Ad Astra: Hacia las estrellas

Sergio Beeche Antezana
Sergio Beeche Antezana

 

 

Pocas veces una película consigue estructurar sensaciones con imágenes, evocar emociones con sonidos y representar texturas con escenarios, todo en una sola producción. Al mismo tiempo, no siempre una historia transcurre de manera suave, sin premuras, pero que logre acumular intensidad y emoción sin dejar de balancear dos estilos de hacer cine en uno. Sucede con Ad Astra (frase en latín que se traduce, más o menos, como «hacia las estrellas»), la nueva película del cauteloso James Gray, quien propone una experiencia muy diferente a los filmes que viajan al espacio y deciden hacerse planteamientos existenciales que se reflejan en la vastedad del universo.

Con impecable producción e impresionante manejo de la atención y tensión narrativas, Ad Astra es solo una aventura espacial que sirve de excusa para adentrarnos a la psique de su personaje principal y cómo reacciona ante su mundo exterior (muy exterior). Es un curioso retrato de una persona que no necesita ser muy extrovertida para transmitir sus estados de ánimo. Su personalidad calza a la perfección con las exigencias de un sistema impersonal, casi robótico, que exige una contradictorio chequeo emocional para cada misión. Esta es historia que sabe lo que quiere contar y lo hace de manera impecable con todos los recursos que tiene a su disposición.

Brad Pitt, Ad Astra.
Brad Pitt, Ad Astra.

Se transforma, entonces, en la cuidadosa construcción de un mundo conocido (advertido al inicio: en un futuro cercano) y en la observación de la institución impersonal que controla las pequeñas partes que la componen. Implícito en sus imágenes, y reforzado con cuidadoso detalle en diálogos precisos y sugerentes, cada lugar que explora la película podría desviarse en diferentes historias nuevas sobre cómo funcionan los distintos lugares conocidos posibles (físicos y mentales). No hay fondo de campo ni personaje secundario que se desaproveche.

Ad Astra, en la Luna.
Ad Astra, en la Luna.

Así, conforme avanza, Ad Astra, sigue cambiando; evoluciona como película misma. El viaje estelar de su protagonista —una clara odisea espacial de ida y vuelta— es más hacia su interior, sin detenerse en paradas innecesarias ni retrasos narrativos. Los momentos que mueven el argumento hacia adelante son, más bien, las trampas y obstáculos que la vida o el universo coloca para probar que los personajes tienen la madera de continuar. Para probar que el espectador tenga las agallas de seguir viendo. Este no es filme que confunda ni se complica en ir más allá de su propia interpretación: sus temas están ahí, claros entre imágenes, diálogos y hasta sonidos, solo hay que saber encontrarlos.

Más Brad Pitt, en Ad Astra.
Más Brad Pitt, en Ad Astra.

Si se la piensa bien, Ad Astra pudo haber sido ciencia-ficción más extravagante (especialmente, durante su tercer acto), o una película de acción à la western o de piratas espaciales (¡que aparecen!) para agradar más al público en general. Sin embargo, la ruta que toma es más compleja, más profunda, más intensa, más humana. Que un actor tan versátil como Brad Pitt  consiga transmitir el mar de emociones solo con la profundidad de sus ojos es digno de aplaudir y de admirar. Su actuación se acopla a un filme que observa y se hace uno con la historia que quiere contar. Ni qué decir de la corta aparición de Tommy Lee Jones: ¡magistral!

Ad Astra, en las alturas.
Ad Astra, en las alturas.

Así, al llegar al borde del Sistema Solar, la película, sin darnos cuenta, ha transcurrido lenta, pero segura; ni lenta ni perezosa. Con los ingredientes adecuados y de prístino resultado formal que enganchan suavemente a ver el inesperado viaje —entre concreto y surreal— que el protagonista debe llevar. Eso en términos de contenido y lectura de las imágenes que construyen el relato; pero, para tener una mejor sensación de lo que logra construir Ad Astra, con su montaje y caracterización del mundo y de su historia, pienso ver esta película varias veces más. Hay que dejarse llevar por la suave —casi lenta— intensidad de esta aventura que parece espacial, pero abarca más aspectos humanos y de la vida de los que parece. Al final, todos queremos regresar a aquello que nos mantiene con vida.

Calificación: 9

 

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