Desde el 2011, Mike Flanagan viene haciendo filmes de horror interesantes, y ahora decidió aventurarse con la televisión, dirigiendo los 10 episodios de esta nueva serie de Netflix, The Haunting of Hill House. Es basada en la novela de Shirley Jackson con el mismo título. Eso sí, tan solo es una adaptación, pues se desvía bastante de la historia original, para crear algo nuevo pero, que aun así, es de inmensa calidad.
De esta manera se denota la importancia de que se nos presente en este formato. Ya hubo dos películas, tituladas simplemente The Haunting, en 1963 y 1999, la primera mejor que la última. Pero es el ejemplo perfecto para dar a entender la capacidad de desarrollo y caracterización que puede llegar a tener una serie vs. una cinta. Descrita por Stephen King como una de las novelas de horror más relevantes del siglo XX, quedé fascinado con el concepto desde que escuché la primera noticia de su estreno.
La trama se va construyendo en dos tiempos distintos: el verano de 1992 y la actualidad. Hugh (Henry Thomas) y Olivia Crain (Carla Gugino) se mudaron con sus cinco hijos temporalmente a Hill House, una antigua mansión que parece tener vida propia. En el presente, los cinco hijos crecieron con aparentes secuelas de su paso por Hill House. Steven (Michiel Huisman) escribió un libro acerca de la mansión, recopilando las experiencias sobrenaturales de su familia; Shirley (Elizabeth Reaser) es controladora, perfeccionista y trabaja en una morgue junto a su esposo; Theodora (Kate Siegel) es una psicóloga infantil con cierta habilidad de presentir cosas; Luke (Oliver Jackson-Cohen) es ahora adicto a la heroína y finalmente, su hermana melliza Nell (Victoria Pedretti), paranoica y quizás la más dañada por lo acontecido durante su infancia.
El estrés post traumático al que son sometidos solo nos hace querer conocer los secretos inescrutables encerrados tras esas paredes. ¿Apariciones de antiguos habitantes o tan solo una manifestación de sus propios miedos? La pérdida de la inocencia, especialmente de los hermanos menores, Luke y Nell, me parece lo más funesto de todo. De niños son lo más asustadizo e ingenuo que puede haber. Contrastarlo con el tiempo presente, y viendo en lo que se han convertido, sirve solo para añadirle leña al fuego con lo turbio de las circunstancias. Los saltos temporales y el acercamiento natural con la muerte hacen recordar a This Is Us y Six Feet Under, si estas fuesen series de horror.
Perdieron toda comunicación con su padre, y ese es otro de los misterios que buscamos desentrañar. Inclusive se han distanciado entre ellos, y cuando los hermanos comparten escenas, se empeñan en echarse en cara todas sus verdades, por más hirientes que sean. La disfuncionalidad se desborda con cada interacción. Gracias a Hereditary, una de las mejores películas del género de los últimos años (que también me dejó gratamente sorprendido) y Hill House, podemos admitir que el drama familiar es uno de los perfectos detonadores para contar una historia bien cargada de horror psicológico crudo, aquel causante de pesadillas. Es ese temor que no va a depender de jump scares, o sustos baratos, sino que cala en lo más profundo de la condición humana. Un ejemplo de esto es la manera en que Olivia busca proteger a sus hijos de todas esas desdichas, absorbiendo ella misma el terror en carne viva.
Algo para rescatar es que es una historia impulsada por sus personajes. Están tan bien redondeados y establecidos que hay un episodio para cada uno de los hermanos Crain (los primeros 5) y el sexto, uno de mis favoritos, es donde convergen las historias. Ese episodio, titulado Two Storms, consiste de tan solo cinco tomas, pues está conformado en su mayoría de planos secuencia. También se van a sorprender con la manera en que justifican la existencia de la “Mujer con el cuello roto” o “The bent-neck lady”, el espectro que atemoriza a Nell. Muchos escalofríos.
La falta de expectativa es lo que la hace tan efectiva. Jamás se pudo haber previsto que posea tantas capas de profundización: lidiar con el pasado, dejarlo ir y confrontar los demonios internos que les dejó Hill House, torturando a cada uno de ellos, literal y figurativamente. De los huesos de aquella novela tan trascendental, Flanagan forjó a su manera algo lleno de vida propia, y que no debe pasar desapercibida por ningún motivo del mundo. Ah, y como, pasatiempo, busquen los fantasmas escondidos en cada episodio. Con la maldición de Hill House, oficialmente se inaugura el mes de Halloween.