I, Tonya

Sergio Beeche Antezana
Sergio Beeche Antezana

 

 

 

Es posible que las películas de personajes históricos nunca pasen de moda. Unas mejores que otras y, ciertamente, todas con la intención de apoyar o desenmascarar al personaje que estén representando. También es cierto que estas pueden llegar de las personas que menos nos imaginemos o que ni sabíamos que existían. Los personajes públicas se vuelven relativos a sus contextos, pero siempre se les reconocerá como la figura que generó una historia interesante para contar en cine. En muchos casos, se les reconocerá como la semilla que permitirá exponer los rincones de la sociedad más inusitados.

I, Tonya
I, Tonya

Sin entrar en muchos detalles de quién fue mejor o peor (por la naturaleza de estos hechos), es con I, Tonya que la historia de Tonya Harding es recordada por el público estadounidense, pero no tanto para el resto del mundo. Esta patinadora artística profesional que logró hacer un salto de triple axel pero que no era muy apreciada por la actitud que tenía ante el resto del mundo. Desde un guion original de Steven Rogers, el filme de Craig Gillespie acude a esa personalidad para darle forma al relato que queda aquí representado. Un relato no tanto de redención, sino de mostrar el lado humano y ; lo que estaba detrás de tan fuerte personalidad.

I, Tonya
I, Tonya

Es con un montaje ingenioso que I, Tonya toma temas serios y crudos, junto a la parte artística del patinaje olímpico profesional, y transcurre con agilidad y malicia. Cada secuencia es personal para con la protagonista y admite los errores que ella pudo haber tenido durante su acenso a la fama. Es historia con enfoque preciso durante sus dos primeras partes, como con fluidez al patinar y con la adrenalina y emoción como parte de ADN de las imágenes. Luego, durante ese segundo acto es que la historia trastabilla y pierde un poco la centralidad sin saber exactamente cuál dirección tomar hacia el final. Por suerte, vuelve a establecerse con agilidad gracias a un clímax trágico muy bien merecido.

I, Tonya
I, Tonya

Hay excelente mérito de las escenas de patinaje por la maestría con la que son filmadas. Estas secuencias se sienten y vibran con cada corte o toma continua que hace el director. Más que solo mostrar las acrobacias, se trata de dar perspectiva y atención a los detalles que elevan el intenso deporte. Eso completado con buenísimos efectos especiales para recrear las escenas y llevar al espectador por cada movimiento específico de los patinajes. Como si fueran escenas de acción, solo que más interesantes, arriesgadas y emocionantes. Más aún: la secuencia del “incidente” puede ser parte de ese estilo, si no fuera que no termina cuando debería.

I, Tonya
I, Tonya

En I, Tonya, las actuaciones son esenciales para que la credibilidad de la historia no se pierda en representaciones meramente caricaturescas (porque la realidad a veces tiende a exagerar apenas para que parezca ficción). Ahí, Allison Janney y Sebastian Stan consiguen buenas interpretaciones de sus alocados personajes. Pero es Margot Robbie quien encarna a Harding con la convicción completa de las profundas capas de este personajes. Su actuación es real y visceral, haciéndola la mejor parte del filme.

Al final, la demostración de las acciones y actitudes de los personajes deja un sabor agridulce, al tener la oportunidad de ver el viaje tan interesante de esta estrella caída. I, Tonya es sobre la precaución general que hay que tener en la vida y las distintas maneras en que esta responde a las decisiones que tomamos en el transcurso de la maduración y la búsqueda del éxito (interno o externo). El pasado será parte de lo que nos conforma como seres humanos, pero no siempre hay que dejar que defina el mejor futuro que se quiere construir. Tonya tuvo que aprender eso a la fuerza, sin poder escapar de los aspectos más problemáticos de su personalidad. Y de eso sale este curioso biopic, que termina siendo tan entretenido como bien logrado. Un aplauso por eso.

Calificación: 8

 

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