Los comentarios son realmente polarizantes en cuanto al final definitivo de la serie GIRLS de HBO se trata. Algunos hubiesen querido que el penúltimo episodio “Goodbye Tour”, en el que el “gang” de chicas: Hannah, Jessa, Shoshana y Marnie, a quienes conocimos desde la temporada 1 en el 2012, se despedían de una manera violenta y fulminante, en la fiesta de compromiso de Shoshana – la cual enfrentó a sus amigas a quienes afirmó que no quería volver a ver jamás en su vida; el mismo episodio en el que Hannah se despide al mismo tiempo de Nueva York, la ciudad despiadada en la cual los protagonistas echaron raíces, hicieron amistades, tuvieron amoríos y se dieron contra la pared mil veces al estar regularmente al borde de la quiebra, en medio de relaciones enfermizas, fiestas nocivas y trabajos inestables. La decisión de Hannah de irse y abandonar el barco que ella y sus amigos habían luchado tanto por mantener a flote fue una de las primeras muestras de madurez que Hannah toma en su camino a convertirse en una mujer en esta temporada (después de decidir quedarse con el bebé y no aceptar a Adam (Adam Driver) una vez más en su vida) .
Quiero dejar algo claro, la maternidad no convirtió en mujer a Hannha: sus decisiones lo hicieron. En este caso, estar embarazada después de una concepción sumamente irresponsable de su parte, fue el desencadenante de su conversión a mujer adulta: el hacerse responsable de algo más que de ella misma.
Haber dejado el final en el noveno episodio no habría sido una mala movida, sin embargo, no hubiese sido una movida tan inteligente como lo que resultó ser el décimo episodio de Girls: “Latching”. En mi opinión, la pieza clave para llegar al florecimiento inicial de la madurez de Hannah. El enlace del ciclo de vida de GIRLS desde su primera a su sexta temporada.
Marnie vuelve a vivir con Hannah, como lo hizo desde el primer episodio de la primera temporada de la serie de HBO. Pero la Marnie de ahora ha sufrido y sigue sufriendo al no haberse encontrado a sí misma todavía, y como Hannah, quiere refrescarse del sufrimiento que Brooklyn le dejó, mudándose a los suburbios no solo para ayudar a su mejor amiga, si no a escapar de aquel ambiente que terminó abrumándola, tratando de darle sentido a su vida, al mismo tiempo que intenta salirse de su caparazón: superficial y egocentrista.
Meses después de haber tenido a su bebé, nos encontramos a una Hannah insatisfecha, ensimismada, frustrada, ya que Grover (su bebé) no quiere amamantarse de manera natural sino que más bien siente cierto rechazo hacia Hannah, lo cual ella toma de una manera inmadura y como le menciona a su madre, cree que Grover la odia.
Haber estado embarazada por 9 meses y haber tenido un bebé es solo el pequeño principio de una responsabilidad eterna, que Hannah aún no entiende ni termina de procesar, y una vez más, encontramos a una Hannah inmadura, lista para rendirse. El tema de la lactancia materna y el rechazo de ella por algunos bebés, es un tema brillantemente elegido por Lena Dunham y Jenni Konner. Un tema comúnmente discutido por las madres, que genera una frustación severa en la química de madre / hijo.
Dos factores determinantes entran en juego para traer a Hannah a la realidad y despertarla de una vez por todas de su sueño idílico de madre adolescente.
Primero, su madre -Loreen- al escuchar las frustraciones inmaduras de su hija le hace saber lo que realmente significa ser mamá, y la responsabilidad de por vida a la que Hannah se había apuntado, haciéndole saber que tampoco había sido sencillo para ella, y que tampoco lo seguía siendo. Durante esta escena Loreen muestra explícitamente el hecho de que una madre es un lazo que se mantiene para siempre, al realizar ciertas acciones de naturaleza maternal con Hannah. Cuando esta sale de la tina, Loreen le pasa la toalla, luego la bata, le abrocha el brassiere, para luego ayudarla también a ponerse los pantalones; al mismo tiempo que la sermonea sobre la responsabilidad de crear y formar una nueva vida, de la que no se puede separar tan fácil como un trabajo fallido o una relación de una noche con un perfecto desconocido.
Más tarde ese día, Hannah y su frustración salen a dar una caminata por el barrio, donde Hannah se encuentra a una chica joven, en su ropa interior, huyendo de algo y de alguien. La protagonista se alarma al pensar lo obvio: la chica corre de una situación horroroso, un robo, un intento de violación. Por lo tanto, le ofrece su ayuda, solo para darse cuenta que la chica escapaba de su casa porque su mamá la esta obligando a hacer la tarea. Es aquí el punto de quiebre, donde Hannah cambia de piel y se da cuenta de lo narcisista que ha sido por tantos años, viéndose reflejada en la inmadurez ajena, el mismo tipo de inmadurez que vivimos al inicio de GIRLS, esas situaciones superficiales que marcan la diferencia entre la tercera y cuarta temporada (en adelante), ese viaje que hemos realizado durante 6 temporadas para ver, por fin, a una Hannah con más sentido de su contexto, de su situación y de su estado actual de ser mujer.
Para terminar en una gloriosa escena, silenciosa y sublime, donde aparentemente Hannah por fin logra (o no) que Grover se alimente de su pecho. Y si no lo logró, no importa, porque lo más importante ya ha pasado, y este es solo uno de los primeros retos que vivirá en su nueva vida como madre y mujer.