Todo lo bueno debe llegar a una conclusión. Para bien y para mal, en Hollywood, el punto final no existe. Por siempre seremos bombardeados con segundas partes y nuevas interpretaciones de aquellas ideas que consiguen triunfar entre el público masivo. Lo curioso es que, en algún momento, los pocos fenómenos de la Cultura Pop sí deben llegar a cierta conclusión, sea en el cine o en la televisión. Hoy más que nunca, el alcance de algunas es inmenso y la popularidad aparece de la nada para esas selectas producciones. Este año, dos de los más grandes fenómenos contemporáneos tienen ese curiosa característica: el tener que llegar a cierta conclusión de sus historias. Y me atrevería a decir que son los últimos en su especie.
De cierta manera, Game of Thrones es la última serie que la mayoría del público aceptará ver con el ritmo de solo un episodio por semana. Luego de crecer de manera colosal durante sus años al aire, la ansiedad de más personas por que llegara el domingo para volver a Westeros llegará a su culminación este abril. Algo casi inusitado cuando el modelo maratónico es tan preferido por la mayoría de los consumidores. Eso logró HBO, que todavía conserva el modelo semanal bien estructurado (por razones creativas y, sobre todo, monetarias), el cual permite que la conversación y las expectativas se mantengan durante más tiempo. Eso que parecía la norma antes, hoy parece ser la excepción.
Pero termina. Aún sobrepasando los libros de los cuales está basada, la serie tuvo que adelantarse a escribir una conclusión que liberara el arduo trabajo del equipo de producción. Tal vez, la escala era demasiado grande como para sostener un par de años más de la historia. Tal vez, la imaginación de George R. R. Martin es más grande que la de David Benioff y D.B. Weiss, quienes entregaron las dos últimas temporadas sin tanto éxito en términos narrativos (pero sí muchísimo en devolución monetaria). Ahí, el efecto creativo que concreta estas decisiones de los creadores —encima del dinero— se lleva mi respeto, porque es seguro que HBO habría mantenido la serie indefinidamente (tanto así que uno de los anunciados spin-offs ya está en etapa temporada de producción).
Por otro lado (y rechazando rotundamente la aseveración de Carlos Boyero sobre el carácter “vulgar” de la televisión), podríamos ver que la serie de televisión más grande jamás hecha llega a cierta conclusión temporal para dejar ir a sus personajes principales. El ciclo de exploración de ideas se concreta y se deben dejar ir algunos personajes para iniciar de nuevo hacia nuevos viajes que puedan sostener el espíritu de la serie (algo que, curiosamente, Grey’s Anatomy —siempre conservando su fórmula— ha logrado hacer, logrando una revitalización interesante durante sus temporadas recientes. Esa serie, ahora en su año quince, no parece querer terminar pronto).
Claro que, para Los Vengadores, hay que ver las entregas en el cine. Estas películas tienen mayor alcance mundial y monetario. Sin embargo, ahora lo digo con más seguridad que antes: el universo expandido de Marvel (MCU) no es más que el reflejo de lo que es una serie de televisión. Las características de familiaridad, de continuidad, de tono, de estilo, de construcción de personajes y cómo los arcos narrativos funcionan de manera general y episódica terminan siendo aspectos básicos de una serie que construye un clímax hacia el final de su temporada. Resulta fascinante, porque estas películas del MCU se volvieron casi obligatorias para entender lo que sucederá en la terriblemente anticipada Endgame. Título bastante significativo, por cierto.
El simple hecho de preguntarse —y que importe— lo que sucederá con los personajes que vienen en desarrollo y evolución desde la primera película (pensemos 2012, con la primera Avengers) ya es ejemplo de continuidad serial. Sin que muchos se dieran cuenta, la majestuosidad del cine se ve ayudada por las pequeñas ventajas que presenta la televisión. Y, por su lado, los episodios finales de una serie continúan siendo catalogados como seis películas que saldrán al aire en tele. Ahí está la curiosa paradoja: a una producción se le sugieren adjetivos propios de la televisión; y a la otra, características que suponen venir solo del cine mismo. ¿Ya no se sabe cuándo termina el cine y dónde empieza la televisión?
Ante todo, la cantidad de personas que ven y verán estas dos producciones permiten que sean los dos regresos más importantes del año. Y aunque las dos vayan a continuar en forma de precuelas, historias paralelas, spin-offs o meras continuaciones del universo (porque desaprovechar las ganancias, nunca), la idea de finalidad de este año es inminente. Crecimientos así, más de popularidad, no tanto en calidad, ponen en evidencia la dificultad de producir cine fuera de lo popular y la volatilidad de muchísima televisión nueva que se produce estos días (tema para otro día).
Como no sabemos qué fenómeno nuevo de la Cultura Pop vaya a tomar el lugar (para muchos, la prioridad) de estas mega producciones lugar más adelante, disfrutémoslas mientras se pueda y dejémonos llevar por esa emoción colectiva (¡y semanal!) que casi puede desaparecer por completo. ¿Es este el final de una era o solo la continuación hacia nuevas adaptaciones? ¿Qué viene después —y cómo se delimitan el cine y la televisión— cuando “todo” se termina?
“Game of Thrones” estrena su temporada final el 14 de abril, en HBO.
“Avengers: Endgame” estrena mundialmente el 26 de abril, en salas de cine.