En ocasiones, hay que recordar que el cine es una industria que necesita recuperar su inversión. La unión es contradictoria por la idea de las formas y expresiones artísticas en el cine; pero es casi inevitable que aquella película que más se disfruta tenga una historia claramente económica por detrás (sin siquiera excluir las pequeñas producciones independientes). Entonces, con el avance agigantado de la tecnología y los servicios por internet, cada vez crece la cantidad de títulos con más renombre que aparecen diversas plataformas. El campeón es Netflix, que no solo decide adquirir ciertas producciones con un nombre famoso, sino que les da hogar en su lista de filmes fáciles de ver en su catálogo (sea producida por ellos o simplemente comprada ya terminada).
Lo curioso es que los estudios han ido viendo estas adquisiciones como la mejor salida cuando concluyen que cierto filme no tiene mucha esperanza de hacer buena ganancia en salas de cine. Por eso, se ha pensado que Netflix puede haberse convertido en el “basurero” de estas producciones, por su mala calidad y porque la venta a la plataforma resulta un mejor trato (monetariamente hablando) al no tener que gastar en promoción ni distribución. Esto resulta ser tantas cosas a la vez, que nos quedaremos con interesante, justo por irse estableciendo como un fenómeno más común de lo que se pensaría.
El caso de Annihilation, la película lanzada el pasado lunes, Paramount (la casa productora y de distribución—que también distribuyó Arrival) decidió vender los derechos de distribución a Netflix para el mundo (solo estrenaría en cines en Estados Unidos y China) luego de que el director, Alex Garland, se negara a cambiar el resultado final de su película. Al hacer de los empresarios la proyección con el ojo puesto en las ventas —tal vez por ser demasiado complicada, intelectual o solo extraña—, Annihilation sería uno de los filmes (incluida la terrible Cloverfield Paradox) que tendría más atención por su manera de lanzamiento que por su contenido mismo.
Y es que Annihilation no está mal, pero lo que la rodea es una conversación tan interesante como la de descifrar la película misma. Por un lado, es una lástima que un filme así, con esa fotografía y sonido, no pueda verse en una pantalla grande y poder tener una experiencia más intensa. Pero, por otro, resulta una suerte increíble que estas producciones puedan ser vistas tan pronto y de manera legal, cuando muchos títulos parecidos las distribuidoras nacionales ni siquiera se imaginarían programar en países pequeños. Es una paradoja, de nuevo, interesantísima (y, después de ver la película, tiene un poco más de sentido).
El acercamiento del creativo director de Ex Machina es la parte más importante para Annihilation. Su visión de adaptación (que se decía que era imposible) hacia las imágenes magnéticas resulta imposible de ignorar. Desde la coloración y colocación de su cámara, hasta el sentido de atmósfera que logra Garland sirven para conseguir cierta autoría con las historias que parece querer contar. Es el mayor mérito de Annihilation: ese sentido atmosférico, desconocido y peligroso, pero irresistible, que atraviesa la mente sin que el espectador se dé cuenta de los laberintos posibles en la historia.
Ahora bien, la ambición laberíntica del filme no viene sin un par de deslices que afectan esa intención. Los momentos de aparente desarrollo parecen solo mera explicación expositiva y ciertas escenas solo están ahí. Lo más triste es que, a pesar de que el quinteto de mujeres protagonistas conforman el enfoque ideal y más dinámico, ellas, como personajes, no terminan de ser profundizadas apropiadamente. Es como si el misterio tuviera que descifrarse desde todos los ángulos posibles; eso no hace tanta falta.
Aún así, como una nueva paradoja, varias secuencias de Annihilation se ven más interesantes como ideas que no terminan de ser totalmente desarrolladas. La muerte por invasión de la naturaleza, los miedos humanos en un monstruo oso o las maneras en que ciertos elementos inexplicables solo están ahí, sin dañar, pero que no permiten que se pueda continuar, son aspectos que capturan la mente, la confunden y deslumbran con sus sugestivas imágenes (en especial, esos veinte minutos finales y la propia escena final: geniales).
Al final, Annihilation despertará la curiosidad (ojalá, hasta de leer la novela), deslumbrará a muchos, pero dejará totalmente confundidos —y hasta enfadados— a los demás. No porque se trate de una maravilla o porque sea mala, sino porque viene a ser un paso más grande en las dinámicas de distribución de las películas y de cómo son vistas y experimentadas entre las audiencias. Esas que prefieren el sillón o la cama a la butaca de una sala.
Tal vez, la expectativa haya sido demasiada para un lanzamiento como este. Tal vez, el hecho de verla en una pantalla más pequeña afecte la experiencia. Nunca lo sabremos. Si la película es particular, su caso de distribución y lanzamiento, también. Ya no hay, la verdad, una mirada de injusticia hacia el estudio por haber vendido esta película a una plataforma que no tiene que demostrar nada en taquilla: no le habría ido bien. Solo el tiempo dirá si permanece y queda como un clásico ciencia-ficción de infinitas interpretaciones o si solo se pierde en el creciente catálogo del gigante rojo.