Outlander crece como excelente drama de televisión

Sergio Beeche Antezana
Sergio Beeche Antezana

 

 

 

Más allá de su premisa fantástica y de las variaciones narrativas a las que tiene que llegar, Outlander concede, desde su núcleo central, una historia de inmensa compasión. Una que aflora y respira a través de las aventuras y sucesos que caracterizaban las dos época en las que está ambientada (el siglo 18 y mitad del siglo 20). Una historia en la cual, al encontrarse las almas, sean de enamorados o de mera hermandad, siempre saldrán victoriosas por el claro entendimiento de que el tiempo nunca detendrá el alcance de la felicidad. Y más importante: la comprensión de que esa felicidad se construye desde el interior de cada ser.

Outlander
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Sin importar la época o momento de narración, esa compasión, venida de su estelar protagonista, es la fuerza interior que mantiene Outlander desde su primera temporada. Siempre siguiendo la historia de Claire Fraser, heroína centrada e inmensamente capaz, la serie crece y se divierte con las personalidades que se le cruzan y los lugares que ella visita. Los primeros siete episodios de la segunda temporada, por ejemplo, se ubican en Francia, donde la extravagancia del idioma, ropajes y acontecimientos permiten que el desarrollo de los personajes fluya a través de los detallados escenarios y posteriores paisajes escoceses. La naturaleza es la acompañante y amenaza más peligrosa.

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Caitriona Balfe y Sam Heughan, comprometidos con sus personajes, encarnan con elegancia y brío el viaje de sus personajes, siempre respetándose entre sí, pero sintiendo profundo amor mutuo. Balfe, especialmente (“La Dame Blanche”, por un tiempo), raíz principal y pilar más importante de la historia, sostiene su lioso destino y continua con fortaleza la búsqueda de su felicidad y la resolución de su conflictivo triángulo amoroso. Heughan, por su parte, aporta inmenso carisma, bravura y sensibilidad con el pronunciado acento escocés que lo caracteriza.

Los acontecimientos semanales están ingeniosamente divididos de manera que cada entrega tenga una línea emocional central, sea con tensión en una sola habitación por más de la mitad de un episodio, hasta acción y aventura peligrosas en el crudo campo de batalla. Acontecimientos llevados desde los cuidadosos planteamientos de los personajes, principales y secundarios. Esos que pueden ser seres que se amen o se odien (porque los clanes escoceses son bastante testarudos) y que son caracterizados por su interioridad de sus historias pasadas y las que vemos desenvolverse en la serie. Esto es gracias a la confección adiestrada de los guiones para contar cada hora de televisión con maestría narrativa y visual.

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Los extensos diálogos valen la pena una vez que la historia encuentra su ritmo, el cual es para espectadores pacientes que reciben su bien merecida recompensa al llegar a los variados clímax. Asimismo, cuenta con el interesante apoyo que brindan los hechos reales de los años 1700, cuando se desataron las revueltas y batallas entre jacobitas de las Tierras Altas de Escocia contra las fuerzas armadas inglesas. Outlander extiende su premisa y la aprovecha para ofrecer sucesos y dinámicas para todos los gustos.

Incluso, los guiños y trucos para llegar a esos clímax de la narrativa resultan ingeniosos y emocionantes; donde una pequeña frase o una furtiva mirada puede significar la salvación de cierto personaje o el detonante para que el resto de la aventura se desencadene. Momentos peligrosos, pero inmensamente satisfactorios para la coherencia interna de la serie.

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Así, queda establecida la confianza en el crecimiento de la segunda temporada de esta, de por sí, excelente serie. Siempre atenta por que sus aspectos formales y narrativos funcionen como buen entretenimiento episódico (o, si se quiere, visto en maratón de fin de semana). Sin duda alguna, entre tanto acento y formalidad de la época, Outlander se establece para disfrutar enormemente y tomar en cuenta su subtexto de valor, lealtad y —por supuesto— compasión, como las bases del siempre inesperado comportar humano.

Outlander tiene dos temporadas disponibles en Netflix. La tercera estrena en septiembre 2017 y tiene un cuarto año asegurado.

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