Cuando vemos una película, la realidad propia desaparece. Al apagarse las luces de la sala, nos adentramos a un mundo donde todo es posible y aquello que veamos estará regido por las reglas internas de la historia que vemos en pantalla. Diecisiete años después de su estreno, ese aspecto del mundo cinematográfico no podía continuar siendo más vigente que con el segundo largometraje del inglés Christopher Nolan, Memento, especie de thriller psicológico que se centra más en el artificio de cómo cuenta su historia que la historia misma, la cual es, aunque no a simple vista, bastante sencilla.
Como la pequeña pececita azul con su humorística pero seria condición, Leonard, de la misma manera pero unos años antes que Dory, sufre de “pérdida de memoria a corto plazo”, detalle principal en el avance y características de una trama que se desenvuelve, muy ingeniosamente, al revés. O sea, los acontecimientos se muestran en pantalla como si se recordaran en partes, comenzado in medias res, una especie de clímax del cual no se sabe cómo llegó a darse. Esta característica hace de Memento no solo una manera innovadora de contar un policial para su época (en el 2000), sino el enganche que hace que la construcción de la historia se vuelva más compleja y laberíntica —casi complicada— para el espectador.
Es así como el filme no pierde intensidad ni un segundo, gracias a su ágil montaje, que lleva cada secuencia como si fueran los recuerdos aislados de Lenny. Las imágenes funcionan como parte del rompecabezas que tiene el protagonista en su cabeza y para que el espectador las descifre de principio a fin (o de fin a principio). No se puede apartar la atención al verla; los detalles en color (el presente) y en blanco y negro (el pasado, a través de flashbacks) son vitales para comprender el avance de la trama y el resultado final de la película, el cual se ve en su secuencia inicial.
Al final, Memento cierra su historia casi completamente circular mientras se detiene en los temas que fueron abarcados a lo largo del filme, sin una mención muy explícita. ¿Qué es o cómo funciona nuestra realidad? ¿Somos los creadores únicos de ella? ¿En quién podemos confiar verdaderamente? ¿Son los recuerdos algo meramente cerebral o también físico? Esto como parte de una personalidad rígida y decidida a encontrar la verdad, pero fuera de los parámetros de la “normalidad”. Leonard busca y se mueve en espacios reducidos y repetitivos para poder encontrar los retazos clave de realidad que lo llevarán a solucionar su enigma. Funciona y siempre resulta interesante para aquel que vio la película en su estreno y para quienes apenas la vayan a experimentar. Años después, Memento aún resulta novedosa.
Con excelente tensión narrativa en una atmósfera claramente noventera y con señas evidentes de un cine que tiene personalidad propia, Memento muestra las decisiones arbitrarias de alguien que elige vivir en una mentira para encontrar la felicidad y perderse en ella, reconociendo en el fondo que solo evita enfrentar la verdad más dolorosa. Eso sin dejar de lado las características que importan para él mismo; los tatuajes de Leonard, por ejemplo, son la claridad de las ideas que quedan plasmadas en su propio cuerpo: marcas que pueden activar algún recuerdo o idea almacenados en el cerebro. Ese que no se libra de tener una personalidad, sea la original o una creada como fachada hacia el mundo exterior.
Entre duda y traición, Memento sobrevive los años sin envejecer un segundo. Las ideas están claras, la imaginación y visión del director aún asombra (visto este año también, con Dunkirk), el método de narración no pasa desapercibido —si se quisiera imitar— y el concepto central mantiene vigencia en la curiosa representación de los cuestionamientos humanos. Este es filme fácilmente considerado un clásico y un excelente ejemplo para las escuelas de cine en aspectos técnicos y de estructuración. Memento deja huella, no solo por su aspecto formal innovador al servicio de su bien llevada historia, sino por cada sutil planteamiento que deja entrever a través de los aspectos narrativos, esos que logran el indiscutible enganche principal.
Memento está disponible en Netflix.