Al dejar de lado las películas más rentables de Hollywood —las que atraen a más público de la cuenta y todas quisieran ser “eventos cinematográficos”—, nos damos cuenta de que quedan olvidados los estrenos un poco más pequeños. Esas historias fuera de las obligaciones de ser épicas o de servir a cierta cantidad de fanáticos y hasta de cumplir con cierta expectativa económica. Está dicho: se necesitan más filmes de acción o comedia divertidos, sin la presión de sostener o continuar una línea inamovible de historias y universos.
Claro está, la saga de Ocean’s (Eleven, Twelve y Thirteen) termina siendo parte un engranaje exitoso de una buena idea y el deseo de repetir la ganancia comercial. Al final, parece que no hay escape del aspecto monetario. Pero es que estas películas, por más que sean parte de una continuidad en trilogía, no se tratan de superhéroes, vuelos espaciales ni de elucubradas secuencias de acción. Del término heist movie en inglés, los filmes de atracos o de planes de infiltración a cierto lugar opulento tienen cierto estilo que puede llegar a ser hasta más emocionante que persecuciones automovilísticas o batallas con puños.
Cuando comenzó, Ocean’s Eleven solo era el estilizado remake de una película ya hecha en 1960 con Frank Sinatra y Dean Martin (casi nada). Al parecer, tampoco es tan novedoso el argumento. Pero algo trajo a la mesa el director, Steven Soderbergh, que consiguió una re-imaginación en casi todos sus aspectos y le dio el giro moderno que la historia necesitaba. El filme, naturalmente, fue inmensamente popular y recaudó más dinero del que el estudio imaginaba. Así, salieron ambas secuelas (más decentes pero no menos rentables), y quedó para la historia la trilogía —diría yo— más cool del cine.
Desde su simple premisa y cuidadoso detalle por las imágenes, Soderbergh llegó a producir tres películas con un sello particular, cada una con su propia historia, con alardeos cinematográficos diferentes y todas increíblemente entretenidas. Al lograr eso, la saga Ocean’s se une a los filmes que llegan a cartelera sin mucha bulla inicial, pero que terminan creciendo por el cuidado y cariño con que están hechas, además de presentar algo un tanto diferente de lo acostumbrado (piensen en A Quiet Place este año). Aquí, los trucos vienen del hecho de hacer cine, con mañas visuales que juguetean con la presentación de la historia gracias al guion, ángulos y posiciones en el encuadre y música algo traviesa.
En su momento, claro está, la trilogía triunfó gracias a la ayuda de su enorme, popular y carismático elenco (que ni nombraré, porque son tantos —y todos importantes— que no quisiera dejar a ninguno por fuera). Como punto de partida, ahora sugiere una diferenciación de los proyectos con los cuales los actores quieren involucrarse, antes de firmar para cualquier cosa que les ofrezcan. Es cuando están bien actuados que este tipo de personajes en equipo pueden destacar y seguir una línea amena de dinámicas con la historia, a pesar de que no estén completamente profundizados. Se trata de seguir el juego de la trama nada más; ¡y eso, de vez en cuando, está bien!
Lo mejor es que las tres películas se sostienen al día de hoy. Se podría estar pasando el canal alguna tarde y siempre serán una opción agradable de ver. Los detalles de cómo logra el equipo su misión en cada historia siempre son divertidos de ver y de descifrar. Porque la simpleza de sus premisas lleva a observar un poco más de trucos y detalles visuales que no se recuerdan fácilmente luego de casi diecisiete años de haber estrenado la primera. Son aspectos singulares de este tipo de cine que —al menos en mí caso— resultan más interesantes de ver, de analizar y de disfrutar (por más que tengan sus altos y bajos narrativos).
De lo más sencillo y hasta con un plan de venganza por un amigo, los tres filmes de Ocean’s conservan su elegancia y entretenimiento sin problema alguno. Tanto así, que la perspectiva femenina del asunto viene en camino. Y es ahí que quisiera recordar —casi extrañar— que películas así, despreocupadas y divertidas, todavía pueden ser producidas y tener éxito comercial, que es lo que le interesa a los estudios. No son difíciles ni costosas. Solo necesitan una mano creativa que sepa construir un relato no muy épico, pero sí seguro de lo que quiere mostrar: personajes simpáticos y atractivos en una aventura. No digo que estos sean los mejores o más destacados filmes, pero siempre es importante exigirle un poco más al entretenimiento ligero que consumimos, por más que sea superficial en sus conceptos y solo quiera que pasemos el rato de distracción.