Conocemos el concepto de serie de antología como aquella que se reinventa con nuevas historias y actores, ligadas por algún concepto o temática en común. Sin embargo, hay varios tipos: las que varían por temporada (como American Horror Story, American Crime Story, Fargo o True Detective), las que varían por episodio (como Black Mirror, Electric Dreams, Room 104 o Inside No. 9) o en el caso de Easy y High Maintenance, las que se enfocan en distintos personajes, pero con historias entrelazadas (varios personajes de Easy aparecen en distintos episodios, mientras que en HM, el repartidor es el conector entre el microcosmos de historias en un Nueva York contemporáneo).
Entrando en materia, es imposible no hacer la comparación entre estas últimas dos, ya que intentan hacer algo parecido, pero con resultados distintos. Quizás sea algo tan sencillo como ponerlo en una balanza: HBO (High Maintenance) vs. Netflix (Easy). Más de uno pensará que esto no importa tanto… pero siento que sí. HBO ha sido el titán de las series de televisión por poco más de 20 años, mientras que Netflix, en sus escasos 5 años estrenando contenido, ha sacrificado mucha calidad por cantidad (excepciones claras las hay, pero eso iría en otra nota). Eso sí, ambas son series nicho.
Easy cuenta con dos temporadas, y la audiencia la ha dado a conocer como “Black Mirror, pero en lugar de girar en torno a los efectos de la tecnología, se orienta a las relaciones entre personas”. Joe Swanberg dirige, escribe y co-produce toda la serie, ambientada en Chicago. Lamentablemente, Easy tiene momentos más bajos que altos. Hay algo que no me termina de calzar: siento que, en su caso, los diálogos y las historias sueltas son más complacientes y pretenciosas, percibiéndose fuertemente la influencia del movimiento mumblecore (por lo cual Swanberg ya es conocido).
No le encuentro tanta empatía a los personajes, pero sí hay algunos episodios que valen la pena, y para mí, los que más destacan son Controlada (el episodio totalmente en español de la temporada 1), Art and Life (de la temporada 1, en dónde Marc Maron se ve involucrado con una joven Emily Ratajkowski, contrastando el ser artista en distintas generaciones) o Side Hustle (de la temporada 2, donde un comediante de stand-up/conductor de Uber tiene un encuentro con una escritora feminista/prostituta), por mencionar 3.
High Maintenance comenzó como una serie web en Vimeo, con 19 episodios que oscilan entre 4-15 minutos. Luego en el 2016, hizo el salto a serie formal, cuando HBO les permitió hacer una primera temporada con episodios de una longitud adecuada, y evidentemente, más presupuesto. El viernes anterior, concluyó la segunda, de 10 episodios (en total, ya hay 16 en HBO). Varias personas que conozco solo vieron los de HBO y todo bien, no es necesario haber visto la serie web (aunque varios personajes fueron introducidos en esos cortos mini episodios, y si los vieron, se le puede dar un sentido más completo a su arco y su transformación).
Ben Sinclair y Katja Blichfeld escribieron todos los episodios, además de dirigirlos, hasta la segunda temporada, donde cedieron algunos espacios para otros directores. Su divorcio en la vida real, al ella enamorarse de una chica, pasó a ser un storyline en la serie, y me parece que el tratamiento que le dieron requirió de agallas, fuera y delante de las cámaras (en general, la vida del repartidor pasó a primer plano en estos últimos episodios, ya que no conocíamos mucho de él). Siguieron trabajando juntos, y el resultado fue esta espectacular segunda tira de episodios. High Maintenance es de las series más versátiles que haya visto, además de auténtica, inclusiva, a ratos profunda, y lo más importante, realmente entretenida.
Caracterizada por su producción minimalista, el Nueva York que vemos en HM funciona como una vitrina de la sociedad, con personajes que ni siquiera parecen serlo: son distintivos, excéntricos, y no poseen filtro. “The Guy” (el mismo Ben Sinclair) es lo más cercano a un protagonista que tiene la serie, pero al mismo tiempo, es testigo del montón de vidas que toca, al irles a dejar el producto. La marihuana y el momento íntimo de la transacción entre el dealer y sus clientes, es el catalizador para encontrar situaciones de genuina conexión humana, compartiendo sus inquietudes o simplemente pasando un buen rato.
Es muy importante que los apartamentos denoten la personalidad de sus habitantes, y en cada caso, pude sentir como si la persona de verdad viviera ahí. Todo se siente tan realista: no parece que fuera una serie de televisión, esas personas existen, las hemos visto. Podemos odiar inicialmente a un personaje en algún episodio, pero al humanizarlo en menos de 30 minutos, logramos reconocer esa vulnerabilidad que comparte con el resto del mundo. Eso es gracias a los guiones tan puros.
Hay un episodio que transcurre durante algún evento innombrable que preocupa y afecta a muchos de los habitantes de NY por igual. Se nota la tensión en el aire, pero al final, un niño que deja suelto un globo en el metro hace que todas esas personas sufriendo en silencio se rían un rato y tengan un momento de liberación. Algo tan simple como eso me hizo sentir que no todo está perdido. Además, ¿cómo olvidar el episodio contado desde la perspectiva de un perro necesitado de cariño? Díganle a sus amigos que la vean. Difúndanla. Disfruten de su grandioso soundtrack. Esta serie merece una audiencia más amplia, porque se siente sincera, y porque pienso que eso es todo lo que buscamos al elegir qué tipo de programas consumir.