Es curioso que se tenga una conversación a mitad de año sobre una película de superhéroes que parece no captar la misma atención que la de hace un par de meses. Por más que tuviera emoción y anticipación por la supuesta última película de los Mutantes X (bajo el mando de Fox, claro está), mi entusiasmo venía con un poco de cuidado y sospecha. Luego del desastre que resultó X-Men: Apocalypse (narrativamente hablando), ¿cómo podía salvarse, para el final, una de las franquicias más interesantes del cine? Y digo interesante porque los X-Men siempre fueron el contraste más acertado de la “realidad heroica”.
Durante mucho tiempo, se trató de personas marginadas que diferían del resto de la sociedad al punto de ser completamente rechazados. El miedo de los humanos ante estos seres con “poderes” fantásticos (que podían llegar a sentirse superiores) resultaba en un conflicto fascinante y con conceptos bien fundamentados sobre la discriminación y los juegos del poder. ¡Son ideas claras que se traducen en fluida identificación por parte del espectador! Antes y después de cualquier película, los intercambios inmediatos entre amigos siempre comenzaban con la escogencia de cuál de los poderes representados preferiría tener cada uno.
No deja de desilusionarme que este grupo de personajes (tan bien explorados en Days of Future Past) quede detrás de la sombra de héroes mejor desarrollados en el otro extremo de Marvel. Porque Dark Phoenix, como película, no está tan mal como nos hicieron creer que estaría, pero tampoco es el cierre digno que los personajes se merecían. A pesar de todo, no deja de sostener un poco ese gen que hace de estas historias un entretenimiento que podría ser manejado de mejores maneras, pero que nunca se pudo aprovechar por completo. En parte, por culpa de los grandes estudios, que influyen en las decisiones creativas (para bien y para mal).
Dark Phoenix, entonces, tiene un ritmo solo adecuado, entre montaje desigual y estridente música. Los puntos de giro de la trama suceden porque deben suceder y no se siente demasiada fluidez entre los diálogos para que puedan justificar el avance de la trama. A pesar de contar con actores de alto calibre, las actuaciones parecen forzadas o cansadas (mucho tendrá que ver con los extensos regresos a filmación que atrasaron tanto el estreno de la película), sin profundizar totalmente en las emociones y conflictos internos de tan memorables personajes. Tan así que se siente una desconexión entre los tres actos de la película (que lograron unir con apenas un par de hilos de coherencia).
Y sin embargo, los conflictos e ideas que se traen abajo la etiqueta de “superhéroes” están ahí. Las discusiones y cuestionamientos entre decisiones y acciones de los personajes dan para mucho más de lo que termina mostrando Dark Phoenix. Nuevas manifestaciones y protestas —trascritas de los tiempos cambiantes de nuestra realidad— descubren posibles rutas por las que la historia podría dirigirse. La caída de la autoridad, el desafío de ella, las posibilidades a la hora de evitar el mundo y la inevitabilidad de tener que enfrentarse a él. Son conceptos particulares en una narrativa que surge de encontrarse a uno mismo y aceptarse tal y como se existe en el mundo, por más marginado que se sea.
Lastimosamente, como no puede faltar la acción, la película debe ponerle atención al espectáculo visual (apresurado, de nuevo, por la re-filmación de la historia) que toma gran parte de su tiempo narrativo. Pero es caos visual que, curiosamente, está bien coreografiado y muestra —al fin— buen uso de los poderes de los mutantes que tanto queremos ver en acción. No es necesariamente el clímax épico que una franquicia así merece, pero funciona a pequeña escala y deja el buen rato mientras la sala siga oscura.
Al final, Dark Phoenix queda olvidada, como el resto de las películas anteriores, por culpa del mal manejo de su historia y por el terrible manejo del tiempo entre películas, que distancia a los espectadores de los personajes. Lo cual me deja triste, por el potencial que siempre ellos (y ellas) han tenido y porque nunca fue direccionado de la mejor manera para la pantalla grande. Con tantas posibilidades de buenas historias en el haber de los X-Men, solo queda dejar ir esta franquicia, la cual respira su último aliento antes de que, inevitablemente, el emporio del ratón los incorpore a su universo cinematográfico. ¡Puf!
Calificación: 6