La clave de The Good Place es estar tres pasos adelante del espectador

Daniel Matarrita
Daniel Matarrita

 

 

En una época donde las series de televisión están siendo bombardeadas por cualquier medio, es difícil encontrar alguna que mantenga un sentido de espontaneidad tan frecuente como el que tiene The Good Place con casi todos sus episodios.

Desde aquel final de la primera temporada, esta serie original de NBC y transmitida por Netflix a nivel mundial, nos sorprendió con un buen plot twist para dejar muy en claro que las cosas no eran lo que creíamos y terminó en un cliffhanger con el que no teníamos idea qué iba a pasar.

Lo que no esperamos es que ese sentimiento de no saber qué es lo que va a pasar no se iba a ir tan fácil y esas sorpresas y twists a lo largo de esta segunda temporada, la cual terminó recientemente, iban a ser cada vez más grandes y más inesperadas.

Y de esto viene el primer punto a resaltar.

La confianza que tiene Michael Schur y los guionistas en su proyecto es de respetar

Una serie común, en especial las comedias, suelen mantenerse con una misma temática y una misma fórmula por x número de tiempo, sin tener que pensar en un cambio inmediato. Esto mantiene la audiencia contenta (claro, por un tiempo limitado) y hace todo mucho más fácil para los creadores.

En comparación, aquí vemos cómo los guionistas y el showrunner intentan cambiar las cosas de las formas más inesperadas posibles e intentan hacerlas interesantes, coherentes y graciosas.

Se siente casi como si con cada inicio de temporada se pusieran un reto de cómo cambiar la trama y lograr resolverlo al final de ésta.

Todo sumado al desafío frecuente de mantener los chistes graciosos, los personajes ya existentes, mantenerlos relevantes y los nuevos personajes, hacerlos memorables.

Lo que me lleva al segundo paso.

El deleite está en los detalles

Algo que diferencia The Good Place con otras sitcoms es el nivel de detalle que llega a tener tanto en los diálogos de los personajes, como en los chistes visuales.

Y esto no se limita a chistes con doble sentido y referencias al punto, sino que va más allá y surgen nuevas formas de sorprendernos en cada uno de los episodios.

Hay pequeños detalles que encontramos en los inicios de la temporada que llegan a ser esenciales para los episodios siguientes.

Esto hace que si se decide repetir la temporada completa, la experiencia sea diferente.

Y como si fuera poco, la creatividad para los chistes que se pueden encontrar en el fondo en ciertas escenas son dignas de estar en las calles de Hollywoo de BoJack Horseman.

Aparte de eso, las referencias a otras series siempre son realizadas con mucha creatividad.

Ver a Michael, el personaje interpretado por Ted Danson, en el final de la segunda temporada detrás de una barra sirviendo tragos con un paño en su hombro, claramente nos trae recuerdos de aquella época de Cheers y exactamente ese se puede notar que era el plan.

La filosofía como un recurso para hacer comedia

Aquí no me baso en algo tan sencillo como mencionar el nombre de Aristóteles o Immanuel Kant en un diálogo para que un personaje parezca que sí sabe de filosofía. Esto no es The Big Bang Theory mencionando a Stephen Hawking o haciendo una referencia a Game of Thrones porque “los personajes son nerds y por eso ellos saben de esos temas”.

Aquí una vez más, se comprometen con la causa y ponen a prueba tanto experimentos mentales como teorías de la filosofía y la ética.

The Trolley Problem de Philippa Foot, Leap into Faith de Kierkegaard o la mentalidad de What Do We Owe Each Other de T.M Scanlon.

Todo esto en práctica gana una importancia enorme durante la serie.

Bonus: El final de la segunda temporada de The Good Place es la sexta temporada de Lost.

Yo sé, yo sé, “¿Cómo va a comparar una de las series más influyentes de los últimos años con una serie que apenas va por la segunda temporada? Voy a dejar un comentario de siete párrafos explicando por qué Lost es mejor que The Good Place.”

Ok, antes de que hagan eso, déjenme explicar mi punto.

Un poco conectado con el primer punto del que hablé anteriormente, el final de la segunda temporada nos cambió la dirección a la que creímos que íbamos a ver a nuestros personajes. Pero fue hecho de una forma que algunos podamos recordar que ya se había hecho en otra serie.

¿Recuerdan el final de la quinta temporada de Lost?

La bomba de hidrógeno que termina creando el universo alterno o también conocidos como los “flash sideways” mostrándonos otra forma en la que pudo haber terminado esta historia.

Bueno, el final de la segunda temporada de The Good Place hace un experimento similar volviéndonos al punto en el que Eleanor muere, pero al último momento es salvada por un desconocido de pelo blanco.

De ahí, en algo que todavía no nos queda claro si es una simulación o si en serio lograron devolverlos a la tierra de los vivos, Michael quiere demostrar que los cuatro humanos, o al menos por ahora, dos, pueden ser mejores personas sin un premio al final del camino.

Lo que hace que toda expectativa de lo que creíamos ver en la tercera temporada, se desploma una vez más y nos dejara en una posición similar a la que tuvimos al final de la primera temporada. Lo que me emociona una vez más.

The Good Place
The Good Place

No sé si The Good Place ya se puede considerar como el mejor trabajo de Michael Schur, he de admitir que Parks and Recreation sigue de número 1 para mi, pero sí puedo decir con certeza que este es su proyecto más meticuloso y más ambicioso hasta el momento.

Razón suficiente para invitarlos a ver las dos primeras temporadas en Netflix y emocionarse, ¡una vez más!

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