El mérito más grande de Get Out es la construcción paulatina que logra de su historia. Es mérito de Jordan Peele de estructurar los eventos de manera que se vuelvan una acumulación de sucesos que llevan a la apropiada tensión. Porque Get Out es filme que entra de maneras inesperadas a los rincones que pueden considerarse buen suspenso. Basándose siempre en situaciones reales, eventos con los cuales cada espectador se puede identificar o, al menos decir que ha visto algo parecido.
Sea por su premisa, sobre la visita del novio afroamericano a la familia caucásica que no puede dejar de repetir que no son racistas, o por la manera en que se enfoca en las situaciones incómodas al visitar un hogar ajeno, Get Out consigue triunfar. Se trata de un juego ingenioso (con actuaciones excelentes de todo el elenco) que disfraza el director desde su construcción de personajes sospechosos y esos que ponen en evidencia las fallas del engaño. Con la mirada del protagonista como guía, le pregunta para él y la audiencia que lo acompaña, está clara: ¿qué diantres está pasando?
Es cuando Get Out saca sus colores fantásticos y demuestra las razones detrás de su bien llevado suspenso. La mezcla de los elementos de realidad que se vuelven terroríficos en el universo de la película, gracias a una excelente edición y estratégica colocación de escenas. Hay partes que parecen una pesadilla, como confusión del momento en el que ocurren los eventos, pero que consiguen desenvolverse entre estrés y locura. Así, el clímax es satisfactorio y bien merecido, aunque tome un par de atajos conocidos del género para llegar ahí.
Lo cual lleva a la difícil posición de clasificar este filme. Vista hasta como comedia en ciertas partes, pero de humor perverso (satírico) y como horror social, Get Out navega todas estas clasificaciones como paradoja de sí misma. Sabe de su importancia temática y de la difícil tarea de no hacer parecer demasiado estratégico el mensaje; lo importante es contar esta historia y dejarla desenvolverse por sí sola. Las capas conceptuales funcionan una sobre otra, a la vez que se entremezclan para conjugar en el curioso filme.
La contradicción interna construye el subtexto y refleja los atisbos de denuncia que Get Out pretende subrayar (porque no los inventa ni descubre, solo los subraya). Esas maneras en que alguien desdeña a los que son diferentes, pero quiere sus fortalezas pensando que los demás no son merecedores de poseerlas. Además de demostrar las apariencias que se muestran ante los demás y los alcances del odio que, lamentablemente, existe en tantas personas. Aquí no hay necesariamente un héroe, pero sí la empatía adecuada y la satisfacción por ver que se haga justicia, incluso si no es de la manera que se esperaría.
Al final, eso es lo que busca Get Out: esa transparencia y derribamiento de los muros que evaden las conversaciones y temas incómodos; demostrar que no siempre sirve esa fachada de auto engaño y decepción ante el resto del mundo. Dentro de la premisa de Get Out, ¿qué peor pesadilla que esa realidad propia o vecina? Es con estas historias se descubre que el cine solo da la pincelada que pone en evidencia las contradicciones y matices humanos; esta vez, fue con brocha nueva y de trazos firmes, pero definidos.