Tiene cierto encanto cuando los más pequeños responden “astronauta” a la hora de preguntarles qué quieren ser cuando sean grandes. Podría, incluso, tratarse de cierto aire genérico cuando se menciona el título de la profesión. Puede ser más el deseo de poder alcanzar esa inmensidad “fuera de este mundo”—literalmente—. Cierto aura de grandiosidad rodea los viajes al espacio, esos que, por lo que se ha podido ver a través de los años, terminan siendo más la vista desde una pequeña ventana en una cabina de protección lleno de botones y controles. Eso es lo primero que muestra (y demuestra) First Man: la claustrofobia contenida en ese encierro que parece ser la profesión soñada por muchos.
Venido de un director más musical que otra cosa, First Man trae la astucia de la cámara de Damien Chazelle (Whiplash y La La Land) que luego transmite en angustia y aceleración, vistas siempre desde dentro de la cabina de la nave espacial, al seguir la historia de Neil Armstrong, el primer hombre que pisó la luna, y los acontecimientos que lo llevaron a tal hazaña. Entre dedicación y, sobre todo, sacrificio, transcurre la película de manera curiosa, acelerada y con cortes un poco muy rápidos. Ese mecanismo es clave para comprender, a partir de cierto momento y a pesar de ciertos alargamientos innecesarios de la trama, el pronunciado punto de vista que el director decidió mostrar: el de este retraído piloto convertido en astronauta.
Tómenlo desde ojos bastante escépticos de toda la operación final de la historia y nada puede impresionarlos mucho en términos de historia. Pero observen bien la construcción de cada secuencia y el viaje emocional de los personajes y tienen una sutil mirada sobre la búsqueda de las cosas que verdaderamente importan. Junto al personaje principal, frío y distante (una buena interpretación de Ryan Gosling), hay que preguntarse, ¿por qué ha de importarnos el recorrido de diez años en la vida de este hombre?
Para responder eso, en First Man, la perspectiva es clave. Este filme demuestra la visión de mundo de un personaje con el cual es extremadamente difícil identificarse o, siquiera, sentir empatía. Queda demostrado por cada imagen que se acerca a los controles de la escotilla, hasta la secuencia más elaborada, todo filmado desde el punto de vista de su mirada. Los cortes son rápidos y estratégicos; acelerados, como su terquedad y dedicación, las cuales quedan envueltas en cada ángulo y movimiento con que se cuenta la historia.
Por otro lado, las escenas en su hogar también son diseñadas como si fueran durante la acción en el espacio. Al cerrar el punto de vista, lo que queda es la circunstancia que construye y delimita el mundo interno del protagonista. Sin embargo, por más que se sienta distante y él esté más atento cuando se encuentra “fuera de órbita”, la película no le deja olvidar el regreso hacia su familia. Sostenida por su esposa (una extraordinaria Claire Foy), la mirada de vuelta a la tierra es la llamada de atención que la película le hace a su protagonista. “Obsérvala”, le dice la cámara; escucha lo que tiene que decir (solo ahí no hay imagen con movimientos bruscos). Así, la colocación estratégica de Janet demuestra que el mundo que él observa, aunque él no quiera admitirlo, esté partido en dos, luego de la tragedia con la que inicia el filme.
Así, First Man se vuelve en el filme de perspectiva por excelencia. Siempre con imágenes ajustadas por las ventanas reducidas de las escotillas, pero de acercamientos extremos a los rostros cuando está en casa. Neil no puede escapar de su propio sufrimiento; mientras tanto, la felicidad intenta guiar su camino hacia ella. Él no logra distinguirla. La capacidad de ver lo que se tiene de frente y no buscar tanto hacia las estrellas (las cuales, al final del día, siempre estarán ahí), es algo que debe ser aprendido.
Entonces, durante su secuencia final, Chazelle, a diferencia del espectáculo musical que caracterizó sus dos filmes anteriores, construye su clímax con absoluto y magnífico silencio (con la música más extraordinaria antes de eso). Con más significado ante la imagen de la luna cerca y la tierra a lo lejos, la despersonalización del traje espacial hace que el espectador pueda estar ahí, que pueda ser parte del enorme logro. Pero la historia le da su momento al protagonista y le concede tener su propio clímax, su propia despedida. Esto mezclado con el conjunto formal más preciso y estilizado posible, para contar y mostrar la perspectiva de este reservado hombre.
Al final, con la imagen final más sugerente, potente e increíble es que el filme termina de cobrar el sentido que venía construyendo a través de su narración paralela. First Man no es necesariamente sobre los logros científicos de la NASA o los alcances humanos dentro de las páginas de la historia. Es sobre este ser desgarrado que sale al espacio en busca de refugio, solo para darse cuenta de que en la tierra está la verdadera libertad. Por más lejana que sea la huida que se puede hacer de la tragedia personal, no hay que dejar olvidados a aquellos que tenemos cerca y lo que se construye en conjunto y con su compañía. (¿Se habrá dado cuenta de esto Neil, en realidad?) En todo caso, y como lección, esta historia muestra que muchos tienen que subir para poder bajar y dejar los pies más firmes en la tierra. ¿Qué sigue después de haber realizado la hazaña más grande? La vida.
Calificación: 9