A Series of Unfortunate Events, la serie

Sergio Beeche Antezana
Sergio Beeche Antezana

 

 

 

Las series de Netflix, al punto de distribución que el servicio ha llegado, pueden verse y repetirse cuando el usuario lo desee. El ritmo de lanzar una serie o temporada nueva cada semana ha llegado al extremo de no saber qué, o en qué momento, ver tantísima oferta que ni el crítico más experimentado podrá analizar por completo (la muy evidente Peak TV). Por esa y otras razones, he aquí una reseña un poco atrasada de la primera temporada, estrenada en enero, de A Series of Unfortunate Events (Una serie de eventos desafortunados). Tomamos la libertad de ver cuando se quiera para analizar cuando se pueda.

En fin, he aquí una ventaja ya establecida, desde su concepción, para la adaptación de esta nueva serie: al estar basada en trece particulares libros con diferentes aventuras, su desarrollo sería, claramente, episódico. Las desgraciadas aventuras que ocurren en la vida de los huérfanos Baudelaire quedan fragmentadas de manera tan fácil que cada libro es dividido, aquí, en dos episodios. Una interesante forma de abarcar una temporada de ocho episodios mientras se desarrollan, con mas holgura, los acontecimientos de los libros.

A Series of Unfortunate Events
A Series of Unfortunate Events

El problema fue el apego tan específico a esas aventuras que comenzaron con la palabra escrita y descriptiva. Las ideas de un mundo tan excéntrico y único se tuvieron que transformar en episodios demasiado largos cada uno (culpa del modelo sin supervisión de Netflix, supongo). Con un ritmo insoportable, el alargamiento de cada escena lleva a que la serie tenga demasiados momentos muertos y situaciones incómodas pero por su ineficiente manera de ser editadas. Al menos, la escogencia y actuación de los niños principales (Klaus y Violet) es adecuada, al igual que casi todos los personajes secundarios, bien escogidos y comprometidos con sus papeles.

Caen en desgracia (y no de la divertida que promete la historia) los dos actores al frente: Neil Patrick Harris y Patrick Warburton. El primero, sin un ápice de gusto, se esconde detrás de los disfraces y maquillaje que puede ponerse para parecer muy divertido a la hora de interpretar al malvado Conde Olaf. No le sale nada bien (hasta aburrido, me atrevería a decir). Y el segundo, ya siendo un poco más culpa de su diseño desde el guion, simplemente aparece para repetir y explicar innecesariamente los sucesos en pantalla. No profundiza ni aporta nada como el narrador y autor de la historia; resulta soso e inexpresivo, aunque esa sea la intención.

A Series of Unfortunate Events
A Series of Unfortunate Events

De ahí, las ideas que plantea la historia no encajan muy bien con la coloración o intención visual que optó por tener la serie. Los fondos digitales (sin mencionar la terrible colocación digital de la cabeza de la hermana menor, Sunny) no son la mejor representación de un sentimiento de constante peligro o desolación que los huérfanos sufren. Los temas profundos de la saga se ven solo a ratos y la narración no termina de convertirse en una serie como debería. Por más que se defienda como parte de los libros, el arco de una temporada quedó olvidado entre tanta peluca e intento de ser más ingeniosos —y hasta más fieles al material original— que la película.

Para crédito de la serie (más de la historia que de esta particular interpretación), diré esto: es admirable esa provocativa y particular atmósfera que se logra con el mundo creado por Lemony Snicket. La constante ironía, consciencia de las adversidades del mundo, interesantes giros problemáticos, genial originalidad y siempre con atención hacia las pocas —o pequeñas— cosas que puedan alegrar el momento más fugaz, hace que uno no quiera salir nunca de ese universo, más místico y misterioso que mágico.

Por más que se le señalen a esta serie sus debilidades, esa sensación curiosa, y la posibilidad de poder volver a compartir con los huérfanos Baudelaire, queda latente en la mente varios días luego de terminada. Incluso ahora, es interesante recordar ese mundo al escribirlo en esta reseña. Y puede que ese pequeño, gran detalle sea su salvación en las dos temporadas restantes que le quedan.

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