utilizer para conseguir más votos y apoyo. Ese interesante balance entre lo genuino y lo falso es parte del ADN de la serie que permite adentrarse a las psiques de los personajes, un poco desordenados y atractivos al mismo tiempo. Entonces, The Politician consigue un estilo alocado y completamente descabellado que más programas deberían hacer. Vivimos en una época en la que solo este tipo de locuras en la TV tienen sentido para nuestra propia realidad.
Luis: Al menos en mi caso, esta serie se lleva mi voto.
Sergio: Pues, con cautela y esperanza de que una segunda temporada consiga un balance así de interesante, se lleva también el mío.