La palabra feud puede traducirse como una enemistad o una discordia. Podría utilizare para referirse a los conflictos que tenían las familias por sus tierras o entre primos y sobrinos lejanos. Eso sí, este tipo de enemistades siempre han existido y seguirán existiendo mientras sigamos considerándonos seres humanos, llenos de emociones. Esta vez, Ryan Murphy decidió iniciar otra de sus series antológicas, justamente, con una de las riñas más famosas de la historia de Hollywood. Tan conocida por su tratamiento mediático y popularidad entre la audiencia que veía a estas dos figuras desenvolverse en el ojo público.
Feud es sobre la constante y acalorada enemistad que tuvieron Bette Davis y Joan Crawford, actrices, estrellas y divas del cine. Al entrar en en el ocaso de sus carreras y en sus años de oportunidades limitadas, ambas aceptan trabajar juntas en el ahora clásico “What Ever Happened to Baby Jane?”, de 1962. Se trata del drama jugoso que sucedió durante las semanas de filmación y los sucesos posteriores a eso. La jugosa enemistad que se convirtió en una contienda por traer abajo una a la otra. La premisa perfecta para una serie que tiene todos los elementos para sobresalir.
Entre esos elementos está, primero, la ingeniosa estructuración de la historia. Mientras que el arco narrativo está presente en el concepto principal, las sutiles subtramas que conforman cada episodio aportan el grado de humanidad que completa la . Además, cada entrega presenta una diferente perspectiva del conflicto, sea desde la maternidad, desde el estrellato, la vida personal y hasta el meta comentario de la industria que aplasta a los actores (o directores) del pasado o que han perdido popularidad y que pone en evidencia cualquier aspecto que se vuelva ganancia a través de lo mediático.
Así, la dirección toma el rumbo esperado de calidad de las producciones de Murphy cuando se trata de series antológicas (recordemos la excelente American Crime Story). La cálida coloración se intensifica cuando las dos protagonistas discuten. La música encuentra el balance perfecto entre los viejos y los nuevos sonidos (genial). Y los movimientos de cámara se apoyan en la personalidad de cada personaje para reflejar el estado de ánimo de cada momento. Hasta las mujeres en papeles secundarios resultan personajes interesantísimos.
No olvidemos, entonces, el aspecto más importante y de más fuerza en Feud: sus dos actrices al frente: Susan Sarandon y Jessica Lange. A través de ellas, la historia respira sin tapujos ni vacilaciones hacia una clara narrativa de la superficialidad de las relaciones humanas y cómo estas penden de un hilo cuando se trata de argumentos, resentimientos y hasta sentimientos de venganza. Por suerte, Sarandon y Lange encarnan más a personajes antes que las figuras públicas históricas, por más que se transmita la realidad —o una realidad— de lo que sucedió con estas dos mujeres de carácter firme e impenetrable.
Es en parte porque las actrices de la serie son personalidades inmensas por sí solas. Lo que transmiten Jessica y Susan a través de la pantalla viene desde los guiones y la historia que quieren contar, no necesariamente de los pensamientos explícitos de Bette y de Joan (aunque casi todo es completamente cierto). Entre las cuatro acumulan seis estatuillas Oscar (y 24 nominaciones).
Así, este tipo de enfrentamientos entre divas del cine son el plato principal de los medios que quieren generar publicidad y dinero (lo son ahora también que las vemos representadas en la serie). Y peor: son el núcleo de las compañías productoras que ganan más dinero mientras más se hable de las películas que producen. Esto sigue sucediendo hoy de una u otra manera. Pero no deja de ser una jugosa historia entre cigarrillos y glamour que se genera a partir de las relaciones y circunstancias de nosotros los seres humanos. No siempre podemos escapar de los conflictos, pero sí podemos hacerlos ver elegantes y atrevidos cuando sean contados en el futuro.