I have an idea.
Cuatro parece un número adecuado para contar una historia. Cuando se pretende iniciar el viaje de ciertos personajes con los cuales se quiere pasar el rato, no siempre se sabe cómo terminará. Por lo general, la historia dicta cómo se avanzará por episodio y cómo irán tomando forma los resultados finales. En ciertos casos, son los personajes los que hacen que la historia se mueva y se desarrolle hasta llegar a cierto clímax. Eso hizo Halt and Catch Fire con extrema maestría.
Cuatro fueron los protagonistas de una historia que encontraba más capas y descubría nuevos caminos para explorar dinámicas mientras avanzaba. Cuatro son los nombres que serán recordados. (Joe, Donna, Gordon y Cameron). Personajes diseñados, armados, desarrollados y actuados con genuino cariño y dedicación. El camino que tuvieron de descubrimiento al principio era necesario. Los cambios de la primera temporada a la segunda —que mejoraron y catapultaron la serie— solo fueron el inicio del reconocimiento que centraría toda la atención en lo que la fortalecía. Halt and Catch Fire traspasó los límites de sí misma y no se frenó cuando debía tomar las decisiones más duras. Era el camino narrativo apropiado, no el deseado.
Fue en el episodio ocho, “Goodwill”, que logró la excelencia televisiva. Luego de mostrar, alcanzando una especie de poesía audiovisual, el evento más devastador que jamás se habría pensado para la serie. Un punto de giro que se convierte en la especie de epílogo que acercaba la historia a su punto final. Elemento narrativo que, aunque quedara abierto, no hacía falta extender más de lo necesario. El detonante que concretaría los viajes de estos personajes, por los cuales se podía sentir verdadero apego y era posible conmoverse con ellos.
Al final, con su increíble tono melancólico, Halt and Catch Fire fue sobre el pasado y sobre el futuro; sobre los errores y las victorias; sobre el momento preciso que se estaba viviendo y el aprovechamiento de esos instantes que podían ser de felicidad o frustración. Sin buscarla explícitamente, y partiendo desde una época pasada, la relevancia y resonancia con los tiempos actuales no podía ser más precisa. Su transgresión fue sutil, acompañada de una enorme amabilidad humana.
Su esencia, su gentileza, aquellos aspectos que la hacían más que una simple serie del desarrollo de la tecnología, se establecieron desde esas cuatro diferentísimas personalidades. Al entender que el corazón de la serie estaba solo en saber qué dirección tomar y cómo acercarnos a esas personas, cuyas vidas ficticias podrían llegar a impactar las nuestras, del lado de la realidad.
Con los pies bien puestos en la tierra, Halt and Catch Fire nunca dejó de soñar. Si la esperanza de una siguiente gran idea podía ser el inicio de una nueva aventura, aquí, resultó el cierre oportuno, merecido y profundamente significativo para continuar luchando. ¿Qué se hace ante la mejor —hasta desconocida— oportunidad de la vida si eres hombre, mujer; o, mejor dicho, persona? La tomas y haces lo mejor que se pueda para aprovecharla y sacarla a flote.
Y resulta curioso: hubo tantas maneras en las que pude haber comenzado (y desarrollado) esta reseña. Por alguna razón, ninguna parecía ser la correcta; y sin embargo, todas podían ser la apropiada. No importa desde qué ángulo se le viera, la serie consiguió exceder y superar los obstáculos para darnos la mejor versión de sí misma mientras estuvo al aire. La más sencilla, la que no dudó en darle vuelta a sus dinámicas para hacerle justicia a esos personajes que seguirán viviendo en la memoria de quienes los acompañamos.
Ahí quedará Halt and Catch Fire, como la serie que hizo lo mejor (de lo mejor) con lo que tenía y cómo pudo plantear su sencilla historia en un espectro de enorme profundidad. Entendiendo la fragilidad de la vida a través de lo voluble de la tecnología y estableciendo que el éxito externo no es nada si no es compartido con aquellas personas a las que quieres. Por eso, quedará como serie llena de amor y solidaridad, pero, sobre todo, llena de esperanza.