He de admitir que la traducción al español del título de A Quiet Place me gusta más. Un lugar en silencio parece tener un tono más poético, que ayuda a representar mejor las imágenes de terror que el filme mantiene y desarrolla a lo largo de su metraje. Le diremos así de ahora en adelante al tercer largometraje del curioso John Krasinski, recordado por su carismático papel en The Office. Él, además de dirigir y co-escribir, decide contratar a su esposa como protagonista femenina de su película, Emily Blunt (de actuación impecable).
Verán, Un lugar en silencio no parece más que el desenvolvimiento controlado de una premisa interesante. Con casi toda la trama mostrada en los avances que le dieron (una molesta grande que debería cambiar), este es un filme que parece ser predecible, pero, por suerte, no llega a agotarse en ningún momento. Es más, cuando parece que tomará cierto rumbo, termina (así de genial es su toma final). Gracias al espléndido manejo de la cámara de Krasinski, cada secuencia es única en la manera en que debía ser colocada dentro de la narración.
Así, el recurso del silencio se vuelve la herramienta más importante del filme; ese argumento inicial da paso a la profundización y justificación extendida del propio mecanismo narrativo. Es generador de tensión (sin que la sala de cine se dé cuenta) y de emocionalidad, para darle peso y empatía a la circunstancia de los personajes. Con cuidadosa colocación de puntos de giro y de angustia, Un lugar en silencio decide no ir más allá de lo necesario al dar las adecuadas dosis de incertidumbre para conseguir un clímax espectacular, estratégicamente ayudado por la edición de sonido y por la colocación de la música.
De esta manera, la relevancia del conflicto familiar es más orgánico de lo que parece. La concentración en la premisa de terror es solo el enganche (que, de todas maneras, funciona muy bien) para demostrar el lado más concreto de la historia. El sacrificio familiar y las responsabilidades paternales y maternales son parte de la línea escondida de los aspectos fantásticos y distópicos (texto y subtexto). Es ahí que la dirección permite darle un punto de vista a cada personaje en su viaje individual y como grupo familiar que son. Al ser tan pocos personajes, no podía quedar mal la concretización de esos viajes emocionales y hacia el merecido cambio que todos tienen.
Lo único un poco más rebuscado para conseguir la resolución final es la colocación no tan estratégica de la explicación de los hechos (exposition en inglés). Como esa exposición generalmente se da a través de los diálogos (escasos aquí), aparece en forma de frases un tanto rebuscadas en una pizarra. Apenas colocadas para que los personajes (no tanto la audiencia) comprendan qué hacer para sobrevivir. Pero, al ser este un relato audiovisual, la primera impresión no es negativa ante el excelente uso de la tensión y como construcción original de un mundo a través de la ausencia de los sonidos, tan inseparables de la vida misma.
Así, Un lugar en silencio, desde su guion, cuida todos los detalles que podrían molestar a los más aficionados del género. Permite que se establezca su mundo imaginado y todas las curiosidades que surgirían si llegara a expandirse o cuando el espectador se hace preguntas mientras la ve. Silenciosa, pero segura, esta es película que consigue dejar huella dentro del género en el que se coloca (porque quedan bien merecidos los saltos y sustos) y mejora con el cuidado de las (no) voces que le da a sus personajes, junto al aterrizaje de los temas más emocionales. Un lugar en silencio no dará respiro al verla y dejará a cada uno en su lugar, en silencio.