En el cine, existen muchas razones por las cuales se quiere contar una historia. Los estilos y diferentes visiones que se expresan son parte de intenciones ocultas o evidentes venidas de aquellos que consiguen el control creativo de lo que cuentan. Muchas veces, más que contarnos, las películas significan y manifiestan. La demostración de ese algo confluye más en imágenes expresivas, combinaciones poco exploradas o detalles reformulados dentro de sus propias narrativas. Mejor aún: existen aquellas que pueden sorprender sin hacerlo intencionalmente, solo con la atinada vultuosidad de su singular premisa.
A la hora de sentir, si se pensara en seres fugaces o gaseosos, ¿de dónde saldría la idea de contar la historia de uno que solo está ahí? Esa es la premisa, curiosa, inicial y casi total de A Ghost Story, (distribuida por A24) filme fugaz y audaz, constante y eterno, como el tiempo mismo. Este es de esos filmes que vale la pena entrar a ver sabiendo —ojalá— lo menos posible, para dejarse envolver por su atmósfera y ser transportados por el curioso viaje que concede al espectador. A primera vista, podría parecer una película de terror, de sustos fáciles o de trama retorcida, cuando es, por suerte, el completo opuesto de eso.
Al funcionar más como metáfora que, incluso, como historia (que, de todas maneras, la cuenta maravillosamente), A Ghost Story se deja llevar por el pausado ritmo que refleja su figura principal. A través de dos hoyuelos negros y cubierto por una sábana blanca, la simplicidad y hasta comicidad de esta figura persiste hasta demostrar que no necesita más que eso para ser expresivo. Exhala cierta tristeza este fantasma, un aire de soledad y pesadez sin rumbo que el filme sigue y mantiene como parte de su narración. Pero esa tristeza es profunda, sin desesperar; melancolía caminante que se pierde en el mundo… entre dos mundos.
La idea de sentir el dolor, el cómo enfrentarlo y verlo pasar es una de las capas que caben en la experiencia de esta película. Su temporalidad reconoce el desarrollo pasajero y se vuelve la clave para entender el momento anterior y posterior, apenas como ejercicio cuidadoso de un montaje siempre al reflejo de la sombra inexistente de este fantasma. A pesar de su corta duración, la circularidad de su narración la hace perenne y perseverante. Cine igual a este no hay.
Entonces, la añoranza por el ser querido es como un recuerdo, una fotografía, mostrada con bordes circulares que encierran el encuadre, pero que lo delimitan con suficiente suavidad para que desborden vitalidad. Y es que entre la vida y la muerte, solo queda (el) ser. Demostrado en la cuidadosa temporalidad del filme, sin perder detalle de la edición, pero con comprensión por el espacio sin corte. Donde lo estático puede tener más movimiento del que pensamos; donde el paso del tiempo solo fluye cuando se quiere ser parte de él.
Pero, ¿y qué es ese paso del tiempo? ¿Dónde queda el principio, dónde queda el final? ¿Somos parte del ahora o del pasado? ¿Será que el futuro regresa y nos advierte de aquello importante que no queremos ver? ¿Sabemos verdaderamente que se fueron o que nosotros nos iremos para no volver?
A Ghost Story sugiere que el ser humano, antes de pertenecer a alguien, no es más que las migajas de sus emociones como fracción de la existencia. Que sentimos antes de actuar, y que ese sentimiento es parte de la esencia que perdura, sobrevive y acompaña. Al final, no quedan más que las sensaciones de esperanza y liberación ante la idea de vida y muerte para la película. Con su sobrecogedora banda sonora, de inmersión total y con capacidad narrativa y emotiva, consigue decir más de lo que cuenta y confrontar más de lo que, a simple vista, representa.
Sin querer contarles mucho más, dejo abierta la recomendación para que se atrevan (más que a ver) a experimentar y sentir el curioso viaje cósmico que este filme invita a recorrer. La compañía que tendrán sobrepasa la curiosa sábana constante en un rincón de la habitación. A Ghost Story es, sin exagerar mucho, de las mejores películas que verán en años. Nada menos que brillante.